De la unión del escultor polaco Cyprian Godebski y de la
violonchelista también polaca Zofia Servais nacía en San Petersburgo el
año 1872 la pequeña María Zofia Olga que el mundo artístico de finales
de siglo conocería como Misia y
que habría de ser una gran pianista, la encantadora musa de los nabis
y, sobre todo, una mujer de una belleza y talento adorados por los más
representativos personajes de la vida social y cultural europea a muchos
de los cuales apoyó, alentó y a casi todos enamoró.
-oiga, no doy crédito, de qué diosa me está hablando?
Le hablo nada menos que de la Reina de París
y le cuento : creció y se educó envuelta en un mundo musical envidiable
formándose como pianista bajo Gabriel Fauré y Franz Liszt; un Franz
Liszt que derramó lágrimas cuando supo de su compromiso matrimonial con
Thadée Natanson apenas cumplidos los 16 años. Grieg la pidió tocar
juntos la suite de su Peer Gynt, Mallarme le escribió poemas, Renoir
le pintó hasta siete veces, Picasso la hizo madrina de su primer hijo y
Bonnard la decoró su maravilloso comedor con 4 pinturas-mural de una de
las cuales estamos viendo un detalle. Pero por sus salones pasaron
todos, hizo una gran amistad con muchos de ellos como Edouard
Vuillard, Bonnard, Henri de
Toulouse-Lautrec ó Félix Vallotton, ayudó a financiar los Ballets rusos
de Diahgilev cuando estos vinieron a París y cambió de marido hasta
tres veces hasta encontrar al verdadero amor de su vida, el pintor
español Josep Maria Sert ya en 1920.
El primero de ellos, Thadée
Natanson, a quién conoció una noche mientras estaba con Alfred Nobel,
era un influyente periodista polaco editor de la publicación simbolista la Revue Blanche;
Misia colaboró intensamente en su elaboración, más aún, fué el contacto
a través del cual lo más selecto del mundo artístico y literario
francés de esos años entró en relación con la misma. Misia fué además
modelo de muchas de sus ilustraciones llevadas a cabo entre otros por Toulouse-Lautrec y Bonnard.
En una palabra, nuestra bella polaca aglutinó durante los años que duró
su matrimonio con Thadeé a toda esa vanguardia artística que derivaba
del post-impresionismo hacia una expresión mucho más íntima y
simbolista. Ambos esposos se convirtieron en marchantes, financieros y
eficaces gestores.
Como anécdota, en aquellas reuniones nocturnas
en casa de los Natanson, Toulouse-Lautrec gustaba de erigirse en barman
de la reunión y fueron famosos sus cocktails multicolores Pousse-café, cuya elaboración la podeis encontrar fácilmente en la web.
Toda
esta carísima actividad artística alrededor de la famosa Revue Blanche
necesitó a la postre más financiación que Thadeé buscó en el poderoso
editor del diario parisino le Matin, Alfred Edwars, propietario además
del Teatro y Casino, quién, enamorado, como no, de Misia y ya su amante
secreto, le exigió el divorcio a cambio, a !lo que accedió!.
Así,
a primeros de 1905, Misia cambió su nombre de casada convirtiéndose en
Misia Edwards. Durante el verano del siguiente año, Bonnard se embarcó
con la nueva flamante pareja a borde de su yate particular para visitar
Bélgica y Holanda. Ese año el pintor llevó a cabo una exposición
individual de su obra en la galería Berheim-Jeune de París. Misia, por
supuesto, continuó en su nueva residencia sus alegres reuniones
artísticas y Maurice Ravel le dedicó su famosa composición musical la Valse.
También
en ese mismo año de 1906 Misia le encargó a nuestro pintor que llevara a
cabo cuatro grandes paneles para el comedor de su extravagante
residencia. El trabajo estuvo acabado cuatro años más tarde y fueron
expuestos en el Salón de Otoño de ese mismo año con gran éxito, ocupando
finalmente su destino el día de Navidad de 1910. Los paneles son : juegos de agua-el viaje (museo d'Orsay), el placer (museo d'Orsay) del que presentamos aquí un detalle, paisaje animado de bañistas (J.P.Getty, Malibu Museum) y tras la inundación (Ikeda, Japón).
