el 14 de Noviembre
del año 1934, año de la creación de ésta obra, llegó Dalí a Nueva York
acompañado de su esposa Gala, invitados por el marchante Julien Levy,
propietario de la galería de arte de su nombre.
Iba
a inagurar la que sería su tercera exposición en aquella ciudad y
empezaba a ser conocido en sus ambientes artísticos. Así, los visitantes
de la Feria Mundial de Chicago de 1933 habían podido contemplar su obra La persistencia de la memoria, sus famosos relojes blandos, que hemos visto anteriormente, y, sobre todo, Retrato de gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre su hombro (cortesía de Artehistoria) del año 1933 había causado verdadera expectación, y no solamente
en la prensa especializada. Levy se convertiría en su principal promotor
en aquel país de forma que hasta 1941 le procuró nada menos que seis
exposiciones individuales.
Cuando el pintor llegó ese año a la
ciudad norteamericana ya había enviado una buena cantidad de cuadros,
dibujos y grabados y a su obra se había hecho referencia en muchas
conferencias sobre el movimiento surrealista que comenzaba a hacer mella
en los círculos mas progresistas.
En definitiva no era ni mucho menos un desconocido.
Volvamos
ahora atrás unos cuantos años en la vida de Dalí para verle en dos
momentos relacionados con dos de los objetos que aparecen en el cuadro:
el caballo magnífico, blanco y poderoso, alzándose hacia la infinitud
del cielo y el ciprés del que emerge. Relacionado con el primero,
traemos un pequeño episodio de su infancia por boca de su hermana Ana
María:
Mi hermano decía siempre que quería ser Napoleón. Un día que íbamos de excursión a la ermita de San Sebastián, estaba tan rendido que ya no podía ni andar. Tieta le hizo un gorro de papel y, poniéndoselo en la cabeza, le dijo que ya era Napoleón. Inmediatamente se espabiló. Montado en una caña a modo de caballo, subió, animoso, la empinada cuesta que lleva a la ermita.
Cuando desfallecía, bastaba que Tieta imitase el redoble de los tambores para que Salvador, montado en su Pegaso, que en aquel momento era un vulgar trozo de caña, subiera galopando hasta la misma ermita, a pesar de la intensa fatiga que indudablemente sentía. Y a lo más alto llegó sin caer del caballo alado que con tanta propiedad representaba a su férti l imaginación.
Ahora
podemos ver a Dalí niño sentado en su clase de Els Fossos
distraído mirando a la ventana a través de la cual se pueden
ver dos cipreses. Será una de sus imágenes constantes en esos
años. En sus andanzas por los caminos del Ampurdán siempre lo
acompañarán estos esbeltos árboles que constituían una magnífica
barrera contra los vientos, tan frecuentes en ésta comarca. La
introducción de éste árbol es constante a lo largo de toda su producción;
aparte de estas consideraciones deben tenerse en cuenta
las magníficas cualidades no solo simbólicas , el más allá, la
muerte, lo eterno, la ascensión espiritual, sino también
puramente pictóricas al tratarse de un elemento vertical
estabilizante en cualquier obra y enormemente sugestivo y
perturbador.
El que Dalí incluya un caballo, aún sin ser alado como Pegaso,
emergiendo libre y poderoso del interior de uno de sus cipreses, puede
ser interpretado como la liberación de algo verdaderamente opresivo ,
tal vez alguno de sus antiguos traumas , tal vez su propio padre. Pero
aquí Dalí, una vez más vuelve a dejar a un lado cualquier representación
convencional, como sería hacer emerger un animal vivo, veloz y heroico,
tal y como , influido por Odile Redon ó Frederik Leighton, haría
cualquier artista surrealista de su época, y congela toda la acción tal
y como nos indica desde el mismo título de la obra : osificación
matinal. El árbol mítico de su niñez
florece al aire cristalino de la mañana ampurdanesa en forma de caballo
de hueso que rompe la negra coraza arbórea ,se detiene frío y
deslumbrante y ahí queda. No puede haber forma más sutil de tratar el
tema.
