con esta obra entramos en el período más largo de la vida de Martin Rico, el período italiano ó, mejor, el francés-italiano, pues, acabada la guerra, volvió a París y se asento definitivamente allí. Sin embargo era imprescindible para cualquier pintor el consabido viaje a la Ciudad Eterna y ,ya allí, al resto de Italia. Además su amigo Fortuny estaba en Roma y siempre pretendió que Rico se quedara a vivir allí, cosa que no consiguió, entre otra cosas porque ésta hermosa ciudad tan cargada de historia y arte nunca fué de su agrado. Ni le decía nada ni se encontraba a gusto.
Todo lo contrario que con Venecia. La antigua República del Adriático constituyó para él una sorpresa y a partir de entonces nunca dejó de frecuentarla ; cada verano dejaba Francia para pasarlo en esta ciudad del Véneto que era su segunda casa hasta que finalmente se instaló allí hasta el final de su vida.
Desde su viaje a Granada y otras capitales españolas como Toledo y Sevilla, Rico comenzó a pintar, cada vez con más frecuencia, arquitecturas. Tal vez desde su época de alumno en Madrid, donde tuvo maestros que muy bién pudieron inculcarle este interés, tal vez su afán por el dibujo detallado y geométrico, lo cierto es que el dibujo perfecto de grandes y pequeños edificios llenó muchísimos de sus cuadros. Y aquí en Venecia los tenía a mano y en abundancia.
Esta vista de parte del patio interior del Palacio Ducal es más bién rara en el extensísimo repertorio veneciano de nuestro pintor. Es del año 1883, cuando Rico llevaba ya diez años pintando por toda la ciudad y quizá por eso elegía ya temas no tan corrientes ni representativos. Pero lo de raro no lo hemos dicho por esto sino por ser una obra donde falta...el agua. Inconcebible en Venecia y más inconcebible en él. Es de las pocas vistas en las que no aparece. Tampoco tiene demasiada importancia la cosa.
Lo que sí la tiene es el estudio detallado de elementos arquitectónicos y esculturas que llena todo el cuadro , todos ellos iluminados por un radiante sol . Rico incorpora como es habitual personas llenado y humanizando la escena y además, como veis, pinta un cielo totalmente diáfano y azulísimo, cosa que repetirá en muchísimos de sus obras en esta ciudad.
La representación es exacta . En las siguientes entradas sabreis porqué digo esto que parece evidente y no viene al caso. Para que os orienteis, pués, ¿quién no ha ido a Venecia ?, he incluido una foto aérea del conjunto que forman la Iglesia de San Marcos, de la qué, como veis, aparecen sus preciosas cúpulas en la obra, y el Palacio Ducal y alguna foto del interior del patio más amplia que la vista que toma Rico.
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