En "Le plaisir" dit aussi
"Les Jeux" (el placer) y en todos los demás, Bonnard mezcla
elementos cotidianos con figuras desnudas ó vestidas al estilo clásico,
verdaderas ninfas que recuerdan seres mitológicos y que llenan
escenarios paradisíacos llenos de frescor y felicidad y en los que
vuelve a dar protagonismo al color por encima de todas las cosas, tal y
como podeis apreciar en la figura que hemos destacado.
La
influencia de Misia y su alta posición social le abrieron a Bonnard las
puertas de otras residencias análogas y a partir de ahí le llovieron
numerosos encargos para su decoración, de las que destacamos aquí el
gran panel de 260 x 340 cms tituladoo el verano que llevó a cabo para la familia Hanhloser.
La escena que nos presenta el pintor en esta obra con seguridad ha
llamado vuestra atención por su tremeda quietud y frialdad; nada tiene
que ver con la anterior que veíamos de su mujer, la indolente , llena de pasión, de color y de fuerza expresiva. Aquí, como en Crepúsculo,
se ha vuelto a parar la imagen, se ha vuelto a congelar la feliz
reunión familiar, estamos otra vez ante un momento cotidiano de
cualquier vida corriente, un momento lleno de una inmensa paz.
Pero
si os preguntara que tipo de escena tenemos ante nuestros ojos, no
vacilariais en contestarme qué nos encontramos ante un retrato, un
retrato, por supuesto, familiar, y ahí entra Bonnard en esa gran
tradicción pictórica que tantas grandes obras ha ofrecido a lo largo de
toda la historia de la pintura, desde lo más intimo hasta los grandes
retratos de familia de nobles y reyes, como las Meninas de Velázquez ó la familia de Carlos IV de Francisco de Goya. En
todas, sin embargo, la estaticidad de la escena es denominador común
.Cuando se trata de personas reales, con nombre y apellidos, la escena
se para, exactamente igual que ocurrirá forzosamente años después con el
advenimiento del retrato fotográfico. Las excepciones a esta
característica son pocas, pero las hay, como la bellísima obra de Robert Braithwaite Martineau, the last day in the old home de 1862 ó las delicadas escenas familiares (1), (2) de Henri Lebasque . Hasta una familia de saltimbanquis
es representada por Picasso en total quietud, sin el más mínimo asomo
de gesto ó actitud que pueda descubrirnos sus habilidades. Algunas
llegan casi a inspirar temor como la de la familia Gravenor de Thomas Gainsborough, que nos observa fijamente desde un recóndito rincón de la campiña inglesa.
La reunión tiene lugar en la casa propieded de su abuela en Le Grand-Lemps, Alpes franceses,
donde el pintor pasó siempre sus vacaciones hasta bién entrada su
juventud. Muchísimas de sus obras representan la finca y sus
alrededores; en definitiva, un lugar especialmente querido y
frecuentado. Al parecer la figura de su madre aparece representada al
fondo en la ventana a la derecha de la casa, mientras que, perfectamente
reconocible, podemos ver al compositor francés Claude Terrasse, cuñado y
compañero de milicias de Bonnard, con barba, cómodamente aposentado en
ese sillón largo de la izquierda a quién retrató, y no solo ésta vez,
fumando en pipa y acompañado de su mujer, Andrée, hermana del pintor, en
su obra intimidad del año 1891, obra como podeis ver declaradamente influenciada por los consabidos ukiyo-e japoneses.
Tambien conocido como la indolente, es uno de los primeros desnudos femeninos llevados a cabo por el pintor.
Seis
años antes de la ejecución de esta obra, Bonnard, tuvo la suerte de
encontrarse por pura casualidad, según se cuenta al ayudarla a cruzar
una calle de París, con Marthe de Méligny
qué a la sazón dijo tener 16 años. Ya no se separarían hasta la muerte
de ésta en 1942. Aunque no era el estilo de la época, permanecieron
solteros hasta 1925, ésto es 22 años, año en que contrajeron
definitivamente matrimonio. Entonces Pierre supo que Marthe no solo
tenía ocho años más sino que no se llamaba así, sino María Boursin; es
decir, había ocultado su verdadera identidad y su edad real por alguna
razón que nunca desveló. Trabajaba en París desde hacía poco cuando se
conocieron y no mantenía ningún tipo de relación con familiar alguno, ni
padres, ni hermanos...con nadie. No se sabe nada de su vida anterior.