Y, por supuesto, nuestro pintor acompaña éste bellísimo
hallazgo con una delicadeza y virtuosismo en el empleo del pincel
extraordinarios ,lo cual desde luego no es nuevo en su ya extensa obra.
Por
último , y como tercer elemento, aparecen las nubes dalinianas, nubes
engrosando, creciendo amenazantes, cúmulos tan familiares para él y para cualquier ampurdanés, dada la característica y explosiva metereología de éste extremo de la península.
resulta difícil imaginar para cualquier persona corriente, cualquiera
de nosotros, otra lectura diferente a la que directamente representa el
famoso pintor francés Francois Millet en su obra del mismo nombre, el Angelus: dos
campesinos entregados con devoción al rezo en una pausa en sus labores
cotidianas. Nada más simple. El cuadro, que podeis admirar en el Museo
de Orsay de París, es relativamente pequeño, 66x55 cms, y de él se han
hecho infinitas representaciones de todo tipo.
Sin embargo a Dalí
le turbó. Una de estas representaciones colgaba de una de las salas de
la escuela de Figueras a la que asistía de niño, pero, según cuenta el
mismo pintor, fué tras la agresión que recibió la obra por parte de un
demente en agosto de 1932, quién acuchilló la tela con saña, cuando el
pintor , casi sin venir a cuento, son palabras de Dalí, se vió
sorprendido por su imagen "sin ningún recuerdo próximo ni asociación consciente que permitan una explicación inmediata".
A partir de ahí el de Figueras llegó a la conclusión de que esa escena
tan ingenua y aparentemente apacible encerraba con toda certeza un
significado oculto muy lejos de su sencilla candidez.
-un tanto retorcido, ¿no cree usted?-
Pues
no se que decirle, la cosa no es tan rara ni tan infrecuente. No le ha
ocurrido algunas veces el sentirse obsesionado o conmovido por una forma
ó un objeto qué, sin saber porqué, le transmite algo relacionado con su
propio estado anímico, objeto unas veces trivial , cotidiano y hasta
familiar, y otras espontáneo y novedoso. Lo mismo ocurre con escenarios,
lugares, ambientes, olores, sin entrar ya en el terreno musical ó
plástico, donde podemos hablar ya de asociaciones contínuas con nuestro
subsconciente más profundo. Pero sin profundizar aquí en esta faceta tan
maravillosa de la personalidad humana, un simple pañuelo de mujer caído
en la calle ó la fachada de esa o la otra casa por la que pasamos
habitualmente, nos remueve algo dentro siempre que se nos presenta y
siempre nos lleva a la misma sensación interior, el hecho es que tales sensaciones son de lo más corriente en mayor ó menor grado en casi todos nosotros.
Así pues no es de
extrañar esta motivación de Dalí por la obra en cuestión, máxime cuando
es habitual este hecho en toda su vida y su obra. Y, en éste caso,
como en los otros, el pintor percibe una imágen de la obra de Millet
modificada por su propio mundo interior, qué le sobrecoge y desconcierta :
“Esa imagen constituye una representación visual muy nítida y en
colores. Es casi instantánea y no da lugar a otras imágenes. Yo siento
una gran impresión, un gran trastorno porque, aunque en mi visión de la
mencionada imagen todo “corresponde” con exactitud a las reproducciones
que conozco del cuadro, ésta se me “aparece” absolutamente modificada y
cargada de tal intencionalidad latente que ‘El Ángelus’ de Millet se
convierte “de súbito” para mí en la obra pictórica más turbadora, la más
enigmática, la más densa, la más rica en pensamientos inconscientes que
jamás ha existido”.
