Bién sabido es que el Greco permaneció en el más absoluto de los olvidos desde su muerte hasta bién entrado el siglo XIX. Es ya en éste cuando su figura empieza a recuperar su verdadero valor dentro del arte español aunque de una forma un tanto indirecta, pués son algunos literatos románticos franceses quienes a mediados del mismo le comienzan a ver, no tanto bajo la condición de pintor extravagante y raro en la que permanecía sumido, sino como un creador perfectamente romántico, un verdadero genio producto del misticismo típicamente español, a quién integran dentro de su admiración por ésta cualidad asociada al pintoresquismo español , muy de moda en estos años entre el mundo intelectual de su país. A partir de ahí su revalorización no decaerá y tanto el Modernismo como la generación del 98 le confirmarán como uno de los máximos exponentes del alma castellana. Así, dice Unamuno:
«Llegó [el Greco] de tal modo a consustanciar su espíritu con el del paisaje y el paisanaje en medio de los que vivió, que llegó a darnos mejor que ningún otro la expresión pictórica y gráfica del alma castellana...».
Pio Baroja, el año 1900, dedicó a nuestro pintor 3 artículos publicados en el diario el Globo bajo los títulos:
Cuadros del Greco, I. Los retratos del Museo del Prado. Cuadros del Greco, II. Asuntos religiosos del Museo de Prado. Cuadros del Greco. Tierra castellana. En Santo Tomé. En el primero de ellos se encuentran estas palabras :
Se encuentran colocados estos retratos en la antesala que precede al gran salón del Museo. Son ocho, cinco de ellos están a la
izquierda de la puerta de entrada; a la derecha los otros tres.
Les designo por nombres que no tienen. Señalarles por su
número solamente, me parece frío y sin expresión. Un nombre, aunque no sea completamente justo, da siempre un siso
de personalidad a lo que indica........
Esto es, todavía en 1900 la obra del Greco no era demasiado considerada como lo prueba el hecho de no contar con un lugar propio y destacado en la más importante pinacoteca española, ante lo cual se indigna Baroja, especialmente cuando comprueba su total falta de identificación ni comentario alguno. Pues bién, entre esos ocho retratos estaba nuestro Caballero de la mano en el pecho, designación totalmente anónima y que debemos precisamente a este escritor vasco.
De ellos traemos aquí cinco , que con éste harían seis, esto es, faltan dos de los ocho que ennumera Baroja. Se trata de:
- retrato de caballero 1600-1605
- retrato de caballero joven 1600-1605
- retrato de jeronimo de ceballos
- retrato de rodrigo vazquez 1587-1597
- retrato de Fray Hortensio Félix Paravicino 1609
La mayoría de ellos, sinó todos, proceden de la donación que la viuda del duque del Arco hizo a Felipe V. En ese momento pasaron al Patrimonio Real y posteriormente acabaron en el Prado de Madrid. Durante muchos años, así pués, habían adornado los salones de la famosa Quinta qué éste noble, gentilhombre de cámara, caballerizo, montero mayor de su majestad y alcalde del Pardo, poseía en este pequeño pueblo cercano a Madrid. Durante los años 30 fué residencia de Don Manuel Azaña, presidente de nuestra II República y sirvió también de alojamiento a una de las divisiones, la V, del ejército republicano durante la última Guerra Civil. Actualmente está reconstruida y se puede visitar.
Centrándonos en el retrato que nos trae, sin duda el más famoso del maestro cretense, se trata de una obra que ha soportado por lo menos cuatro restauraciones y más de un repinte. La apariencia actual, bellísima, es el resultado final de la última de ellas llevada a cabo en 1996 por uno de los mayores especialistas en el estudio y la rehabilitación de obras del Greco: Rafael Alonso.
-todo lo que nos cuenta es muy interesante, pero, quiere decirnos de una vez quién es el caballero de la mano en el pecho
me gustaría muchísimo decírselo pero, no se sabe de ningún modo, de su identidad solo se han hecho conjeturas. Incluso sobre su actitud, con su famoso hombro izquierdo un tanto caído, se han escrito un aluvión de palabras, relacionando ésta con un posible nombre propio, pero nada de ello está plenamente confirmado. Que el hombro caído es debido al ademán de bajar el brazo para empuñar la espada en un gesto de fidelidad ó acatamiento, gesto refrendado por la elocuente mano derecha en el pecho, y que éste ademán estaría justificado si se tratara de don Juan de Silva y Silveira, el cuarto conde de Portalegre, acusado de traición durante la batalla de Orán, o bién que la caida de marras es debida a un arcabuzazo recibido por éste mismo personaje en la batalla de Alcazarquivir, ó bién que podría tratarse del mismísimo manco de Lepanto, nuestro Crevantes en persona..........O simplemente es un caballero cualquiera en el acto de juramento como tal.
Pero yo he traído el cuadro aquí más para que disfrutéis de él que para leer lo poco que se suele saber de algunas de las obras del pintor cretense. Otra vez os pido que lo amplieis al máximo en página aparte desde el botón derecho del ratón y luego presionando +; y después fijaros casi exclusivamente en su bello y sereno rostro: es de una nobleza que asusta, con uno de sus ojos vivo y brillante y el otro más apagado. Para mí, todo el cuadro está en las facciones del caballero. Otra vez vuelve el Greco a demostar su genio desde estas primeras obras españolas, ahora como extraordinario retratista.
ca ca e es caca tu
ResponderEliminarRespecto a su identidad solo hay que compararlo con el cuadro también realizado por el Greco de Rodrigo Vázquez de Arce para ver qué se trata de la misma persona aunque esté más viejo
ResponderEliminarSiii?…..podría ser….
ResponderEliminarLe agradezco mucho su observación , me encanta que me ayuden.