María ó, si preferís, Martha, fué el eje de su vida, su musa, y, como iremos viendo, su modelo más exclusiva.
Casi
con seguridad, es la mujer representada en ésta obra, que, como veis,
es todo un cántico a la sexualidad y al más exquisito erotismo. Una musa
representada en óleos, grabados, fotografías y hasta películas. Así,
llevó a cabo un dibujo a lapiz y grafito para el libro de poemas de Paul Verlaine Parallélement, concretamente el que aparece en su página 100, para el que utilizó una fotografía
tomada por el mismo; Bonnard, con su flamante Kodak, fotografió en
muchas ocasiones a María en su apartamento parisino de la calle Douai.
De éste mismo cuadro, la indolente, se conocen un estudio previo de 1897-98 y una obra completa de 1898
Bonnard
ilustró toda la obra mencionada de Verlaine, normalmente a base de
impresiones color sanguina; una de ellas representa a María en una
posición casi idéntica a la de la obra que estamos viendo, concretamente
la que aparece ilustrando el poema titulado Seguidille. Aunque
quizá no lo podais apreciar bién, el pintor cubrió parcialmente el sexo
de María, puede que por tratarse de una publicación de larga tirada.
La indolente que estamos viendo no contiene ninguno de estos pequeños disimulos, mostrando
una mujer en total intimidad, relajada y plena de vida, iluminada por
una luz tardía que le da todavía mayor laxitud y placided. Bonnard juega
con las líneas sinuosas en las rugosidades de las sábanas y en los
contornos exhuberantes de su querida Martha, y, desde ese punto de vista
alto, aplana los volúmenes y desdibuja otra vez los contornos.
a pesar de integrarse en el grupo de los llamados por sí mismos "nabis", palabra derivada de la hebrea nebiim,
profeta, no reflejó casi nunca en su producción artística el lado
espiritual y simbolista, a la manera de Gauguin, que impregnó éste
movimiento sino aquel otro más doméstico e intimista. Eso sí, abandonó
en general los escenarios tridimensionales y el colorido natural en sus
sombras y luces, siendo estas últimas muchas veces forzadas y actuando
siempre en aras del color, el color al servicio de los sentimientos que
el artista quiere reflejar en su obra; toda la obra de Bonnard está
marcada por ésta intención.
Siguiendo con la pauta que vimos en la entrada anterior, el gran jardín,
nos ofrece en esta otra obra, ya cercano el final de siglo, una escena
familiar absolutamente secilla y cotidiana, repetida en miles de
hogares: la hora de la cena. Bonnard establece dos únicos planos, uno,
el del fondo, iluminado por una lámpara visible, mientras el de delante
queda en claro contraluz, ambos de líneas desdibujadas y formas difusas
qué contribuyen a remarcar la intimidad del momento. Aparece ese tono
anaranjado que repetirá en muchas otras obras e irá intensificando poco a
poco.
La pequeña cabeza de la niña, al situarla en el centro
geométrico de la escena,resaltando de la negrura del fondo, da unidad y
centra toda la composición. Pese a su máxima sencillez, el resultado es
brillante y cargado de ternura.