En esta exposición hay una
sala, la número 5, dedicada a el Angelus, donde se pueden contemplar
también Angelus arquitectónico de Millet de 1933 y el Angelus de Gala
del año 1935. Contrariamente a lo que ocurre con otros pintores, con
Dalí podemos encontrar su propia explicación del contenido ó la génesis
de muchas de su obras, y, en el cuadro que nos ocupa, este es el
caso. En efecto, el pintor ampurdanés nos dejó un texto dedicado de
forma entera a este tema , El mito trágico de El Ángelus de Millet, publicación cuyo manuscrito se perdió en 1941 cuando Dalí abandonó
precipitadamente la ciudad francesa de Arcachón durante la ocupación
alemana y que afortunadamente reapareció en 1963. En este estudio
concienzudo explica su famoso método paranoico-crítico, analiza el papel
de la mujer castradora en el arte en general y finalmente todo lo lleva
al análisis de la obra de Millet.
La lectura de esta
obra, una de las más brillantes escritas por el pintor, es definitiva
para intentar entender no solo el cuadro que nos trae, sino todo el
método paranoico - crítico que aplicaba éste para la revelación de
objetos y su integración inmediata en sus obras. Os aconsejo leer
especialmente desde la página 61, donde se encuentra el primer aspecto
que analiza, los atavismos del crepúsculo, al que le siguen muchas otras
consideraciones más o menos claras pero todas ellas profundamente
complementadas con vivencias y situaciones íntimas de la niñez y
juventud del pintor descritas con todo detalle y sinceridad, en definitiva, un texto vital para entender a Dalí.
Port Lligat era un enclave formado por algunas casas de pescadores
establecidos frente a una de las numerosas ensenadas que se suceden a lo
largo de la costa según ésta se aproxima al vértice mas oriental del
litoral mediterráneo español, el cabo de Creus. El lugar esta muy próximo
a Cadaqués, es la siguiente cala, y fué el lugar escogido por Dalí para
establecerse de forma independiente una vez rompió definitivamente con
su familia y comenzó su nueva vida con Gala. Allí alquiló una pequeña
casita, en algunos sitios se habla de cabaña, y siguió su andadura como
pintor surrealista.
Hoy
os recomiendo que visiteis la cabaña en cuestión qué encontrareis
convertida en casa-museo: entrareis en un mundo alucinante, el mundo
interior daliniano proyectado hacia afuera y decantado en una
exhuberante e interminable sucesión de objetos de todo tipo que llenan
sus innumerables estancias y que no son más que reflejo de lo sucedido en la vida de Dalí-Gala
durante el tiempo que la habitaron, exactamente hasta la muerte de ella
el año 1982. Totalmente enamorado del paisaje circundante y sobre todo del mar, el pintor y su esposa fueron ampliando la casa a medida que sus
posibilidades económicas fueron creciendo hasta convertirla en una
intrincada y sorprendente mansión repleta de rincones donde, cualquiera,
con gusto se perdería. Allí recibían a sus cada vez más numerosos amigos
y admiradores, a los medios, se amaban y sobre todas las cosas, soñaban
y pintaban. Sí, quién pintaba era Dalí, por supuesto, e infatigablemente, pero digo
pintaban porque Gala fué a partir del primer momento, su musa , su
crítica, su marchante y su admiradora.
El año 1931,
dos después de la realización de su famoso Rostro del gran masturbador,
vuelve a reproducir en la obra que vemos, la persistencia de la memoria,
esa imagen un tanto extraña con forma de cabeza dormida que contiene un
enorme ojo de largas pestañas y una nariz posiblemente daliniana. Si en
la primera de las obras se desprenden de éste una serie de elementos
simbólicos como la odiada langosta, las hormigas atraídas por la
pobredumbre y la decrepitud, la fiera repleta de miedos sexuales ó la
mitad del hombre exponiendo su sexo a la cálida ternura femenina, en la
segunda aparece sereno y apaciblemente libre de cualquier inquietud
psiquica que le pueda perturbar. ¿se está refiriendo a él mismo?. Hay otro cuadro del mismo título del año 1930, el gran masturbador, qué también contiene esa figura.
