cuando el Greco llegó a Toledo hacía tan solo unos años que se había
librado la batalla de Lepanto. Sus ecos estaban todavía recientes y la
sensación de seguridad que se había extendido por toda la Cristiandad
era palpable en todos los ambientes. Acciones de gracias, fiestas
conmemorativas y oficios religiosos fueron constantes en aquellos años
en todos los municipios y por supuesto esta alegría también se manifestó
artísticamente. Seguramente habreis visto más de una vez
representaciones de esta famosa batalla entre la Liga Santa y el Imperio
Otomano en las que casi invariablemente aparece la Virgen del Rosario
presidiendo y acompañando desde lo alto a los hombres que en defensa de la civilización cristiana luchaban abajo. En efecto el día de la victoria de Lepanto fue declarado fiesta de la Virgen de la Victoria por el papa Pío V, y cambiado por el de la Virgen del Rosario por el Papa Gregorio XIII en 1573.
Ver las obras al respecto de Pablo Veronese, Lucas Valdés, Juan de Toledo ó Francesco Brizio, y estas otras conmemorativas de Lázzaro Baldi y del Tiziano.
Hay un estudio de la historiadora e historiadora del Arte por la Universidad de Alcalá de Henares Eva María Martínez Cortés en
el que deduce que el mismísimo rey Felipe II utilizó representaciones
pictóricas de batallas navales acontecidas durante su reinado como
medio de propaganda para enaltecer la fé cristiana en plena
Contrarreforma y su propio poder. Los medios se extendían a grabados,
ilustraciones en libros e incluso camafeos. Y entre esas batallas no
faltó ésta de Lepanto.
Pudo así el rey encargar la obra
que vemos ahora al pintor cretense y habría sido de éste modo la primera
obra encargada por el Monarca a nuestro hombre, aunque éste hecho no está probado. Tampoco se sabe el año de su realización, pero es casi
seguro anterior al, éste sí, primer encargo real, el Martirio de San Mauricio que
podemos ver en el Escorial. Sea como fuere lo probable es que el pintor
pusiese sus esperanzas en su incorporación al servicio de la Corte en
cualquier cosa que le diese a conocer relacionado con el poder imperial
y sus gestas, y ésta obra llamaría la atención, sinó del propio Rey, sí
de allegados suyos en visita a Toledo, aunque también lo pudo pintar en
alguna de sus estancias en la capital del Reino.
La obra ha recibido distintos nombres,
Adoración del Nombre de Jesús, como figura en ésta Exposición, Alegoría de la Liga Santa, quizás el más adecuado, la Gloria, el Juicio Final e incluso el sueño de Felipe II. En primer plano podemos ver al dux de Venecia, Alvise
Mocenigo, quién aparece de espaldas, como empieza a ser habitual en muchas obras del cretense, al papa Pío V junto a
dos de sus cardenales, al hermanastro de Felipe II, Don Juan de Austria,
capitán general de la flota, vestido de general romano y por último ,
de rodillas y de negro total, guantes incluidos, al propio Rey en
oración y bajo un aspecto un tanto mediocre y como si hubiese sido encajado en la obra a última
hora. Es decir, están los líderes de las tres potencias que se unieron a
duras penas para formar la Liga Santa en contra del Turco: Venecia,
amenazado su próspero comercio mediterráneo e incluso la mismísima
ciudad, el Papa que veía peligrar la Cristiandad entera y su propio
estado terrenal, y finalmente el Monarca más poderoso en aquel momento
amenazado por tierra y mar a lo largo de muchos kilómetros de costa.
Todos
ellos elevan su mirada hacia la gloria donde aparece el nombre de Jesús
rodeado de ángeles dispuestos en actitud de adoración y magníficamente
pintados, con pincelada suelta, apenas sin contornos, plenos de
movimiento y ligereza. La originalidad y sutileza del Greco se aprecia
en todos sus detalles e incluso llega a ocultar parcialmente por una
nube a dos de ellos a la izquierda, pero lo hace de tal manera que
apenas se aprecia. Para mi gusto el conjunto superior de la Gloria es lo
mejor del cuadro y sus cinco ángeles delanteros están entre los de
mejor gusto y ejecución de toda su obra.
