Sobre
un plato de peltre o estaño, propio de los ambientes domésticos de los
siglos XVI y XVII, colocado sobre un alargado sillar sobriamente
definido se observa un agrupamiento de frutas cuyo cromatismo contrasta
vivamente entre sí: rojizo y transparente en unas, azulado y opaco en
las otras; tal combinación produce un elegante efecto decorativo,
aumentado por el carácter discreto del conjunto que, aparentemente, poco
tiene que ver con otras creaciones del maestro, más acordes con la
prosopopeya acumulativa del Barroco. Fueron varios los pintores
españoles que al igual que elaboraban cuadros eminentemente complicados,
llevaban a cabo creaciones de sorprendente simplicidad.El autor, sin
duda, escogió estas sencillas vituallas así como los elementos que las
acompañan necesariamente por el deseo de reproducir sus formas, su
consistencia, su materia, sus colores y los reflejos que sobre todo ello
provoca la luz que se difunde suavemente desde la izquierda. Gusta de
alternar las áreas envueltas en sombra con las bien iluminadas y la gama
cálida con la fría, a fin de alcanzar un concepto de perfección dotada
de autenticidad, que expresa de manera convincente su sabiduría más que
consumada para que el conjunto ofrezca a ojos del espectador las
apariencias de la realidad.Por el momento nada puede afirmarse referente
a la fecha de realización de la pieza pero, siguiendo las precisiones
expresadas en el párrafo anterior, cabe pensar en una datación tardía en
la trayectoria del maestro (Texto extractado de Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado: de Van der Hamen a Goya, Museo Nacional del Prado, 2008, p. 60).
(extraído de la página oficial del Museo del Prado : http://www.museodelprado.es/ )
No hay comentarios:
Publicar un comentario