-oiga, no se vaya por las ramas ; lo que queremos saber es lo que significan los relojes blandos-
Tiene
razón, si por algo es famosísimo este cuadro, no es por su bello
paisaje de Port Lligat, con el que hemos comenzado éste comentario, ni
por su luz dorada, ni por la cabeza deforme, sino por los relojes, ó
mejor, por los relojes blandos. Pués bién, mejor que arriesgarnos a
buscar una explicación dentro de la intrincada visión surrealista del
pintor, es preferible traer aquí lo que el mismo Dalí dice al respecto :
«Al terminar la cena tomamos un camembert muy blando -explica Dalí- y,
cuando se marcharon todos, me quedé largo rato en la mesa, pensando en
los problemas filosóficos de lo "superblando" que el queso me
planteaba. Me levanté para ir a mi estudio, donde encendí la luz para
dar una última mirada, como tengo por costumbre, al cuadro que estaba
pintando. Esta pintura representaba un paisaje cercano a Port Lligat,
cuyas rocas estaban iluminadas por un transparente y melancólico
crepúsculo; en el primer término había un olivo con las ramas
cortadas y sin hojas. Sabía que la atmósfera que había logrado crear
con este paisaje había de servir de marco a alguna idea, a alguna
sorprendente imagen; pero no tenía ni idea de cuál sería. Me disponía a
apagar la luz, cuando instantáneamente "vi" la solución: dos relojes
blandos, uno de ellos colgando lastimosamente de las ramas del olivo.
Aunque me atormentaba un terrible dolor de cabeza, preparé afanosamente
mi paleta y me puse a trabajar.»
Y no aclara para nada
su verdadero significado. Hay quién ha asociado la blandura de los
relojes con las el queso camembert de marras, pero si le sirvió ó no
éste para imaginar de pronto los relojes doblándose con su nueva
materialidad, no lo sabremos nunca. Es muy sincero Dalí cuando dice
estar esperando algo, una idea, !una sorprendente imagen! para que la
obra no se quede en un simple paisaje sin ninguna intención. Dalí, como
siempre, ó mejor, como haría cualquier artista del grupo de los
surrealistas, trata de sorprendernos con algo inesperado. Cuando
volvieron esa noche sus amigos con Gala, ya había acabado el cuadro y nos
imaginamos que iría pensando significados ó posibles formas de leerlo,
seguramente varias diferentes, durante su rápida ejecución. Más aún, el
mismo decía a menudo que es el espectador del cuadro el que
debe encontrar su propio significado, el que más le convenga ó el que
encuentre mas plausible.
-¿entonces...?-
Entonces,
la cosa se queda así, lo siento. Hay otro cuadro del año 1930 llamado
prematura osificación de la estación de ferrocarril en el que aparece el
reloj de la estación también blando ó al menos deformado y,
sorprendentemente, con la misma hora, las 18.55, que uno de los del
cuadro que nos trae. ¿es una casualidad?. No lo sabemos, el caso es que
los relojes prácticamente desaparecen en adelante en la obra daliniana, pero en Reloj blando en el momento de la primera explosión , ya del año 1954, !vuelve a aparecer ésta misma hora!.........
Para su consuelo le ofrezco algunas soluciones al enigma sacadas de la
multitud de comentarios existentes sobre esta enigmática obra :
-la fugacidad del tiempo
-la
diferencia entre el tiempo real, el que miden los relojes y que es con
el que funcionamos desgraciadamente y que el pintor degenera y dobla
porque no le gusta, y el tiempo imaginario, el psíquico, el que nos
lleva hacia atrás en los recuerdos y hacia delante con nuestras
inquietudes ó esperanzas, tiempo totalmente ágil y delicioso, el tiempo
que aparece en nuestros sueños intemporales y que nos hace
momentáneamente libres y felices.
-la relatividad del tiempo, siguiendo la teoría de Einstein
-la obsesión del propio Dalí por el paso del tiempo, que contínuamente esta simbolizando en sus obras.
Yo, particularmente, me quedo con la segunda.