bueno, aquí tenemos a Vincent Van Gogh, al que por fuerza lo teníamos que encontrar en esta Exposición, pués no en vano, Vincent fué uno de los pintores que más trabajó al aire libre y qué, como Monet, más insistió en la necesidad de salir a encontrarse con lo natural. Especialmente en éste casi último tramo de su agitada vida, fué una perentoria necesidad que le tenía de sol a sol recorriendo toda la campiña de Arlés en busca de motivos para sus obras. Dicho así parece que estamos hablando de la actividad de un pintor más o menos entusiasta del paisaje, plácidamente enfrascado disfrutando de su hobby favorito, pero, nada más lejos de la realidad.
Van Gogh fué un ser atormentado desde su mediana edad, obligado por si mismo a triunfar de un modo u otro, y qué, afortunadamente para todos los que hoy podemos ver su extensísima obra, se fué decantando hacia la pintura como medio de ganarse la vida y sobre todo de encontrar un estado utópico de paz y serenidad de espíritu. Su mano no pintaba impresiones externas a la manera de Monet, aunque lo parezca en muchos de sus cuadros, sino algo mucho más complicado: conmovido por los colores, y, por supuesto por la belleza de la naturaleza, los incorporaba al lienzo tras transitar por su complicada personalidad, llena de recodos angostos y correosos unas veces y suaves y llenos de luz otras, y por los filtros de su genuína formación cultural y espiritual . Puede que durante muchos de los meses de su estancia en ésta localidad del mediodía francés, fuesen más frecuentes los que siguieron el segundo proceso, pués de la enorme cantidad de obras de todo tipo que realizó entre febrero y octubre de ese año, 1888, la mayoría son alegres y llenas de colores calientes y vivísimos. Y, lo más impotante quizá, muchísimas son obras maestras...!verdaderas obras maestras, sí, de lo mejor que tenemos hoy en los Museos, pintadas en sucesión, una detrás de otra !. Joyas salidas de las manos de un pintor ignorado, prácticamente desconocido, que podía comer gracias a su hermano Theo, en busca de una forma de expresarse pura, auténtica y definitiva, pero roto por dentro y sin apenas esperanza de encontrarla, ni siquiera de saber quién era en el mundo artístico del momento.
un pintor, por otro lado, que nos lo ha contado todo, no solo sus estados emocionales sino sus logros y progresos artísticos, sus intenciones, su técnica, sus luchas, ilusiones y miedos. Si teneis ocasión, ó quereis conocer más a fondo la vida y la obra de éste genio holandés, leer sus Cartas a Theo, que no és como sabeis ,un libro, sino una serie larguísima de cartas cruzadas entre ambos hermanos durante toda su vida. Theo, en efecto, fué su mantenedor, marchante y confesor ó confidente, y quizás sin él no veríamos hoy ninguna de las obras de Vincent.
Seguiremos hablando de éste período de la vida del maestro, y ,espero acordarme de la palabra maestro entonces, en las dos siguientes entradas.
Hablemos ahora de ésta pintura, propiedad del Museo Thyssen de Madrid. Bueno, es una más de las obras de Arles de aquél verano fructífero del 88 y el propio pintor habla de ella en una de sus cartas:
«He visto un efecto magnífico y muy extraño, esta tarde .Una barca muy grande cargada de carbón en el Ródano y amarrada al muelle. Vista desde lo alto, estaba toda luciente y húmeda por un chubasco; el agua era de un blanco amarillento y gris perla turbio; el cielo, lila y una faja anaranjada al poniente; la ciudad violeta. En la barca, pequeños obreros azules y blancos iban y venían llevando la carga a tierra. Era un Hokusai puro».
como veis, Van Gogh le describe con el máximo detalle a su hermano los colores que le han impresionado, eran comentarios muy frecuentes en estas epístolas, pero también la escena, y de sus palabras parece que se desprende cierto afecto por el trabajo de los pequeños obreros. Por otro lado lo que más define la etapa artística en la que se encontraba Vincent, es la última observación : era un Hokusai puro. En efecto, en aquel momento lo que más buscaba en Arlés era encontrarse allí con el país del Sol naciente y su forma de sentir el arte y la vida a través de éste. Prueba de ello, aparte del comentario, es la gran cantidad de paisajes de árboles al más puro estilo japonés que realizó en estos meses. El arte que conmovía a Van Gogh llevaba la naturaleza y su evolución a través de la sucesión de sus estaciones al interior de las casas, y éstas lo exhibían de acuerdo con éstos ciclos periódicos, de manera que en todo momento percibían y sentían la comunión con el mundo natural : sus flores, sus árboles, sus nieves, .....Van Gogh lo tomó como guía ya desde París a través de los numerosísimos grabados entonces de moda, y lo reencontró de forma natural en la Provenza llena de frutales en flor y de estampas orientales en cada rincón que visitaba. Era como transportarse a un paraíso ideal lleno de paz y armonía.
He encontrado ésta página del artista japonés mencionado, Katsushika Hokusai, que demuestra hasta que punto la línea y el tipo de grabado sereno y sencillo de sus obras aparece reflejado en muchísimos de los paisajes pintados por Vincent durante éste año y posteriormente. Ved también algunas obras de Eisen Keisai (1790-1848) y Hiroshige Utagawa (1797-1858).
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