mas importante que la famosa Escuela de Bellas Artes parisina fué para Bonnard el paso por la Academia Julián,
abierta en 1868, y a la que se incorporó a la vez que proseguía sus
estudios de Derecho, un lugar ideal buscado por artistas profesionales y
amateurs que no estaban dispuestos a someterse a los rígidos
planteamientos de la primera. Entre otras ventajas y contrariamente a
ésta, las alumnas eran bién recibidas y, al igual que los hombres,
copiaban modelos desnudos del natural. Allí nuestro pintor conoció a Paul Sérusier y a Maurice Denis a través de los cuales se encontraría con la obra de Gauguin
y junto a otros artistas jóvenes formaría el grupo de los Nabis del que
iremos hablando más adelante. Sérusier había pasado en la Bretaña
algunos meses junto al pintor postimpresionista y contagió a todos su
entusiasmo por las novedades que había descubierto en la forma de hacer
de los últimos años de este ya famoso artista. Del año 1888 es su
pequeña y famosa obra el Talismán, ó el Bosque del Amor,
que podeis admirar en el Museo d`Orsay de París, y en la qué, aún
identificando los elementos que la componen, reduce éstos a simples
manchas planas de color, sin ninguna intención de captar la realidad tal
y como es, ni siquiera interpretarla como un impacto en los sentidos al
modo de los anteriores impresionistas. Denis decía que, ante esta
pintura, se sentía liberado de la esclavitud asociada a la copia de la naturaleza,
ataduras tales como......ésto tiene que parecer follaje, ....allí las
hojas del árbol deben lucir su brillo para que destaquen del fondo y
sobre todo reflejen la luz......esa hierba debe parecer alta y densa...ó
las vacas deber ser ante todo verdaderas vacas anatómicamente
hablando. Frente a ésto el propio Gauguin insistía: "¿Cómo ve usted los árboles? Son amarillos. Pues bien, ponga amarillo;
esta sombra, más bien azul, píntela de color ultramar puro, lo más azul que pueda; ¿esas hojas
rojas? ponga bermellón, y lo que ve como verde póngalo del verde más bonito que consiga de su paleta". Y, el
resultado es un conjunto de manchas de color en perfecta armonía
cromática y perfecto equilibrio de sus tamaños, y por lo tanto
agradable al ojo humano, sin ninguna otra pretensión.
Bonnard es por ahora mucho más austero en el tratamiento del color, pero espléndido en la búsqueda de colores armónicos,
y poco a poco va incorporando a sus obras experiencias propias que
pueden servir de forma general a cualquier persona de este mundo, esto
es, crea un mundo atemporal y simbólico y, al igual que Gauguin en sus
obras finales, pone en escena algo muy propio, interior, utilizando
recursos sencillos, planos, sin artificios técnicos, sin pretensiones
realistas.
El gran jardín que contemplamos es aún un okiyo-e,
de gran tamaño, como el cuadro de la entrada anterior, pero introduce
en la escena esos elementos simbólicos como los gallos y gallinas, la
mujer de la casa en sus faenas y el mundo idílico de los niños, niños
recogiendo manzanas y acompañados por su compañero el perro. Todo
cotidiano, todo asociado a su mundo interno, pero común a miles de
asociaciones de este tipo, una mujer que cuida y controla, unos niños
ajenos que viven en su fantasía, unos animales ligados a ellos en mayor ó
menor grado, unos manzanos que ya dejan caer su fruto
maduro........Sencillo y universal, todo un símbolo, ó un mundo de
símbolos sumergido en un paraíso verde, vegetal, jugoso y adorable, el
mundo de nuestra niñez despreocupada y tierna, sin penas ni
contratiempos.
Traemos cuatro obras de Bonnard, todas
de estos años, asociadas a la recogida de manzanas, que pueden
contemplarse juntas en esta exposición, Pintando la Arcadia, exposición
itinerante que al día de hoy ha visitado París, Madrid y últimamente San
Francisco. Nunca habían sido exhibidas juntas por lo que és una
novedad. Se trata de :
- niños jugando con una cabra 1899 -pola museum of art Kanagawa-Japan
-recogiendo manzanas - pola museum of art Kanagawa-Japan
-la recogida de manzanas 1899 -museo de Orsay , París
-y esta que vemos, el gran jardín 1895
a apartir de las grandes exposiciones
sobre este pintor durante los años 1984 y 1985 en París, Washington,
Zurich y Frankfurt-am-Main, la figura de Bonnard empezó a ser
considerada como de primera magnitud dentro del panorama pictórico del
siglo XX, siglo en el qué, desde el comienzo, y como continuación de lo
que venía aconteciendo ya desde la segunda mitad del XIX, la vanguardia
del arte se vió vertiginosamente impulsada por una contínua y sucesiva
aparición de movimientos, de formas de interpretar y desarrollar el
hecho artístico. Este párrafo podía aplicarse a una gran cantidad de
artistas sin más que sustituir el nombre de Bonnard por el suyo y da
idea de la celeridad del arte moderno y también por supuesto de la
tendencia al anonimato inmediato al que generalmente relega
provisionalmente a sus creadores.
