martes, 28 de enero de 2014

emile nolde - nubes de verano 1913


y terminamos la visita a esta Exposicion, Impresionistas y Aire Libre, delante de la obra de otro pintor complejo, apasionado, de fuerte carácter pero al mismo tiempo inestable, y uno de los pesos pesados de la vanguardia alemana de principios del siglo XX. Admirador de Van Gogh, pertenece a su estela como muchos otros y podemos decir qué, sin estar nunca enrolado en las filas de los expresionistas alemanes de vanguardia, una época de su vida y una gran cantidad de sus obras se pueden integrar perfectamente dentro de éste movimiento del que ya hablamos al presentar la Exposición sobre Kirchner. En efecto Nolde es un expresionista que fué siempre por libre, más por su propio carácter que por motivaciones artísticas ó culturales.
Prácticamente hasta sus 37 años no pudo dedicarse enteramente a la pintura, aún cuando su formación artística se fué desarrollando de forma continuada, colaborando en revistas, visitando Museos, dando clases y asistiendo a Academias, aún cuando le fuera denegado el ingreso en alguna de ellas. A partir de su matrimonio con Ada Vilstrup, a quién conoció en Copenhague el año 1900, y debido a la precaria salud de ésta y a su inestable situación económica, ambos llevaron a cabo una serie de traslados, la isla de Alsen en la costa danesa del Báltico, Berlín donde Ada hubo de emplearse en los clubs nocturnos para obtener algún dinero, Taormina e Ischia en Italia, y, finalmente de vuelta otra vez en su Alemania nativa, ya el año 1905. Todo ello alternando con las temporadas pasadas con ella en sanatorios y centros de reposo. En definitiva Nolde poco a poco se iba sintiendo atormentado y triste y cada vez más aislado y solitario en su actividad.
Afortunadamente de esta situación fué rescatado por los componentes del grupo expresionista Die Brücke que habían visto en sus obras multitud de analogías con el espíritu de su movimiento. Llamado por ellos a Dresde el año 1906, permaneció con Ada casi un año en ésta ciudad y les introdujo en el arte del aguafuerte que dominaba y a partir de él todos pasarían a la estampación en madera.

La obra es ya del año 1913, el mismo año en el que Nolde partiría hacia Nueva Guinea formando parte de la expedición de carácter antropológico dirigida por Kutz-Leber, y de la que no se sabe con exactitud las circunstancias por las que el pintor fué invitado a participar. Sea como fuere lo que sí está claro es que para esa fecha la situación anímica y artística de Nolde era mucho más despejada y optimista. Unos años en los que insiste principalmente en dos temas: el paisaje y la pintura religiosa. Del segundo no vamos a hablar aquí, solo recordar que en estos años, 1911-1912, lleva a cabo su famosa obra Retablo sobre la vida de Cristo, serie de nueve episodios, nueve grandes lienzos, representando diversas escenas de la vida del Salvador con un colorido realmente sublime, fuerte y riquísimo, y dentro del más puro expresionismo, con figuras alargadas, distorsionadas y composiciones fuera de las leyes de la perspectiva y la geometría.

Y hablando de colorido sublime no podemos dejar pasar su maravillosa serie de acuarelas de paisajes que lleva a cabo ya en su madurez, desde sus estancia en Cospeda cerca de Jena, el año 1908,  pasando por los meses pasados en la Isla de Sylt, hasta finalmente, ya con más de setenta años, la  que efectúa durante sus años de prohibición bajo el régimen nazi a partir de 1941. Son todas ellas una magnífica explosión de color y expresividad calificada por muchos autores como una de las joyas pictóricas del siglo XX.

Por otro lado la pasión que sintió por el mar se manifestó en el gran número de veces que recurre a éste tema a lo largo de toda su vida. Esta forma de sentir está justificada por el hecho de ser Nolde un hombre nacido en una extensa planicie de cara al mar, la región de Schleswig-Holstein, zona alemana por aquellos años de la península danesa de Jutlandia, en un ambiente marino riguroso, y  qué además visitó siempre que necesitaba ese contacto, el contacto de la libertad y la naturaleza. Durante su estancia en Alsen tenía su casa en la misma orilla del mar y él mismo nos dice: "a menudo permanecía fijo ante la ventana, absorto mirando  interminablemente el mar. Solo el mar y el cielo. Sin mas sonido que los  suaves chapoteos producidos por las olas contra los guijarros." 
El cuadro que estamos viendo, nubes de verano, expresa plenamente esta pasión, y Nolde nos ofrece solo olas encrespadas coronadas de espuma bajo un cielo donde se empiezan a formar negros nubarrones preludio de una súbita tempestad, como es frecuente en estos mares norteños. Con pinceladas espontáneas y pastosas resuelve el momento mágico apoyándose en un colorido escueto y preciso. Simplicidad y eficacia. No se puede pedir más.
He aquí otros tantos paisajes marinos a cual más expresivos. Un digno remate de ésta soberbia exposición con que nos ha obsequiado el Museo Thyssen y que hemos venido presentando a lo largo de las últimas 33 entradas.