El conjunto está, por otro lado, armonizado magistralmente
por medio de tonos rojizos y, sobre todo, por ese color dorado que envuelve toda la escena, desde las ropas hasta los fondos y paisajes y animando ligeramente los blancos de las nubes. En fín, el
resultado como veis es una obra bellísima y muy original, que parece se
sale del estilo que hemos encontrado en las ya vistas anteriormente de
éstos primeros años en España. Recuerda un poco sus primeros iconos en
cuanto a la ausencia de localización precisa y la independencia de sus
elementos, esto es, la colocación de unos temas al lado de otros sin
relación alguna entre ellos ni nexo de unión, pero por su calidad en
todos los aspectos ,es ya la obra de un pintor maduro y genial.
para muchos nos encontramos ante la culminación del arte del Greco. A
mi entender lo es de la primera parte de su obra, la étapa más clásica
en el sentido italiano de la palabra, por encima del Entierro del Señor de Orgaz.
Luego llegarán como un ciclón todas sus creaciones marcadas por el
estilo inconfundible y único que le caracteriza y por el que cualquiera
le distingue.
He tenido la suerte de encontrar una
imagen del Expolio tal y como ha quedado tras la reciente feliz y
acertada restauración : podeis compararla con una anterior a la misma,
es decir comprobar como estábamos viendo el cuadro tras más de 400 años
desde su ejecución y como era cuando salió de las manos del artista.
También fué llamada Despojo de las vestiduras de Cristo sobre el Calvario
y para su ejecucción recibió el Greco la cantidad de 400 reales a
cuenta el 2 de Julio de 1577 de manos del cabildo de la catedral de
Toledo para presidir su sacristía, donde permanece desde entonces.
Ciertamente era un riesgo que se corría con un pintor extranjero recién
venido de Italia y aunque sus obras romanas eran conocidas de muchos,
entre ellos el deán don Diego de Silva, el encargo era muy importante en
una ciudad como Toledo, todavía centro eclesiástico y espiritual del
Reino. Es posible que la Asunción de
Santo Domingo el Antiguo ya estuviese acabada, si no entregada, y su
calidad y formas correctas habrían avalado con creces al pintor en su
designación para tal tarea.
El Greco decidió
representar directamente a Cristo ya en el Gólgota en el momento del
despojo de sus vestiduras que , según el Evangelio, fueron a
continuación rifadas entre sus propios verdugos. El tema no era muy
habitual en la pintura religiosa ni de antes ni del momento, pero el
artista lo ilustró con dos detalles : la mano de uno de los sayones, el
de la derecha, que está ya asiendo por su borde la túnica del Nazareno y
la figura de un carpintero en primer plano a la derecha que parece
perforar un orificio en el madero de la cruz. El resto podría ser un
Prendimiento, con la figura de Jesús como elemento central y principal,
agobiado, mejor que rodeado, por una nutrida multitud, donde el de Creta
hace una gran demostración de riqueza de caracteres y de entonación
perfecta de los contrastes de luces y sombras. En general la mayoría de
los Prendimientos acumulan una gran multitud alrededor de la figura de
Cristo tal y como hace nuestro pintor en su Expolio, aunque en pocos las
cabezas de la multitud sobresalen tanto sobre la del Salvador. He
traído algunos de ellos:
-Francisco de Goya.
