Citado por primera vez en 1666, en el Real Alcazar de Madrid, este retrato es uno de los ejemplares del Greco que mayor interés literario y artístico ha suscitado desde su temprana exposición en el Prado. Responde a una tipología poco frecuente, la de busto corto, y donde el retratado se enfrenta de manera muy directa al escrutinio del espectador, reduciéndose al máximo los elementos retóricos que acompañaban y contextualizaban el retrato en la Edad Moderna: vestimenta, escenario y gestualidad. Con una propuesta tan austera, el artista ofrece en esta cabeza una de las cumbres de su condición de retratista, y así ha sido percibida por artistas e historiadores. Sirva de resumen, de cuanto de esta obra se ha dicho, las palabras de Bartolomé Cossío en su catálogo sobre el pintor de 1908: Es difícil hallar entre todos los retratos del Greco, un trozo superior a esta cabeza; por el severo ajuste de la ejecución y por la suprema sencillez de fondo y forma. Está firmada en el fondo, sobre el hombro izquierdo (Texto extractado de Ruiz Gómez, L.: El Greco. Guía de sala, 2011, p. 59)
(extraído de la página oficial del Museo del Prado : http://www.museodelprado.es/ )
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