En
el momento en que nuestro pintor está llevando a cabo esta obra,
Crepúsculo, 1892, otros pintores en Europa están ocupados aún con el
Impresionismo, el Post-impresionismo, el Simbolismo, el Art Nouveau y
están a punto de dar sus primeros pasos el Fauvismo, el Expresionismo,
el Cubismo y la misma Abstracción.
Si
Bonnard tiene entonces 25 años, Degas está en los 58, Cezanne en los
53, Monet en los 52, Renoir en los 51 y Gauguin en los 44, mientras que
Matisse solo tiene 23, Mondrian 20, Kandinsky 26, Munch 29 y Klimt
alcanza ya los 30. Las demás promesas son todavía niños, Malevich tiene
14, Kirchner tiene 12, Klee 13, Picasso 11, Braque 10 y Chagall cuenta
con tan solo 3 añitos.
En
definitiva un continente en plena ebullición artística que ha dado la
espalda definitiva al academicismo dogmático e impecable y sigue
múltiples caminos.
Cuando
realiza esta obra, Bonnard había conseguido hacía tres años ser
admitido al fín en la famosa Escuela de Bellas Artes francesa y allí
conocería a Edouard Vuillard, un año más jóven que él, quién abandonaría
enseguida esta institución por no ser de su gusto el rígido plan de
estudios que la caracterizaba. Ambos muchachos habían pasado por famosos
liceos de París y ambos decidieron pronto dedicarse a la pintura como
vocación en contra de sus propios padres, quienes querían algo más formal
. Vuillard debería haber seguido los pasos de su progenitor y hacerse
militar y Bonnard la de Leyes, carrera que empezó, acabó a los 21 años y
en cierto modo, pues no acabó de pasar cierta prueba oral, la ejerció
algún tiempo en diversos empleos, el Registro Civil y como ayudante del
fiscal del distrito del Sena.
Un
año antes, en 1891, mientras hacía su servicio militar, había ganado un
concurso para un cartel anunciador de un famoso champán, el famoso France - Champagne,
y este pequeño éxito no solo le dió ánimo para dar el paso definitivo
hacia su verdadera vocación, sino que hizo cambiar de parecer a su padre
quién empezó a ver de otro modo el porvenir de su hijo y le dió
libertad absoluta. El cartel tuvo un gran éxito en el mundillo
artístico y al parecer influyó en el mismísimo Toulouse-Lautrec
y sus maravillosos carteles; de hecho se hicieron grandes amigos.
Recibió algo de dinero por él, poca cosa,, pero suficiente para
estimularle a vivir de la pintura.
La
partida de croquet podría ser perfectamente un cartel anunciador
añadiéndole algunas palabras necesarias para su fín, y extraìdo, por
supuesto, de entre las estampas japonesas : colores planos y fríos, sin
profundidad ni perspectivas, sin luces y sombras. Un bellísimo ukiyo-e,
a pesar de su tamaño nada pequeño, 130 x162 cms, en una gama
perfectamente armonizada de verdes donde el estampado a cuadrícula de
alguno de los trajes establece indirectamente un orden y estabilidad en
toda la apacible representación de ese instante suspendido, parado en
mitad de la tarde, y en la que el pintor, todavía soltero, nos presenta a
su familia: empezando por la izquierda, su cuñado ,su padre agachado,
su hermana Andrée y una amiga. Están en el jardín de la casa que su
familia poseía en el departamento francés de Isere, junto a la Saboya,
exactamente en el llamado Grand-Lemps. La obra fué presentada en el
Salón de Independientes parisino de ese mismo año de 1892.
permitidme que comience el primer comentario sobre
esta exposición aludiendo a lo que sobre el pintor Vincent Van Gogh
figura en una de las entradas de este blog, los descargadores de Arlés - 1888, de
la exposición Impresionistas y Aire libre; en sus últimos párrafos se
habla de la influencia qué, sobre este pintor, tuvieron los grabados
japoneses y el descubrimiento por su parte de muchas de sus cualidades en los cálidos
y luminosos paisajes del mediodía francés. Van Gogh llegó incluso a
versionar una obra del pintor japonés Utagawa Hiroshige, el puente Ohashi en Atake bajo una lluvia repentina, xilografía del año 1857, con el título de puente bajo la lluvia
del año 1887. Por supuesto, al igual que muchos artistas, snobs y
entusiastas de la época, se hizo, en colaboración con su hermano Theo,
con una buena colección de estampas japonesas, ukiyo-e, que ambos presentaron en una exposición, el año 1887, en el café Tambourin de Montmartre.