-Duccio di Buoninsegna
-van dyck
-Dieric the Elder Bouts
Podríamos
seguir ensalzando cada detalle del cuadro y no acabaríamos. Admirarlo
detenidamente, revisar sus rincones, sus detalles y la calidad de cada
pincelada. Ampliarlo al máximo y disfrutar de una de las obras más
excelsas de la pintura. No tiene desperdicio, cada rostro, cada gesto,
cada destello de luz, estan supeditados a la unidad del conjunto de
forma magistral y estoy hablando solo de lo meramente formal sin pasar a
la fuerza emocional que contiene. La figura de Cristo llena toda la
escena realzada de forma magistral con la túnica vaporosa de un color
rojo frío que trás su restauración podemos ver en toda su intensidad
inicial. El resto de los personajes no son meros comparsas, sino qué,
por el contrario, mantienen su propia personalidad e independencia y
sobre todo, y esto es un paso gigantesco del pintor en la españolización
de su pintura, estan llenos de humanidad y realismo, muy por encima de
los que vimos en la Trinidad. Ahora son gente corriente llenos de fuerza
y de vida y dispuestos en actitudes variadísimas perfectamente
conjuntadas que rodean la robusta figura del Salvador a quién el Greco
separa tajantemente del resto terrenal con esa expresión de tristeza y
serenidad sobrenatural.
Las figuras de las Marías del
primer plano que ponen su atención en la preparación irremediable de la
cruz, así como la del carpintero en una audaz y soberbia postura, dan
algo de profundidad a la obra, propiedad que el pintor ha obviado
intencionadamente desde el primer momento lo mismo que la definición del
lugar ó el introducir alguna apertura ó algún paisaje de fondo, indispensable en toda obra de la época. Se
limita a una pequeña franja de cielo encendido en fulgores de luz de
luna donde destaca un campo de lanzas y una minúscula porción de suelo
delante para acomodar el pié casi transparente del Maestro.
Cobró mas el Greco por la traza y la ejecución del altar en el que iría esta obra que por ella misma.
Se cobraba más de escultor ó arquitecto que de pintor, máxime
tratándose de un artista casi desconocido aquí, del que se sabía poco,
ni qué bienes poseís, ni siquiera porqué había venido a España. Sin
embargo él ya se enorgullecía de su forma de hacer y, sobre todo, era
consciente de que el Expolio era ya una verdadera obra maestra. Una vez
acabada había que tasarla y para ello se nombraban tasadores por ambas
partes, el pintor y el Cabildo en éste caso, y se trataba de llegar a un
acuerdo. En el primer contacto la cosa quedó en 900 del primero contra
sólo 227 que ofrecía éste último; se nombró un mediador que acabó
fijando el precio en 317 ducados que el pintor no aceptó inicialmente,
ya que a esta imposición económica se añadieron varias condiciones que
concernían a la obra misma: las Marías eran improcedentes por no figurar
en el texto evangélico y había que suprimirlas; las armaduras y celadas
no eran de la época de Cristo y además debía quitar cabezas que no
podían estar de ningún modo por encima de las de Jesús. Consolémosnos
porque al final, aunque el Greco no sacó un ducado más, ninguna de estas
cosas se suprimieron, seguramente gracias a la fama y popularidad que
rápidamente consiguió esta magnífica obra.
Quizás sea una pena entrar hoy en la Iglesia-convento de Santo Domingo el Antiguo de Toledo
y encontrar tan solo 3 obras originales del Greco de las nueve que
pintó y que aparecerían recientísimas, en todo su esplendor, el día 22
de Septiembre del año del Señor de 1579, fecha en que se ofició la
primera misa en el nuevo altar mayor de la nueva iglesia. Aún así la
visita nos permitirá ver sus Santos Juanes, el Bautista y el Evangelista a ambos lados de una copia de su Ascensión de María, cuadro central del retablo y su Resurección en un altar lateral del lado derecho, todas ellas de la mano del artista. Por lo tanto no encontrareis: la Trinidad, actualmente en el Prado y que estamos viendo, la Ascensión de María, hoy en el Instituto de Arte de Chicago, San Benito también en el Prado y San Bernardo en el Hermitage de san Petersburgo, una Santa Faz
, cuya copia vereis hoy rematando el cuadro central de la Ascensión, y
cuyo original pertenece actualmente a los fondos de la colección Juan
March, y, finalmente, una Adoración de los pastores que
se encuentra en los del Banco de Santander. Como veis está bién
repartido el posiblemente primer encargo importante con el que llegó a
España el de Creta.
