viernes, 11 de octubre de 2013

martin rico - paisaje de suiza (bourgdigny) 1862



el año 1862 Martín Rico logró una pensión para ampliar estudios en el extranjero y se desplazó a París, siguiendo los pasos de muchos otros pintores españoles. Durante el verano de ese año hizo un viaje por Suiza donde tuvo la ocasión de trabar amistad con Alexandre Calame, a la sazón el más consagrado e importante pintor de los Alpes que dejaría su huella en el español. Podeis ver algunos de sus grandiosos paisajes, todavía con cierta carga de romanticismo, pero donde manifiesta un gran amor por la naturaleza de su país : el Mont Blanc, el Jungfrau y el Mont Rosa.
Desde allí Martín envió a España algunas de sus obras como exigían las condiciones de la beca y, sobre todo llenó multitud de hojas de sus famosos cuadernos con apuntes del natural y esbozos de paisajes.

Esta obra que figura en la exposición y que además pertenece al Museo, es de las de mayores dimensiones que se conocen de este viaje y representa un paisaje perfectamente identificable y, precisamente, fué la que eligió como principal para mostrar sus clarísimos avances ante sus calificadores de Madrid. Se trata de la localidad de Satigny , cercana a Ginegra, valle vinícola regado por el Ródano entre los Alpes y el Jura. También en los apuntes de sus propios cuadernos aparecen detalles, incluso arquitectónicos, de este cuadro.

Podríamos compararlo con las dos obras presentadas anteriormente, el de Guadarrama y el de Azañón, los cuales, siendo paisajes llenos de luz y perfectamente naturales y llenos de realismo en sus detalles formales y en el color, parecen al lado de éste un tanto desvahídos ,faltos de variedad en sus colores. En efecto, observar en el paisaje suizo la riqueza de tonos en los verdes  de los prados de primer plano y sobre todo en los de los árboles que rodean la ermita. Seguir por los más terrosos y rojizos de las montañas del fondo, con una variedad de sombras, unas más suaves y otras mucho más definidas, que además, según se van alejando reciben tonalidades cada vez más azules consiguiendo de éste modo una mayor profundidad en el paisaje. Hasta las nubes participan de ésta cualidad. Todo demuestra que el pintor había dado, ó estaba dando, un gran salto hacia el realismo más puro. Quizá, ya habiendo pasado por París y visto algo de lo que se estaba haciendo allí, comenzaba a introducir de manera sistemática estos cambios en su forma de representar la realidad.

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