miércoles, 26 de noviembre de 2014

el greco - la trinidad - 1577-1579



Quizás sea una pena entrar hoy en la Iglesia-convento de Santo Domingo el Antiguo de Toledo y encontrar tan solo 3 obras originales del Greco de las nueve que pintó y que aparecerían recientísimas, en todo su esplendor, el día 22 de Septiembre del año del Señor de 1579, fecha en que se ofició la primera misa en el nuevo altar mayor de la nueva iglesia. Aún así la visita nos permitirá ver sus Santos Juanes, el Bautista y el Evangelista a ambos lados de una copia de su Ascensión de María, cuadro central del retablo y su Resurección en un altar lateral del lado derecho, todas ellas de la mano del artista. Por lo tanto no encontrareis: la Trinidad, actualmente en el Prado y que estamos viendo, la Ascensión de María, hoy en el Instituto de Arte de Chicago, San Benito también en el Prado y San Bernardo en el Hermitage de san Petersburgo, una Santa Faz , cuya copia vereis hoy rematando el cuadro central de la Ascensión, y cuyo original pertenece actualmente a los fondos de la colección Juan March, y, finalmente, una Adoración de los pastores que se encuentra en los del Banco de Santander. Como veis está bién repartido el posiblemente primer encargo importante con el que llegó a España el de Creta.

O sea qué, sí como se indicó en la entrada anterior, hacia el verano de 1577 se encontraba el artista ya en Toledo a punto de iniciar esta obra y el Expolio para la Catedral, en tan solo dos años , más bién cortos que largos, estas estaban ya acabadas y entregadas, cumpliendo con el plazo de 20 meses que figura en los documentos referentes a la transación. Y, además !de qué manera tan magnífica!. Porque, contemplar por favor la obra que nos trae, La Trinidad, ó si lo preferís, el Expolio en cuanto lo publique en la próxima entrada, y vereis ya a un gran maestro, dentro todavía de la corriente italiana, que domina con enorme autoridad todas las facetas de la pintura y le imprime un carácter personal y único.

A sus 38 años el Greco estaba ya muy por encima de todos los pintores que por aquellos años ejercían de una forma u otra su profesión en España. Muchos de ellos habían pasado por Italia asimilando en parte los grandes avances que el Renacimiento y, ahora ya, el Manierismo, habían alcanzado. Aquí supieron en muchos casos reflejarlo dignamente en sus obras, añadiendo su propia intimidad y en general atentos a lo que la vida cotidiana reportaba. Entre ellos estaban Pedro Berruguete, Alejo Fernández, Juan de Juanes ó Luis de Morales, quienes comenzaban a definir una pintura esencialmente española, así como Alonso Sánchez Coello ó Juan Fernández de Navarrete. De todos ellos incluyo una obra; verlas, después contemplar La Trinidad y sacar conclusiones. ¿estaba el Greco a su altura ?. ¿podía merecer un puesto como pintor en la corte de la primera potencia del mundo?

Tan solo hacía cuatro años que Doña María de Silva, dama al servicio de la Emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, había fallecido trás treinta y ocho años de viudez que pasó encerrada en este monasterio de Santo Domingo. Allí dispuso su sepultura y además compró los terrenos necesarios para la construcción de un nuevo edificio en sustitución del ya viejo. Fué el deán de Toledo, don Diego de Castilla, quién se encargó de que estos deseos reflejados en el testamento de la señora se llevaran a cabo y para ello, posiblemente a través de su hijo don Luis coincidente con el Greco en Roma y gran conocedor de su obra, contó con el pintor para el diseño y las pinturas del retablo principal.

 Pero vamos de una vez a esta maravillosa obra que tenemos la suerte de verla muy de cerca, no en lo alto del altar de Santo Domingo, sino en una de las paredes del Museo del Prado y además dispuesta frente a otra gran Trinidad, la de Jose de Ribera del año 1635 y qué, desde luego, está a la altura de la del Greco. No me ha gustado nunca buscarle padrinos ó antecedentes a una verdadera obra de arte, pero debo reconocer que hay dos que podrían considerarse al menos inspiradores de ésta obra : el primero es Miguel Angel a quién el Greco, a pesar de todas las leyendas y habladurías, adoraba y ,sobre todo, admiraba. Casi toda esta obra es un homenaje a su lenguaje formal y al espíritu que se desprende de cada uno de sus personajes.
Especialmente el cuerpo de Cristo muerto, casi ingrávido, sostenido sin ningún esfuerzo por el Padre, inmerso a su vez en una serenidad y al mismo tiempo un profundo amor por el Hijo fiel y generoso,  parece sacado de la mismísima Pietá del maestro florentino. Esta firmeza y serenidad sublimes en el ademán y en las posturas se repite también en los dos ángeles, vestidos de rojo y verde, que parece ayudan a sostener el cuerpo. Y, si lo preferís, contemplar  las figuras con las que Miguel Angel decoró el techo de la Sixtina y volvereís a encontrar este equilibrio y carácter que aparece en la Trinidad.
El otro pintor al que podríamos acudir en busca de cierta referencia es Durero. Es posible que una de sus xilografías de 1511 de este mismo tema haya inspirado al cretense; estampas como ésta iban y venían por los ambientes artísticos de la época y eran bien conocidas de todos siendo la norma habitual aprovechar tanto modelos como composiciones para incluirlos más ó menos particularizados en sus obras. En éste sentido, ya lo hemos indicado con anterioridad, el Greco no fué una excepción. Prescinde de los atributos de la Pasión que portan los ángeles, elimina los vientos de la parte inferior y, como veis, lo cambia todo, hace su obra que ,por supuesto, no tiene ya nada que ver con la del maestro alemán.

El conjunto es un cuadro plenamente renacentista ya pero con una luz y un colorido venecianos. La presencia de los cuatro colores primarios, más el blanco luminoso que lo envuelve todo, dan como resultado una escena en perfecto equilibrio cromático que el ojo percibe con placer. Los tonos son puros y brillantes pero todavía sin las estridencias en los brillos que veremos en el Greco más maduro.

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