O sea qué, sí como se indicó en la
entrada anterior, hacia el verano de 1577 se encontraba el artista ya en
Toledo a punto de iniciar esta obra y el Expolio para la
Catedral, en tan solo dos años , más bién cortos que largos, estas
estaban ya acabadas y entregadas, cumpliendo con el plazo de 20 meses
que figura en los documentos referentes a la transación. Y, además !de
qué manera tan magnífica!. Porque, contemplar por favor la obra que nos
trae, La Trinidad, ó si lo preferís, el Expolio en cuanto lo publique en
la próxima entrada, y vereis ya a un gran maestro, dentro todavía de la
corriente italiana, que domina con enorme autoridad todas las facetas
de la pintura y le imprime un carácter personal y único.
A
sus 38 años el Greco estaba ya muy por encima de todos los pintores que
por aquellos años ejercían de una forma u otra su profesión en España.
Muchos de ellos habían pasado por Italia asimilando en parte los grandes
avances que el Renacimiento y, ahora ya, el Manierismo, habían
alcanzado. Aquí supieron en muchos casos reflejarlo dignamente en sus
obras, añadiendo su propia intimidad y en general atentos a lo que la
vida cotidiana reportaba. Entre ellos estaban Pedro Berruguete, Alejo Fernández, Juan de Juanes ó Luis de Morales, quienes comenzaban a definir una pintura esencialmente española, así como Alonso Sánchez Coello ó Juan Fernández de Navarrete.
De todos ellos incluyo una obra; verlas, después contemplar La Trinidad
y sacar conclusiones. ¿estaba el Greco a su altura ?. ¿podía merecer un
puesto como pintor en la corte de la primera potencia del mundo?
Tan
solo hacía cuatro años que Doña María de Silva, dama al servicio de la
Emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, había fallecido trás
treinta y ocho años de viudez que pasó encerrada en este monasterio de
Santo Domingo. Allí dispuso su sepultura y además compró los terrenos
necesarios para la construcción de un nuevo edificio en sustitución del
ya viejo. Fué el deán de Toledo, don Diego de Castilla, quién se encargó
de que estos deseos reflejados en el testamento de la señora se
llevaran a cabo y para ello, posiblemente a través de su hijo don Luis
coincidente con el Greco en Roma y gran conocedor de su obra, contó con
el pintor para el diseño y las pinturas del retablo principal.
Pero
vamos de una vez a esta maravillosa obra que tenemos la suerte de verla
muy de cerca, no en lo alto del altar de Santo Domingo, sino en una de
las paredes del Museo del Prado y además dispuesta frente a otra gran Trinidad, la de Jose de Ribera
del año 1635 y qué, desde luego, está a la altura de la del Greco. No
me ha gustado nunca buscarle padrinos ó antecedentes a una verdadera
obra de arte, pero debo reconocer que hay dos que podrían considerarse
al menos inspiradores de ésta obra : el primero es Miguel Angel a quién
el Greco, a pesar de todas las leyendas y habladurías, adoraba y ,sobre
todo, admiraba. Casi toda esta obra es un homenaje a su lenguaje formal y
al espíritu que se desprende de cada uno de sus personajes.
Especialmente
el cuerpo de Cristo muerto, casi ingrávido, sostenido sin ningún
esfuerzo por el Padre, inmerso a su vez en una serenidad y al mismo
tiempo un profundo amor por el Hijo fiel y generoso, parece sacado de
la mismísima Pietá del
maestro florentino. Esta firmeza y serenidad sublimes en el ademán y en
las posturas se repite también en los dos ángeles, vestidos de rojo y
verde, que parece ayudan a sostener el cuerpo. Y, si lo preferís,
contemplar las figuras con las que Miguel Angel decoró el techo de la Sixtina y volvereís a encontrar este equilibrio y carácter que aparece en la Trinidad.
El
otro pintor al que podríamos acudir en busca de cierta referencia es
Durero. Es posible que una de sus xilografías de 1511 de este mismo tema
haya inspirado al cretense; estampas como ésta iban y venían por los
ambientes artísticos de la época y eran bien conocidas de todos siendo
la norma habitual aprovechar tanto modelos como composiciones para
incluirlos más ó menos particularizados en sus obras. En éste sentido,
ya lo hemos indicado con anterioridad, el Greco no fué una excepción.
