según he encontrado en la web, este retrato de Sorolla "fué adquirido por el Estado en Enero de 1993 a Doña encarnación Ramos Bermejo en 4.350.000 pts".
Es indudable que nuestro pintor se distinguió especialmente a lo largo de toda su abundante obra como un excelente pintor de niños, solos o formando parte de grupos familiares. Empezando por su bellísimo Los hijos de los señores de Urcola de 1907, propiedad de la Fundación Masaveu, pasando por el de su hijo Joaquín de 1896, vestido de blanco, de la Fundación Sorolla ó el retrato de Basel Mundy de 1908, hasta llegar a sus doradas representaciones de niños en la playa ó, de acuerdo con su faceta social mucho más comprometida, a niños de ambientes humildes, niños trabajando ó fisicamente débiles.
Podemos hablar un poco de la biografía de éste niño que reposa en una buena butaca, entre almohadones de calidad, con un balón como lo quisieran la gran mayoría de los pequeños de su misma edad en la España de finales del XIX. Es indudable que se trata de un infante perteneciente a una familia acomodada. Sorolla lo hace saber, ver si no la clase de ropa que viste. En efecto se trata de su sobrino político, por parte de su mujer Clotilde, quién era hermana de Antonio García del Castillo, casado con María Banús. En la familia García Banús destacaron algunos de sus miembros dentro del grupo de intelectuales españoles de ideología liberal. Así, dos hermanos de Clotilde, Antonio y Mario, desarrollaron carreras brillantes en el ámbito docente, el primero, profesor de química en la Universidad de Barcelona, hubo de exilarse y fundó en Bogotá y los Andes sendas facultades de ésta disciplina y Mario fué profesor de biología en la Universidad de Yale. María Teresa, hermana de Jaime, fué durante toda su vida una destacada feminista. Y, finalmente digamos que otro Jaime García Banús, abuelo del niño del retrato, fué también profesor en Valencia y destacó en las disciplinas de Neurohistología y Psicología experimental.
El cuadro presenta como veis una dedicatoria, " a mi hermana María", como si fuese el niño, Jaime, quién le ofrece su retrato a su hermana María Teresa. Para mi gusto, lo mejor del cuadro, como en tantos retratos de Sorolla, está en la expresión infantil y queda, parada, del rostro y en el maravilloso uso de los delicados tonos blancos, que con los marrones- rojizos y el complemento azul establecen un equilibrio visual magnífico.
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