jueves, 19 de octubre de 2017

edvard munch - la niña enferma 1896



En la entrada correspondiente a Atardecer, del año 1888, ya hicimos mención de una de sus más importantes obras con el mismo nombre que la que ahora presentamos, la niña enferma, y que Munch llevó a cabo el año 1886 y presentó en la exposición de Otoño de ese año en Cristianía. También hablamos del rechazo frontal de toda la sociedad de esa ciudad noruega. Una obra qué, aún siendo tan temprana, manifiesta ya algo del estílo y técnica que desarrollará más adelante: colores poco intensos, pincelada muy brusca, fijaos en la oscura cortina de la derecha, indefinición de líneas y cierto nerviosismo en la propia ejecución, incluso se pueden apreciar cortes en muchas zonas de la parte superior del cuadro; suficiente para que la crítica de su tiempo lo tachara de simple bosquejo, lleno de imperfecciones y garabatos. Para desanimar a cualquiera, pero no a nuestro pintor que sabía bien lo que hacía y porqué lo hacía. En efecto, Munch sólo quiere transmitirnos uno de sus sentimientos más dolorosos y profundos que lo acompañarían siempre: la pena derivada de la muerte de sus seres más queridos, y, en éste caso, de su propia hermana Sophie cuando solo contaba 15 años. Para ello se vale de una escena de su convalecencia, escena traída de su propia memoria, pués contaba con solo un año menos, 14, y ésta visión sería constante durante muchos largos y tristes días. Así, emplea un tono general verdoso grisáceo y lo contrasta con firmeza con la blancura de la gran almohada qué ilumina toda la escena. El color rojizo del pelo de Sophie es el elemento singular indispensable para completar cromáticamente la obra. Los vasos y botellas medicinales ayudan a entender lo que está pasando. Cuentan que Munch conservó toda la vida la silla en la que murió ó convaleció su hermana, en su estudio.
Frente a todo, la placided y belleza del rostro vuelto de la enferma, introducen una sensación de tranquilidad y resignación. En palabras de la estudiosa  Patricia Donahue, "es casi como si la niña, sabiendo que no se puede hacer más, estuviera consolando a una persona que ha llegado al final de su resistencia"; se está refiriendo a la que probablemente es la tía Karen, quién se ocupó en cuerpo y alma de la familia trás la muerte de la madre Laura.  Se sabe el nombre de la modelo de quién Munch tomó el rostro de Sophie: Betzy Nielson.

La obra se aparta de la tendencia habitual de los pintores de su tiempo, mucho más apegados al naturalismo, al enfrentarse a éste mismo tema, tema muy recurrido como reflejo de la virulencia con la que la tuberculosis afectaba a la población en esos años. Véase, por ejemplo, el cuadro de Christian Krogh del año 1881.
Munch llevó a cabo hasta cinco versiones diferentes, y del rostro de la jóven muchas más, casi siempre grabados, dibujos a lápiz ó litografías. En el Tate Gallery de Londres podeis ver una versión de 1907 mucho más dentro del estilo del pintor en aquellos años pero qué, para mi gusto, no tiene la delicadeza de su primera versión de 1886.

El que vemos ahora es un dibujo a lápiz de gran belleza en el que la cabeza queda enmarcada en una almohada blanca. Traigo dos versiones más, una litografía del año 1896 que se encuentra en la Galería Nacional de Arte de Oslo y otra del mismo año del Munch Museum de la misma ciudad.
Al morir su padre en 1889, Munch hubo de ocuparse forzosamente de la economía de su familia lo que le llevó,  siendo más bién escasas las ventas de cuadros en exposiciones, a extender el volumen de sus obras y hacerlas más asequibles al público en general, y la mejor forma de conseguir ésto, eran las copias en serie, es decir, el grabado. En 1894 se inició en Berlín con éxito en este arte que ya nunca abandonaría, y en el que llevó a cabo innovaciones muy importantes; pronto extendió sus prácticas a la litografía, pero siempre utilizó todas las técnicas de grabado, punta seca, xilografía ó  grabado en madera, grabado en metal, combinándolas entre sí y complementándolas a  conveniencia con acuarela, lápiz ó gouache. Muchas de sus obras más significativas llevan aparejadas sus versiones en grabado de un tipo ó de otro. Así, entre las primeras está Madonna del año 1896, versión en litografía de la obra al óleo de un año antes.

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