en 1833 chicago no era más que un pequeño asentamiento de poco más de 4000 habitantes situado en la frontera oeste de una nación que comenzaba a expansionarse. En los siguientes 100 años se convirtió en el principal nudo de transportes de la nación, con una gigantesca industria volcada en la carne y su empaquetado y distribución, pasando a ser la cuarta ciudad más grande del mundo. La exposición mundial que en el año 1933 se inaguró junto al lago Michigan pretendía precisamente mostar este fabuloso desarrollo en un momento en el que la cuarta parte de la población trabajadora del país estaba en paro y las perspectivas de recuperación eran todavía muy remotas. Claro está que las de éxito económico de la propia exposición eran aún peores, máxime cuando desde el primer momento se intentó pagarla exclusivamente con fondos de origen privado.
Pero, a pesar de tan malos augurios, fué todo un éxito en todos los órdenes, incluido el económico y mostró , pabellón por pabellón, la importancia del desarrollo de la técnica y la ingeniería en la calidad de vida de los pueblos en general y de ésta ciudad de los Grandes Lagos en particular. Un siglo de Progreso. El cartel que podéis ver no puede ser más elocuente en éste sentido. La fabulosa representación iba a devolver las ilusiones a un pueblo acobardado y pesimista que tras la Gran Depresión había perdido el Norte.
Como ejemplo de este alarde de tecnología os diré que la Exposición quedó inagurada con el encendido de todas sus luces mediante la pequeñísima radiación que nos está llegando de Arturo, estrella situada a casi 37 años luz de distancia y que podeis ver hacia el oeste en las primeras horas de las noches de verano en el hemisferio norte. La ciencia y su aplicación a la vida era capaz ya de concentrar la luz en multitud de células fotoeléctricas de varios observatorios astronómicos y obtener la cantidad de energía necesaria. Eso sí, la mayoría de la arquitectura que se construyó empleó materiales modernos y baratos acordes con la crisis. Pero en su interior todo era una atractiva demostración sobre lo que la tecnología y la ciencia podían hacer para mejorar y hacer mucho más agradable y fácil nuestra vida cotidiana, desde los transportes, ferrocarril, barcos y aviones hasta la electrificada cocina de la nueva ama de casa americana.
Pero además fué un lugar de contacto de industriales e inventores que podían ver de primera mano nuevos hallazgos tecnológicos decisivos para sus proyectos. Así ocurrió con el motor diesel y el ferrocarril : de su oportuna alianza salieron las potentes locomotoras diesel que tanta importancia tendrían en este tipo de transporte a lo largo y ancho de ese extensísimo pais y después de todo el globo.
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