Prescinde de los atributos de la Pasión que portan los ángeles, elimina
los vientos de la parte inferior y, como veis, lo cambia todo, hace su
obra que ,por supuesto, no tiene ya nada que ver con la del maestro
alemán.
El conjunto es un cuadro plenamente
renacentista ya pero con una luz y un colorido venecianos. La presencia
de los cuatro colores primarios, más el blanco luminoso que lo envuelve
todo, dan como resultado una escena en perfecto equilibrio cromático que
el ojo percibe con placer. Los tonos son puros y brillantes pero
todavía sin las estridencias en los brillos que veremos en el Greco más
maduro.
La primera referencia que se encuentra de la presencia del Greco en
Toledo data del 2 de Julio de 1577 en un documento en el que consta
recibió la cantidad de 400 reales a cuenta del encargo del Expolio,
pero pudo haber llegado antes a España y no necesarimente a ésta
ciudad; en efecto existe otro documento del 9 de Agosto de ese mismo año
en el que él mismo señala con su propia firma el haber recibido de don
Diego de Castilla la cantidad de 51.000 maravedíes "....cuando volví a Madrid....." .También se habla en otros documentos de la necesidad de hacer ciertas pinturas encargadas necesariamente en Toledo, ..."sin sacarlas de allí"...,
lo que da a entender que estaba a pié entre Madrid, la Corte, y la ya
antigua capital Imperial. Sea como fuere, lo cierto es que el cretense
se encontraba ya en España al menos en el verano de 1577 y con la clara
intención de introducirse como pintor en el ambiente artístico que
rodeaba a Felipe II y los trabajos de moda que no eran otros que los que
se llevaban a cabo en el Monasterio del Escorial. Está también bastante
claro que, todavía en Roma, el pintor contaba con información de
primera mano sobre lo que acontecía en España. Allí, el embajador del
Rey español, don Luis de Requesens, hacía tiempo que reclutaba artistas
italianos ó de formación italiana, para lo que se estaba haciendo en el
Escorial y nuestro pintor deseaba como fuera ser uno de ellos y para eso
contaba con recomendación. No en balde estaba en íntimo contacto con
Julio Clovio del que ya hemos hablado, quién contaba con encargos de
miniaturas directamente del rey Felipe, como no podía ser de otra
manera, tratándose del más afanado y meritorio de entre los de su ramo.
Además, en el mismo círculo se encontraban nada menos que don Luis de
Castilla , hermano de don Diego, deán de Toledo, y don García de Loaysa,
gran amigo de Fulvio Orsini, coleccionista de arte y gran humanista
protector del Greco, al que también anteriormente nos hemos referido.
Entre todos y, posiblemente también por influencia del mismo Juan de
Herrera, arquitecto del Escorial, con quién pudo colaborar el pintor en
Roma, nuestro hombre decidió dar otro paso importante, muy posiblemente
además avalado por la promesa de los trabajos de las pinturas de la
iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo.
Casi con seguridad ésta Magdalena Penitente fué
pintada ya en España. Se trata de una figura evangélica muy apropiada
para extender las ideas de la Contrarreforma entonces en pleno apogeo :
el arrepentimiento y el perdón tras una vida desordenada lejos de Dios.
El Greco, como fué cada vez más habitual en su obra, hizo muchas
versiones de la misma, amén de sucesivas copias propias ó de su Taller.
No siempre se puede asegurar su mano exclusiva en cada obra, pero para
lo que es éste blog, sin indagar en este tema, vamos a presentar una
sucesión de Magdalenas atribuidas al pintor con la simple intención de
ver la progresión de su estilo y, sobre todo, admirar la belleza y
originalidad de todas ellas.
