En 1870, Fortuny se instaló en Granada, en una casa al pie de la Alhambra donde pintó el jardín que rodeaba su estudio, lleno de vegetación y captado bajo la atmósfera resplandeciente de una soleada tarde de verano. Captó del natural la magnífica vegetación, entre las que destacan flores que realzan, junto a la fuente, el refinamiento y la belleza de la composición. La frescura y viveza de la composición, que recuerda a los paisajes velazqueños de Villa Médicis, anuncia la mejor etapa de su arte.Este cuadro figuró inacabado en la venta de Fortuny en París en el año 1875, momento en el que muy posiblemente fue comprado por Ramón de Errazu. La obra es un testimonio excepcional de la concurrencia de la pintura de Fortuny con la de su amigo Raimundo de Madrazo quien, hacia 1877 trabajaba a menudo en la casa de Errazu. Fue él quien completó la tabla y la firmó incluyendo la figura de su hermana Cecilia, esposa de Fortuny. Esta última figura la pintó en París en 1877, año que debe señalar la fecha de terminación de la obra. Al introducir la figura de Cecilia, el artista acentuó el carácter elegante del tranquilo y recoleto lugar. No es extraña esta intervención de Madrazo en las obras de Fortuny, pues ya lo había hecho, a petición de éste, y precisamente en la casa de Errazu, en su cuadro más famoso, La vicaría (Texto extractado de Díez, J.L.; Barón, J.: El siglo XIX en el Prado, Museo del Prado, 2007, pp. 312 y 314).
(extraído de la página oficial del Museo del Prado : http://www.museodelprado.es/ )
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