resulta difícil imaginar para cualquier persona corriente, cualquiera de nosotros, otra lectura diferente a la que directamente representa el famoso pintor francés Francois Millet en su obra del mismo nombre, el Angelus: dos campesinos entregados con devoción al rezo en una pausa en sus labores cotidianas. Nada más simple. El cuadro, que podeis admirar en el Museo de Orsay de París, es relativamente pequeño, 66x55 cms, y de él se han hecho infinitas representaciones de todo tipo.
Sin embargo a Dalí le turbó. Una de estas representaciones colgaba de una de las salas de la escuela de Figueras a la que asistía de niño, pero, según cuenta el mismo pintor, fué tras la agresión que recibió la obra por parte de un demente en agosto de 1932, quién acuchilló la tela con saña, cuando el pintor , casi sin venir a cuento, son palabras de Dalí, se vió sorprendido por su imagen "sin ningún recuerdo próximo ni asociación consciente que permitan una explicación inmediata". A partir de ahí el de Figueras llegó a la conclusión de que esa escena tan ingenua y aparentemente apacible encerraba con toda certeza un significado oculto muy lejos de su sencilla candidez.
-un tanto retorcido, ¿no cree usted?-
Pues no se que decirle, la cosa no es tan rara ni tan infrecuente. No le ha ocurrido algunas veces el sentirse obsesionado o conmovido por una forma ó un objeto qué, sin saber porqué, le transmite algo relacionado con su propio estado anímico, objeto unas veces trivial , cotidiano y hasta familiar, y otras espontáneo y novedoso. Lo mismo ocurre con escenarios, lugares, ambientes, olores, sin entrar ya en el terreno musical ó plástico, donde podemos hablar ya de asociaciones contínuas con nuestro subsconciente más profundo. Pero sin profundizar aquí en esta faceta tan maravillosa de la personalidad humana, un simple pañuelo de mujer caído en la calle ó la fachada de esa o la otra casa por la que pasamos habitualmente, nos remueve algo dentro siempre que se nos presenta y siempre nos lleva a la misma sensación interior, el hecho es que tales sensaciones son de lo más corriente en mayor ó menor grado en casi todos nosotros.
Así pues no es de extrañar esta motivación de Dalí por la obra en cuestión, máxime cuando es habitual este hecho en toda su vida y su obra. Y, en éste caso, como en los otros, el pintor percibe una imágen de la obra de Millet modificada por su propio mundo interior, qué le sobrecoge y desconcierta :
“Esa imagen constituye una representación visual muy nítida y en colores. Es casi instantánea y no da lugar a otras imágenes. Yo siento una gran impresión, un gran trastorno porque, aunque en mi visión de la mencionada imagen todo “corresponde” con exactitud a las reproducciones que conozco del cuadro, ésta se me “aparece” absolutamente modificada y cargada de tal intencionalidad latente que ‘El Ángelus’ de Millet se convierte “de súbito” para mí en la obra pictórica más turbadora, la más enigmática, la más densa, la más rica en pensamientos inconscientes que jamás ha existido”.
En esta exposición hay una sala, la número 5, dedicada a el Angelus, donde se pueden contemplar también Angelus arquitectónico de Millet de 1933 y el Angelus de Gala del año 1935. Contrariamente a lo que ocurre con otros pintores, con Dalí podemos encontrar su propia explicación del contenido ó la génesis de muchas de su obras, y, en el cuadro que nos ocupa, este es el caso. En efecto, el pintor ampurdanés nos dejó un texto dedicado de forma entera a este tema , El mito trágico de El Ángelus de Millet, publicación cuyo manuscrito se perdió en 1941 cuando Dalí abandonó precipitadamente la ciudad francesa de Arcachón durante la ocupación alemana y que afortunadamente reapareció en 1963. En este estudio concienzudo explica su famoso método paranoico-crítico, analiza el papel de la mujer castradora en el arte en general y finalmente todo lo lleva al análisis de la obra de Millet.
La lectura de esta obra, una de las más brillantes escritas por el pintor, es definitiva para intentar entender no solo el cuadro que nos trae, sino todo el método paranoico - crítico que aplicaba éste para la revelación de objetos y su integración inmediata en sus obras. Os aconsejo leer especialmente desde la página 61, donde se encuentra el primer aspecto que analiza, los atavismos del crepúsculo, al que le siguen muchas otras consideraciones más o menos claras pero todas ellas profundamente complementadas con vivencias y situaciones íntimas de la niñez y juventud del pintor descritas con todo detalle y sinceridad, en definitiva, un texto vital para entender a Dalí.
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