Antes debo decir que la presencia de
María Magdalena es esencial en el espíritu que se desprende de la
lectura de los Evangelios, al contener, no solo la virtud del
arrepentimiento y el perdón divino que hemos mencionado, sino también el
atractivo de la unión, que en ella se dá, de la vida puramente humana
con todos sus atributos, entre ellos uno de los más importantes y
decisivos, el sexual , y la virtud que acerca al hombre a sus anhelos de
perfección, esto es, a la divinidad. Así, aparece en el Evangelio en cuatro ocasiones reflejando siempre cierta sensualidad: una María , hermana de Lázaro que enjuaga los pies de Jesús (Juan 20.1), una pecadora arrepentida que hace lo mismo y además perfuma y seca los piés con su propio cabello (Lucas 7.37-50),
una mujer valiente ante los verdugos de Jesús que permanece al pié de
su cruz, y finalmente un encuentro en solitario entre un Cristo
resucitado, casi fantasmal, etéreo y la mujer que trata de tocarlo en
vano. Si María siempre es representada con la aureola de la virtud y
perfección, Magdalena lo es casi siempre acaparando ambas cualidades
aparentemente opuestas y de ahí su mágico atractivo, qué el de Creta
representa en todos los casos de forma genial.
Empezamos con ésta versión del Museo de Bellas Artes de Budapest,
museo que contiene una gran colección de pintura española y que os
recomiendo si visitais la capital magiar. Es una obra qué, según los
expertos, participa en gran manera del estilo del Tiziano, y que, por
supuesto es esencialmente veneciana en el color, la pincelada suelta y
definitiva y la iluminación, pero en la que aparecen ya muchos signos de
las maneras que irán conformando poco a poco su obra :
(una
vez más os recomiendo ampliar al máximo la figura, ya sabeis : derecho
del ratón > abrir nueva ventana y a continuación +)
-la expresividad y tamaño de sus manos, a las que siempre otorgará el Greco un gran protagonismo.
- el movimiento
que imprime a las ropas, túnicas y mantos, que dan la impresión de
estar flotando alrededor del personaje, envolviéndolos en una atmósfera
llena de espiritualidad; así, los pliegues no conservan una disposición
natural, no están sometidos a las leyes de la física, se salen de ella y
ondulan arbitrariamente.
- la luz ya no tiene un
origen u orígenes determinados, sino que emana de los mismos sujetos ó
de todas partes. En éste caso sin embargo parece venir del lado
izquierdo de la escena.
-la manera en que realza las sombras y los brillos,
especialmente estos últimos, mediante la aplicación de pinceladas
anchas y bastante secas, como si raspara con el pincel, sueltas e
independientes, consiguiendo una iluminación brillante y sobrenatural.
otras Magdalenas son :
-magdalena del worcester art museum 1577
-magdalena museo de montserrat 1577
-magdalena - san eutropio de paradas 1580-1585
-magdalena museo de Cau-Ferrat 1585-1590
-magdalena museo bellas artes de bilbao
-magdalena kansas city 1580-86
y la ya muy posterior
-magdalena coleccion arango
Si pasais por la ciudad escocesa de Glasgow no dejeis de visitar la
colección privada de la casa-museo Pollok House
situada en el parque de ese nombre. Se trata de una gran mansión donada
al Estado por la familia Maxwell en 1966, uno de cuyos miembros Sir
Willian Stirling Maxwell, político e historiador, completó una valiosa
colección de obras de arte, entre ellas varias de Murillo, Goya, Sánchez
Coello y de muchos otros pintores españoles.
Pero os puedo asegurar que la gran sorpresa va a ser sin duda esta Dama del armiño que ahora vemos. Un retrato, independientemente quién sea su autor y quién sea
la dama que representa, que llama la atención por su belleza. Os
costará abandonar su contemplación. Maxwell lo adquirió en 1853 al
deshacerse la famosa colección que Luis Felipe I de Francia había ido
formando en el Louvre y desde entonces permanece en esta galería
escocesa. A su lado se encuentra también otra obra de nuestro pintor, Retrato de un hombre, de 1590.