Os traigo esta excelente página que contiene una buena colección de grabados japoneses y que permite apreciar su diversidad y evolución.
La influencia de lo japonés en la
vida artística y en la decoración y el gusto de la sociedad europea de
estos años de la segunda mitad del XIX es extensísima, los grandes
salones se llenaron de sus estampas, el uso del kimono se puso de moda y
hasta se tomaba en muchas casas el té con todo el ceremonial del país
del Sol Naciente.
El Impresionismo y el
Neo-impresionismo se vieron notablemente afectados por la forma simple y
precisa y a la vez natural y descriptiva de esta forma de hacer y, no
solo Van Ghog sino Maurice Denis (Easter mystery, 1891), Paul Gauguin (a seashore, 1887), Edgar Degas ( antes de la carrera, 1895), Claude Monet (Orchand in bloom, 1879), Toulouse-Lautrec (aux Ambassadeurs, 1894), Renoir (childrens' afternoon at Vargemont, 1884) ó Whistler (Annabel-Lee, 1890) participaron en mayor ó menor grado de este entusiasmo.
Bonnard
en este aspecto no fué ni mucho menos una excepción. Con la apertura
comercial del Japón al mundo occidental, se inició un flujo contínuo de
toda clase de objetos de arte, enseres de uso cotidiano, muebles,
grabados, obras literarias, formas de vestir y costumbres y, en general,
todo aquello originario de un país tanto tiempo cerrado y oculto, que
generaba una irresistible atracción en la sociedad culta y refinada de la época. En
definitiva Europa y América lo redescubrieron y lo oriental se puso de
moda. El llenar sus salones del exotismo y belleza que indudablemente lo
caracterizaba fué prioridad. El jóven Bonnard se vió influenciado por
esta nueva marea y, al parecer, llegó a acudir varias veces a las
llamadas cenas japonesas qué mensualmente se celebraban por iniciativa del más entusiasta comerciante y recolector de arte japonés del momento, Samuel Bing,
en las que se reunían coleccionistas, críticos y por supuesto pintores y
en las que se usaban palillos al estilo oriental y se bebía el clásico
sake. También adquirió, como muchos otros pintores de primera línea,
algunos grabados en madera.
Como
la mayoría de los Nabis, su actividad no se limitaba a la pintura, pués
también diseñaba muebles, estampados para tejidos y ropa, todo tipo de
murales y decoraciones, incluidas las relacionadas con la escena; llegó a
hacer marionetas, ilustrar folletos, libros y anuncios publicitarios y,
como vemos, pintar biombos. En efecto, los paneles que estamos viendo, Mujeres en el jardín,
iban a formar parte de las cuatro hojas de un biombo, pero éste no
llegó a existir nunca como tal. Quedó lo mejor, los paneles, que van
pintados sobre papel y éste pegado al lienzo, y en los qué Bonnard
representa cuatro mujeres al más puro estilo ukiyo-e :
Mujer con vestido de lunares, Mujer sentada con gato, Mujer con vestido de cuadros, Mujer con esclavina,
todas ellas en un jardín. Como veis, se deleita en las
curvas de los cuerpos, incluidos los de los animales, en los pliegues y
ondulaciones de los vestidos y prescinde, como los japoneses, de sombras
y escenarios en perspectiva; además trata el color con una delicadeza y
armonía sublimes. La alegría y desenfado de las figuras caracteriza sus
obras de estos momentos. Del año 1891 es su obra Dos perros jugando y también Mujeres con perro
y cuyas figuras bién podrían formar parte de alguno de los paneles que
estamos viendo. Ligereza, sinosuidad de líneas, sencillez y economía,
cualidades tomadas todas ellas de los grabados japoneses.