Durante el año 1570, año más probable de la ejecución de esta obra, el Greco marchó a Roma donde residiría casi con seguridad hasta su marcha a España. El que sea ese año precisamente lo atestigua una carta fechada en la que se dice: "ha llegado a Roma un joven candiota, discípulo de Tiziano, que a mi juicio figura entre los excelentes en pintura". La carta en cuestión es de Julio Clovio,
miniaturista instalado en Roma pero de origen veneciano, realmente había nacido en una ciudad en lo que hoy es Croacia y que entonces pertenecía a la República, y va dirigida al cardenal Alessandro Farnese, pidiéndole además alojamiento para el pintor , al menos de forma temporal. El Greco había hecho amistad con un sobrino de éste artista, Guido, capitán al servicio de Venecia, el cual a la vista de su obra, y de los deseos manifiestos del pintor de trasladarse a la Ciudad Eterna, no dudó en hablar con su tío.
El jóven cretense fué acogido en el Palacio Farnese, donde también residía Clovio, por entonces ya famoso y solicitado miniaturista trabajando para el poderoso Cardenal y familia. No olvidemos que éste último, nieto a su vez de un Papa, Paulo III, por cierto de nombre Alessandro Farnese también, y cardenal desde los 14 años, además de gran estadista fué un verdadero mecenas, cuya casa acogió a lo más selecto de las artes y las letras. Durante los pocos años que pasó el Greco en Palacio pudo con toda probabilidad conocer y tratar a muchos de ellos aumentando de éste modo su creciente formación humanística.
Entre ellos estaba el canónigo Fulvio Orsini, bibliotecario de la casa, hombre apasionado por la arqueología y todo lo referente al arte y las letras de la Antigüedad, poseedor además de una de las mas completas bibliotecas de la ciudad y, por supuesto, de una gran colección de obras de arte. Imaginar al Greco immerso de la noche a la mañana en este ambiente privilegiado, máxime para un joven de 29 años con sus inquietudes clásicas y humanísticas.
-Oiga, hasta ahora apenas nos ha dado datos concretos de la vida de éste artista, y de pronto nos habla de cualidades que parece las da más que por sabidas. ¿como se come eso?.
Tiene usted toda la razón. Quizá me he excedido dando por hecho el que tuviera ya estas ambiciones humanísticas en estos años de su juventud, pero es muy posible que fuera de ese modo a la vista de los dos inventarios de sus pertenencias que conocemos perfectamente. Efectivamente, ambos fueron realizados por su hijo Jorge Manuel, el primero el año de su muerte, 1614 , y el segundo en 1621, esto es, muchísimo después, pero en ellos aparecen la mayoría de las obras literarias clásicas y modernas más importantes, así como tratados de pintura y escultura de la época, que dan una imagen contundente de un pintor profundamente interesado en la búsqueda de la belleza artística a través del conocimiento intelectual. Es posible que en esos años su formación en ese sentido fuera todavía incipiente, pero ya a los 29 años al menos las inquietudes de las que hablamos han florecido en cualquier espíritu de éstas características.
Y si no, a poco que analicemos la obra que nos trae, podemos ya intuir que algo de esta manera de hacer afloraba ya en la obra del pintor de Candia. Se trata de un cuadro muy pequeño, 26 x 20 cms, pintado al temple sobre una tabla y ya lo presenté en el capítulo correspondiente a la exposición celebrada en el Prado , la Belleza encerrada, del año pasado.
Una verdadera delicia, que todos los que visitarais esa maravillosa exposición recordareis sin duda. Ahora vuelve a aparecer en este año de Aniversario del Greco como no es para menos. Si la pintó todavía en Venecia ó ya en Roma no se sabe con certeza, pero es para mi gusto una de sus más delicadas obras, todavía italiana, ó mejor, ya muy renacentista, de éste oscuro pasage de su vida artística. Sigue persiguiendo la occidentalización de su estilo, perfecciona sus modales italianos, copia quizá, pero deja caer sobre la obra su propio espíritu que la transforman ya en algo propio. Creo que deja ya atrás sus obras de mayor formato que poco a poco le iban afianzando en la forma de pintar de aquella modernidad y se mueve en un terreno mucho más íntimo y personal.
Aún cuando, siguiendo una vez más al Tinttoreto, establece una perspectiva con un punto de vista lejano y frontal que configura de una vez toda la escena, ésta se ve transformada, inmersa en algo sobrenatural, ajeno a todo lo terrenal representado. La aparición de un ser angelical, flotando sobre una nube que parece haber entrado por la abertura de la derecha y que proyecta una sombra sobre el suelo, viene acompañada por una explosión de gracia divina que desde lo alto alcanza a la joven virgen difuminando ligeramente su cabeza y provocando en ella un éxtasis incomparablemente representado en su rostro y en su postura.( Y aquí os aconsejo, vale para todas las entradas de éste blog, que abrais la figura en una ventana aparte con el ratón derecho y amplieis ésta con +....!lo estareis viendo mucho mayor de lo que es en realidad!). Para remate el gesto ingrávido del Angel extendiendo la mano es de una delicadeza infinita, mientras intercambia con María una mirada plena de armonía y quietud. La obra es así, tranquila y serena, y nada tiene que ver con sus logrados anteriores Curaciones de ciego ó Expulsiones del templo , y mucho menos con la Anunciación del famoso Tríptico de Módena de la entrada anterior, ¿de tan solo dos años antes?.
Compararla también si quereis con otra Anunciación existente en el Museo Thyssen de Madrid, bastante más grande, 117 x 98 cms, pintada al parecer ! seis años después! y, para mí, una burda copia de ésta del Prado sin alma y sin intención, aunque de más elaborada técnica y ya al óleo sobre lienzo.
Hola :) ¡qué hermosa pintura! siempre me ha llamado la atención estos tipos de pintura de los siglos XVI, XVII,gracias por compartirlo!
ResponderEliminarsaludos desde Venezuela :)
el Greco tiene algo especial, ¿verdad?. Gracias por visitar el blog desde esa nación tan maravillosa y por tu comentario.
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