Ahora
hemos tenido la suerte de verlo en España gracias a la decisión
acertadísima de incorporarlo a estas exposiciones del gran historiador
del arte y comisario de las mismas Fernando Marías. Sea ó no del Greco,
ante la duda, no perdamos la ocasión de verlo. No lo recuerdo bién, pero
me han dicho que en una de las exposiciones del Prado ha aparecido con
signos de interrogación( ? ) en la etiqueta de autor y fecha. Así pues,
ya veis como están las cosas. Por supuesto yo desde este blog me
abstengo de dar una opinión. Me limito a presentar las 3 hipótesis sobre
su autor, fecha y personaje representado qué más se barajan
actualmente. Ninguna de ellas se puede corraborar actualmente por falta
de datos ciertos :
- autor: el Greco
-fecha : 1576-1577
-personaje :¿ Jerónima de las Cuevas, compañera y madre de su hijo ?
la
más popular y que estuvo en vigor durante muchos años, prácticamente
desde principios del siglo pasado. Según parece las primeras noticias de
ésta obra datan del año 1836 cuando el Barón Taylor, comisionado del
rey Luis Felipe I para adquirir en Madrid arte español, lo compra a un
marchante habitual y es expuesto a continuación en la Galería Española
de París de 1838 como "la hija del Greco", etiqueta del todo
equivocada pués el Greco no tuvo nunca una hija. Fué posteriormente al
conocerse este hecho, ya en 1900, cuando se cambió por doña Jerónima de las Cuevas,
mujer ó ,al menos, compañera muchos años del pintor y madre de su
hijo. Pero, ¿fué fundamentado en algo este cambio, digamos, casi de "
última hora"?. Algo así como : ..."si no era la hija, que sea la
esposa".
-autor: Sofonisba Anguissola
-fecha : 1591
-personaje : Catalina Micaela , segunda hija de Felipe II e Isabel de Valois
Se
basa esencialmente en el estudio de su atuendo, su peinado y sus
adornos qué, segun Carmen Bernis, estudiosa de la forma de vestir y de
la moda de esos siglos, no correspondería ya con los años 1576-77, sino
qué habría que situarla a finales del XVI ó principios del XVII, pero
además, basándose en Bernis, María Kusche, máxima autoridad en la vida y
obra de la pintora Sofonisba Anguissola,
establece la novedosa hipótesis de la autoría de la obra por parte de
esta excelente pintora contemporánea del Greco, apoyándose también en la
similitud del estilo y, sobre todo, en el parecido con Catalina Micaela, segunda hija de Felipe II e Isabel de Valois, a la que Sánchez Coello hizo un retrato fechado hacia 1584-85
, y que algunos estudiosos lo adjudican a la misma Sofonisba. El
parecido es notable pero no definitivo, a mi parecer. Kusche ha llevado a
cabo estudios técnicos y establecido argumentos bastante rigurosos
amparando su teoría pero sin obtener la unanimidad de la comuidad de
expertos.
-autor: ?
-fecha : siglo XIX
-personaje : una actriz que representaba
"La judía de Toledo" en esa época.
Por último
García Jimenez fecha el cuadro nada menos que en el siglo XIX aduciendo
haber sido realizada por algún artista próximo al círculo de Serafín
García de la Huerta, pintor y marchante que vendió la obra al Barón
Taylor en 1836, tal y como hemos indicado en el primero de los
supuestos. Involucra a éste por ser nieto de Vicente García de la
Huerta, autor dramático que introdujo la obra de "la judía de Toledo"
unos años antes, y escogió el retrato de alguna de las actrices que
representaban a éste personaje, bellísimo el retrato y la actriz, para
ofrecerlo a Taylor como del Greco, y, además, su propia hija.
Para poner punto final a ésta polémica, transcribo literalmente las palabras del tristemente fallecido José Alvarez Lopera, gran autoridad en este tema y en la obra del Greco, sobre el asunto:
"....en
los años siguientes el Greco tendría que acercarse, para satisfacer a
sus clientes,a las ideas, y en cierto modo incluso a la factura, propias
del retrato de corte de la época.
