
pasamos ahora a contemplar esta gran obra de la pintora Elena Brockmann, nacida en Madrid el año 1867 en el seno de una familia acomodada y en la que desde niña tuvo la oportunidad de disfrutar de un ambiente cultural y artístico notable. No era hija de pintores como otras mujeres, tal y como hemos ido viendo a lo largo de esta exposición, pero su madre, Isabel de Llanos Keats, era hija nada menos que de una hermana del insigne poeta románico ingles John Keats y del escritor vallisoletano Valentín Llanos Rodriguez, y su padre un ingeniero de caminos de conocido prestigio en la sociedad madrileña de la época e íntimo amigo de don José de Echegaray, uno de nuestros Premios Nobel.
Sus primeras lecciones artísticas corrieron a cargo de su tío materno y pintor, John Llanos Keats, con quién adquirió la formación necesaria para que, a una edad todavía temprana, se presentara e ingresara en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, eligiendo la especialidad de dibujo del natural.
Acabados sus estudios volvió a ofrecérsele una gran oportunidad para marchar a Roma donde recibiría clases de la mano de Joaquín Sorolla y José Benlliuri y Gil, hermano del escultor Mariano Benlliuri. Como vemos, aparte de sus dotes naturales para la pintura, pudo disfrutar de un aprendizaje y apoyo en su formación que pronto la situarían a la altura de la mayoría de los mejores pintores masculinos de la época. Entonces comenzó a presentarse a las famosas Exposiciones Nacionales.
El obtener reconocimiento oficial en éstas mediante premios y galardones era la mejor y casi única manera de adquirir un prestigio y, hay que ganarse la vida, de vender. Y aquí empiezan sus primeros tropiezos. SI consultamos la relación de Primeras Medallas otorgadas en la seccion de Pintura en dichas Exposiciones entre los años 1856 y 1948 comprobaremos que no se concedió ¡ni una sola a mujer alguna¡ entre las 132 que aparecen en dicha relación.
En efecto, Elena solo fué reconocida en un par de ocasiones, la primera por una Mención de honor en la del año 1887 por su obra, que precisamente es la de esta entrada, el patio de un parador, a la que acompañaron la vuelta de la caza y la Chochara. La segunda, cinco años más tarde, en 1892, llevándose una Medalla de tercera clase por Paso de una procesión por el claustro de San Juan de los Reyes, Toledo. No obstante, visto con la mentalidad y el criterio de esos años, puede considerarse todo un éxito el que una pintora que no pasaba de los 25 años, accediese a estos honores oficiales.
Si nos consta que El patio de un parador llamó ensegida la atención entre el público y la crítica e incluso se alzaron voces a favor de modificar el estricto reglamento antifeminista vigente. Por ello, Elena Brockmann instó ante el ministerio de Fomento para su posible venta al Estado, consiguiéndolo finalmente en 1894, pasando la obra así pues a ser propiedad del Museo del Prado.
Y este museo posee otra obra de nuestra artista. Se trata de Felipe II recibiendo la noticia de la pérdida de la Armada Invencible, presentada en la Exposicion de 1895. Al referirnos a el, debemos aprovechar la ocasión para reconocer y admirar su audacia y capacidad al emprender su ejecución en un lienzo de grandes dimensiones, 241 x 292 cms, y dentro del género historicista reservado exclusivamente, como ocurría con los temas mitológicos de gran formato, al género másculino: toda una novedad y atrevimiento dentro de la pintura española del XIX. Lástima que el género en cuestión poco a poco fué perdiendo vigencia sustituido por un tipo de pintura más social y costumbrista, de manera que Elena no insistió en él y poco a poco disminuyeron los encargos.
De stacó también como excelente retratista, género del que no le faltaron encargos. como ejemplo traemos el que hizo de su abuela Fanny Kats de 1890. Desgraciadamente muchas de sus obras están en paradero desconocido y son pocas las que por ahora se pueden encontrar.
Murió el 6 de Enero del año 1946 cuando contaba con 80 años de edad.