de nuevo otra obra de grandes dimensiones, 340 x 500 cms !.
Según se cuenta, trás un partido de pelota y trás tomar para refrescarse un vaso de agua muy fría. Felipe I el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano de Habsburgo y esposo de Juana I de Castilla, la "loca", tercera hija de los Reyes Católicos, se encontró mal y ocho días después murió en Burgos, donde, a la sazón, estaba instalada su Corte. Su cuerpo fué embalsamado exceptuando su corazón qué fué enviado de forma inmediata a Bruselas.
Ello ocurrió durante el verano del año 1506 e inicialmente el cadáver fue llevado a la cercana Cartuja de Miraflores. Más, al acercarse la Navidad de ese msmo año, doná Juana, loca de dolor y nostalgia, hizo desenterrar el cuerpo de su amado y emprendió un largo periplo por tierras de Castilla, posiblemente con la intención de correspoder a la voluntad del difunto, tal como había expresado en su testamento, de ser enterrado en Granada. Imaginemos el carruaje funerario tirado por cuatro caballlos y seguido por un gran séquito, entre principales de la Corte, damas de honor, eclesiasticos y sirvientes, soportando día trás día el riguroso invierno de la meseta, saltando de pueblo en pueblo y celebrando funerales y velatorios aquí y allá cuando a la reina Juana le venía en gana.
Uno de estos velatorios ha representado Pradilla en el cuadro que contemplamos ahora, éste como veis en pleno páramo. Menos de un més después, el 14 de enero del siguiente año, Juana, que estaba a todo ésto encinta, dió a luz en Torquemada a la que sería en el futuro reina de Portugal, Catalina. Pero trés meses después tan solo, hizo continuar su largo y tormentoso itinerario que aún se prolongaría otros dos años más. Finalmente su padre, Fernando el Católico la obligó a recluirse en Tordesillas donde permaneció hasta su muerte ...50 años después. mientras su adorado esposo no sería inhumado en la Capilla Real de Granada hasta 1525, donde permaneció esperando a su esposa casi 30 años.
La obra fué premiada con la primera medalla de honor en la Exposición Nacional de 1878, algo excepcional al ser la primera de ésta clase otorgada en este certamen iniciado en 1856. Más aún, exhibido en la Exposición internacional de Bellas Artes de París de ese mismo año, volvió a recibir una medalla de honor y el Gobierno francés honró a nuestro pintor con la Cruz de la Legión de Honor, y esto tan solo con 29 años de edad. Digamos que Pradilla en definitiva tocó de lleno la sensibilidad de la sociedad de la época, ofreciendo en bandeja todo lo que ésta esperaba de una pintura de carácter histórico: romanticismo exhacerbado, teatralidad, poesía contenida en cada detalle, en fín, algo fuera de la realidad, realidad que refleja la obra, por supuesto, pero que Pradilla lo transforma en un sueño irreal, repleto de dramatismo y misterioso.
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