Elisabetta Sirani, hija de Giovanni Andrea Sirani, también pintor, y oriunda de la ciudad italiana de Bolonia, fué capaz en su corta carrera artística, murió con tan solo 27 años, de desarrollar un estilo propio, tanto en sus obras al óleo como en sus numerosos dibujos a la aguada de gran belleza y luminosidad; por supuesto, como mujer, no tuvo posibilidad de acceder a ninguna de las Academias. Se formó al lado de su padre, discípulo y estrecho colaborador en el taller del gran pintor boloñés Guido Reni, y le sustituyó en el taller cuando la gota que padecía le impidió seguir trabajando, antes de alcanzar la veintena.
Su gran laboriosidad y rapidez de ejecución la permitió, a partir de entonces, atender la cada vez más alta demanda de encargos, por lo que pronto incorporó a la tarea a muchas artistas y ayudantas entre las que estaban sus dos hermanas menores Anna María y Bárbara. Al taller comenzaron a acudir personajes interesados en su manera de hacer, desde artistas consagrados hasta mandatarios de alto nivel. Al parecer el Gran Duque Cosme III de Médicis contó entre sus compradores.
Aparte de obras de gran formato, fueron muy populares las de carácter religioso de menor tamaño para la devoción en los hogares, la mayoría Vírgenes con el Niño y Sagradas Familias. Todas ellas nos recuerdan un poco el estilo y el sabor de la delicadeza que vemos en la obras de Reni. Sus temas fueron producto, primeramente de la gran influencia de la Escuela Boloñesa , por supuesto Reni incluido, pero también de su gran formación, no en vano y aprovechando la nutrida biblioteca de su padre, se volcó en el estudio de la Biblia, la mitología, los clásicos y la vida de muchos de los santos.
La escena que vemos ahora está sacada de las Vidas Paralelas de Plutarco, en los que se cuenta que Porcia, esposa de Bruto, se hiere intencionadamente en el afán de demostrar a su marido su discreción y fidelidad con la secreta conjura para asesinar a César. He pensado que el siguiente párrafo de la obra de Plutarco explicará mejor el sentido de la acción de Porcia:
Tú, mi esposo, aunque confiaste en que mi espíritu no te traicionaría, sin embargo desconfiabas de mi cuerpo, y tu sentimiento no era más que humano. Pero descubrí que mi cuerpo también puede guardar silencio... Por tanto, no temáis, sino decidme todo lo que me ocultáis, porque ni el fuego, ni los azotes, ni las aguijones me obligarán a divulgar una palabra; yo no nací en esa medida una mujer. Por lo tanto, si todavía desconfías de mí, es mejor para mí morir que vivir; de lo contrario, que nadie me piense más tiempo la hija de Catón o su esposa. Al ver la herida y temple e su esposa posa se conmovió haciendo .Al ver la herida y temple e su esposa posa se conmovió haciendo que este no dudara de ella y de su temple por lo que había hecho
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