A mi entender es desde
ese punto de vista desde el que hay que abordar La Dama del armiño, un
retrato sumamente controvertido en cuanto a su atribución y a la
identidad de la efigiada, pero que a mi entender no cabe eliminar del
corpus de obras del cretense............Por otro lado, desde Cossío en
adelante se ha hecho notar la técnica, prodigiosa y plenamente afín con
la del maestro, con la que están representados el forro de pieles, el
velo transparente de la toca o la lechuguilla de la manga.........se
trata, es verdad, de un unicum en la obra del artista, pero conviene
advertir que no se trataría de la únia vez en la que el artista,
buscando hacer una demostración de que podía sobrepasar a sus oponentes
en el terreno propio de éstos, cambiase inopinadamente de maneras y
produjese una obra de difícil encaje en su evolución estilística".
(José Alvarez Lopera - el Greco -pag. 64)
otra pequeña obra, 30x20 cms, también al temple sobre tabla, qué bién
podría ser una copia recordatorio ó de presentación a sus clientes
potenciales. Los estudiosos la datan entre 1573 y 1574, fechas en las
que el pintor seguía en Roma pero ya no vivía en el Palacio Farnesse del
que había sido expulsado según se desprende de una carta de su mano
quejándose del trato recibido y alegando no ser en ningún modo culpable
de las acusaciones que contra él se esgrimían. La naturaleza de las
mismas no se conocen , aunque algunas especulaciones han llegado
casi, a fuerza de repetirse, al grado de verosimilitud, como la de la famosa crítica a Miguel
Angel al serle encargado el trabajo de tapar algunas desnudeces del
grandioso Juicio Final de la Sixtina. (..."si se echase por tierra toda
la obra, él( el Greco) podría hacerla con honestidad y decencia y no
inferior a ésta en buena ejecución pictórica"... palabras del pintor que
encendieron los ánimos de artistas, críticos y hombres de letras de
aquella ciudad que todavía veneraba al gran florentino.)
Sea como
fuere, el Greco se vió de pronto fuera de la comodidad y ambiente
selecto del Palacio y debió instalarse por su cuenta pues, ahora sí, se
conocen muchos trabajos de su mano de estos años, unos firmados y otros
no. Sí está comprobado su ingreso en la Academia de San Lucas, condición
indispensable para ejercer por su cuenta el oficio de pintor y abrir
taller y recientemente se ha encontrado una corta biografía del médico
romano Giulio Mancini en la que se confirman datos como la llegada del
pintor a la Ciudad Eterna y, lo más importante, habla muy positivamente
de su trabajo como pintor verdaderamente asentado y con encargos
(..."había llegado a un gran dominio en su profesión"..).
Realizados
durante su estancia en el Palacio Farnese hay casi unanimidad en
adjudicar a la mano del cretense cuatro obras : el retrato de Giulio Clovio, el famosísimo Soplón,
ambos en el museo napolitano de Capodimonte, la vista del Monte Sinaí
que ya presentamos en entradas anteriores, hoy en el Museo de Heraklión,
y , al parecer, la Curación del ciego de
Parma. De estos años romanos existen también como de su mano algunos
retratos excelentes, anticipando ya todo lo bueno que nos dejará más
adelante en esta difícil disciplina artística. Entre ellos destacan dos,
amén del ya indicado de Clovio :
el de Vincenzo Anastagi y el llamado retrato de un arquitecto, ó retrato de un hombre,que podría ser Andrea Palladio.
Y ya en nuestra obra, volvemos a encontrarnos, como en el cuadro anterior de la Anunciación,
con un Greco distinto, repleto de espiritualidad y dramatismo, donde un
Cristo ya muerto preside desde la cruz una atmósfera etérea y
sobrenatural de densos nubarrones iluminados fantasmagóricamente,
anticipo de sus futuras vistas toledanas y ,también, de muchos otros
famosos Cristos crucificados, todo ello con pinceladas
nerviosas y sueltas, apenas sin dibujo, llenando luces y sombras en
tonalidades crudas y ásperas, sin apenas color, solo luz procedente de
la misma Gloria que Jesús acaba de alcanzar.