Hoy comenzamos la presentación de algunas de las obras que nos ha ofrecido el Museo Thyssen de Madrid en su exposición sobre las más sobresalientes mujeres que entre los siglos XVI y XX contribuyeron con su espíritu artístico al desarrollo del arte.
Comenzamos con una de las más destacadas, Artemisia Gentileschi, nacida en Roma en 1593 e hija de otro destacado pintor, muy próximo al gran artista milanés Caravaggio, Oracio Gentileschi, y del que extrajo el gusto por el dinamismo y fuerza que caracterizan muchas de sus obras.
Son famosas sus pinturas de mujeres célebres de la Historia, como Judit, Cleopatra, Lucrecia ctr.
No pudiendo acceder a ninguna de las Academias de arte por el hecho de ser mujer, su padre la buscó un profesor privado, Agostino Tassi, quién, cuando Artemisia contaba 18 años, la violó, prometíó casarse con ella a continuación, pero acabo desistiendo, en realidad era hombre casado, por lo que Oracio, su padre le denunció formalmente ante el Tribunare Criminale del Governatore di Roma; el proceso duró siete meses y durante el mismo se trató por todos los medios de que la pintora negara su acusación, parece ser que recurriendo incluso a la tortura. Todo esto no dejó de influir en la jóven incluso en la forma de abordar sus propias obras. Finalmente casaría con un pintor de segunda fila, lo que, para la mentalidad de la época, resarció su honorabilidad como mujer.
A partir de ahí, Artemisia desarrolló plenamente una exitosa carrera artística, residiendo sucesivamente en Florencia, donde ingresó en su famosa Academia de Dibujo y llegó a estar protegida por Cosme II de Médici, después en Génova, Venecia, Nápoles y finalmente Londres donde acudió llamada nada menos que por el rey Carlos I y donde encontraría a su padre, pintor cortesano del monarca. Nada mejor para ella que trabajar junto a él. Tras residir casi cuatro años en la ciudad del Támesis, volvería posiblemente a Nápoles donde moriría a los 63 años de edad, ó quizá un año más tarde.
Artemisia pone en escena en esta obra a las dos mujeres Judith y su criada Abra tras haber consumado sus propósitos: acabar con el general Holofernes, capitán general de los ejércitos asirios que desde hacía días sitiaban la ciudad hebrea de Betulia. Ambas, en especial Judith, se habían ataviado con sus mejores ropas e introducido en el campamento enemigo haciéndose pasar por unas traidoras a Israel. Recibidas por Holofernes le expusieron su plan para hacer caer definitivamente la ciudad : durante tres días ella debería orar de madrugada y al atardecer hasta que recibiera de su Dios el plan definitivo de asalto con el que los asirios tomarían la ciudad. El general accedió gustoso, máxime tras haber quedado prendado de la belleza de Judith, hasta tal punto que finalmente la invitó a pasar la noche con él en sus aposentos. Con una gran cesta conteniendo ricos manjares y vino en abundancia acudieron al encuentro durante el cual Holofernes bebió tanto que acabó tendido en el lecho completamente ebrio. Con la misma espada del general, Judith le decapitó y puso su cabeza dentro de la cesta, como podemos ver en el cuadro.
De algunos años después, 1624, es otra obra suya del mismo tema, que actualmente se puede admirar en el Instituto de las Artes de Chicago y en la cual se hace mucho más evidente la influencia de Caravaggio; figuras extraordinariamente iluminadas aprovechando al máximo el claroscuro.
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