the sea III 1913
 
stormy sea

the sea 

Ruffled Autumn Clouds

The Sea at Dusk


sábado, 11 de enero de 2014

joaquin sorolla - tormenta sobre peñalara 1906


quizá hemos ya hablado en alguna de las entradas de este blog del pintor español Aureliano de Beruete, uno de los más aventajados alumnos de Carlos de Haes y amigo de Soroya, con el que mantuvo durante toda su vida una larguísima correspondencia a través de la cual podemos conocer muchas de las fases y los detalles del contínuo evolucionar del pintor valenciano. En ellas especialmente, se traduce la rendida y sincera admiración que sentía Aureliano por Soroya y su pintura, sentimiento éste que fué creciendo contínuamente a lo largo de toda su vida. Pero la cosa no quedó solo en mera admiración; por el contrario, gracias a su gran influencia en todos los medios sociales y artísticos de media Europa, Beruete actuó como un verdadero consejero y marchante y dió a conocer la obra de Soroya en los más selectos y refinados ambientes. Algunos de los pasajes por él escritos, refiriéndose a muchos de los cuadros del pintor, serían por sí solos capaces de elevar el entusiasmo y la fé en sí mismo de cualquier artísta, cosa que, sin duda alguna, le ocurriría a Soroya unas cuantas veces. En el Museo del Prado podeis admirar un magnífico retrato que le hizo Soroya el año 1902.

Pues bién, Aureliano de Beruete fué uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza y además estudió en el Colegio Internacional, ligado a ésta ideológicamente. Entre las actividades que se llevaban a cabo en dicha feliz Institución, que tanta importancia tuvo en el desarrollo intelectual de parte de la sociedad española de finales del XIX y primer tercio del XX, estaba la de hacer excursiones de carácter deportivo y científico, a ser posible por las montañas y, muy especialmente, por la Sierra Madrileña, nuestra querida Sierra de Guadarrama. No en vano la Institución fomentaba el conocimiento del país como mejor manera de ahondar en las raíces de cada una de sus regiones y conocer así su carácter y, en definitiva, llegar a una unión más real y sólida con el mismo. Las marchas de este tipo eran en ocasiones de gran dureza y enfocadas con la más estricta austeridad, no siendo raro que se pasasen semanas enteras en contacto con la montaña. Dentro de dicha institución se creó posteriormente la Sociedad para Estudios del Guadarrama qué ,como su nombre indicaba, fomentaba e impulsaba el estudio de la Sierra desde los más variados puntos de vista, entre ellos, por supuesto, la pintura de sus paisajes.

Sin duda alguna Soroya, ya metido en la pintura puramente paisajística por toda España, e influído por Beruete, debió sentir este tirón del Guadarrama al igual que muchos otros, y éste cuadro que traemos, del año 1909, es un gran ejemplo. De bellísimo colorido tomado del paisaje serrano y sus aledaños, buscando el  contraste entre ocres-amarillos y azules-sepias, a través de la pincelada larga y bién visible que Soroya empleaba ya desde hacía años, es, para mi gusto, uno de los más conseguidos cuadros que se han pintado de la Sierra madrileña, la cual ha tenido el honor de figurar, sin duda simplemente por su cercanía, en la obra de los más excelsos pintores afincados en Madrid. En efecto,  los que vivimos en la capital  de España sabemos que basta subir a cualquiera de sus azoteas ó salir de la zona urbana por el norte para encontrarnos con esta franja azul coronada muchos meses al año por la nieve. Y por ello no tiene nada de particular que la encontramos representada en los fondos de retratos de Velázquez, Goya, y muchos otros.  

la primera entrada que hicimos sobre la Exposición de Martín Rico en el Prado del pasado año era sobre un tema del Guadarrama y en el mismo artículo se hacía referencia a estos otros tres pintores:

Jaime Morera y Galicia, picos de la Najarra de 1892
  

Aureliano de Beruete , Guadarrama

Carlos de Haes, valle de la Sierra de Guadarrama

y ahora añadimos estos otros dos:

Antonio Muñoz Degrain , Paisaje del Pardo al disiparse la niebla  1866

Francisco Fernandez de la Oliva, paisaje de Villalba 1875

Finalmente  recomiendo os paseis por la siguiente página de Wikipedia: Anexo:Repertorio literario y pictórico de la sierra de Guadarrama,
en la que encontraremos muchas referencias artísticas y literarias sobre la misma.