jueves, 30 de marzo de 2023

luis paret y alcázar - las hijas de paret, maría y ludovica - 1787

a estas alturas aún no hemos dicho una palabra del porqué de ese destierro de nuestro pintor. Tres años pasó en la isla de Puerto Rico durante los cuales continuó con su tarea de pintor en todo momento. Las causas por las que el Monarca, Carlos III, le condenó a este alejamiento de España, están posiblemente relacionadas con cierta complicidad, que él estimó existente, en la vida un tanto licenciosa de de su hermano menor don Luis de Borbón: hablando claro , le consideró su compañero de correrías ó, al menos, su alcahuete. Pero quizá la razón principal estribaba en el hecho de que el propio don Luis, por éste motivo y por el temor del Monarca, cuyos hijos habían nacido todos fuera de España y que por lo tanto podrían perder sus derechos sucesorios, tal y como se interpretaba en aquel momento la Ley al respecto, fué alejado de la Corte por su hermano como primera medida y condicionado en su matrimonio, que en ningún caso debería dar lugar exigencias sucesorias.

La obra que estamos viendo, de un corte totalmente rococó, fué llevada a cabo una vez que el pintor, por fín, fué perdonado y pudo regresar a España, aún cuando no se le permitió residir en Madrid, sino a una distancia determinada que lo llevó a Bilbao. Era el año de 1785. Allí residió con su esposa, Micaela, francesa, y con sus hijas María y Ludovica. Formaba pareja con el del retrato de su mujer, hoy en el Prado, y ambas están pintadas sobre lámina de cobre y enmarcadas en trampantojo con adornos de flores y telas en el más puro estilo francés dominante. 



martes, 14 de marzo de 2023

luis paret y alcázar - autorretrato de estudio -1777

 sobre si se trata en efecto de un autorretrato de nuestro pintor había ciertas dudas, aún cuando los estudios y observaciones de algunos competentes estudiosos se dirigían ya a dar por válida su autoría. En efecto, al observar otro autorretrato conocido, el que se encuentra en el Museo de Arte e Historia de San Juan de Puerto Rico, apreciaban, verlo si no, un claro parecido entre ambos rostros. Por supuesto me diréis que la indumentaria y el porte de ambos representados son bién diferentes. Ello encajaría también en sus disquisiciones , dado que la de Puerto Rico de 1776, vestido como un jíbaro y portando a la espalda un racimo de plátanos, la llevó a cabo durante su destierro en ésta isla del que más adelante hablaremos, y cuya intención podría ser la de ablandar al Rey y tratar de conseguir el permiso para su retorno; en cambio en éste que estamos comentando, Paret, aparece ricamente ataviado, con ropas finas y caras y en aptitud melancólica y pensativa, como siempre fué muy habitual en autorretratos de artistas.

Más aún, un segundo auténtico autorretrato, el perteneciente a la colección Abelló, del año 1779, es decir, pintado ya en (Bilbao), España, es asombrosamente parecido al que vemos, exceptuando parte de los elementos simbólicos, libros, mapas o bustos clásicos; pero en ambos aparece un barco con la enseña de la Cruz de Borgoña ó de San Andrés, esto es, español, en pleno naufragio.

Sin embargo los estudios radiográficos recientísimos, llevados a cabo en ésta obra precisamente durante la exposición que estamos tratando, han revelado sin ningún género de dudas que se trata de un verdadero autorretrato de Paret, llevado a cabo durante su destierro en la isla caribeña el año de 1777. Una inscripción en latín encontrada en el reverso de la tela así lo demuestra.  

Tras todo esto, podemos ahora seguir una razonable interpretación de las tres obras, que encajan perfectamente con su cronología. La mas temprana, de 1776, la del jíbaro para entendernos, la lleva a cabo en mismo año de su destierro en la isla, cuando todavía esperaba de Carlos III, una muy pronta derogación de su pena, y se representa así posiblemente, como ya hemos indicado mas arriba,, para simbolizar las condiciones en que se encontraba, impropias de su estatus y condición.

 La siguiente, la que aquí vemos, de 1777, también pintada en Puerto Rico, es de dos años después, dos largos años esperando clemencia que nunca llegaba; entonces lleva a cabo una escena totalmente añorante, llena de simbología que alude a su condición de hombre erudito y artista , que languidece tristemente en aquel lugar apartado que en ningún caso le corresponde; además se considera un hombre que está naufragando,  a punto de perder todo lo conseguido en su devenir como artista y cortesano.

Por último, ya en el Bilbao de 1779, un año después de su vuelta, perdonado pero todavía alejado de La Corte por imperativo Real, nos ofrece el tercer autorretrato, libre de añoranzas, pero manteniendo la escena del naufragio, es decir, todavía pendiente de su total liberación.