jueves, 21 de febrero de 2013

edward hopper - dos en el patio de butacas 1927



los años que van  de 1923 a 1927 fueron años de asentamiento definitivo del artista tanto en su arte como en su estado familiar y económico. Durante una estancia veraniega en Gloucester el primero de estos años, Hopper se re-encuentra por segunda vez con una vieja conocida de la escuela neoyorquina de años atrás,  con la que ya había coincidido en Ugunquit en la misma pensión en 1914, Josephine Nivison, y un año después se casa con ella . Jo, como se la llama habitualmente,es , no olvidemos, sobre todo una artista, que en un principio, y quizá siempre, empuja a Hopper y le ayuda a abrirse paso en el ya difícil mundo artístico americano. Es sobre todo una acuarelista excelente y también gran pintora que siempre acompañará al pintor en  todos sus desplazamientos y que se prestará como modelo en muchísimas de sus obras más conocidas. Muchos dicen que aparece en este cuadro como la dama que acompaña al excesivamente puntual caballero que vemos, y por tanto que éste puede ser el mismo Hopper, pero estos detalles, nunca necesarios ni importantes en las obras de arte, quedan en la mayoría de los casos por probar.
Lo que si tiene su razón de ser es ésta alusión al teatro. Otra vez nos trae de muy buen grado una escena teatral , congelando un instante mas bién raro ó poco frecuente. La mayoría de los pintores en este mismo tema habrían llenado ó casi llenado la sala, al fín y al cabo un teatro lleno es sinónimo de espectáculo, arte y éxito, es un verdadero acontecimiento social y cultural de primera fila. Todo lo contrario es un espectáculo triste y cargado de fracaso. Hopper se ha esmerado en presentarnos el segundo caso y , además, como va siendo habitual en casi todas sus obras con personajes, estos son perfectamente herméticos y no tienen la menor intención de agradar o comunicarse . Comprendo que ignoren a la dama del palco , pero entre la supuesta pareja la frialdad es total. Volviendo al teatro, el matrimonio Hopper fué muy aficionado a éste espectáculo y también ya al cine, no en vano se vivía en el país, y sobre todo en Nueva York una verdadera explosión teatral, con más de 250 espectáculos teatrales por temporada en Broadway. Precisamente   sobre el tema del cine, traigo este bellísimo cuadro titulado New York movie, muy posterior, ya del año 1939.
Volviendo a nuestra obra, Hopper sitúa aquí al espectador en un magnífico lugar del patio de butacas dejándole que se asome a este momento tan apacible. Por otro lado el juego de bellísimas curvas que definen palcos, escenario, butacas y mamparos , el detalle de los objetos y ,sobre todo, el tono dorado-anaranjado que envuelve todo, desde los peinados de las damas hasta las molduras de los palcos pasando por la única sombra existente, la  arrojada por el cortinón sobre las paredes separadoras , todo da a la excena una grandiosidad y elegancia dignas del más selecto de los anfiteatros.

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