las siguientes tres entradas recogen otras tantas obras del Greco
pertenecientes a la capilla de San José de Toledo. Todas ellas, más una Coronación de la Virgen,
es obligado presentarlas aquí, no sólo por su calidad y belleza
sino por pertenecer a una nueva etapa en su carrera: la de los nuevos
grandes encargos que no se producían desde el del entierro del Señor de Orgaz
de 1586, esto es, hablamos de casi diez años de plena producción de
Taller pero carentes de obras de envergadura. Casi simultáneamente a
éste, va a llevar a cabo otros tres proyectos más, de los cuales iremos
hablando más adelante: el altar de Talavera la Vieja, el Colegio de Doña María de Aragón en Madrid y el Hospital de la Caridad en Illescas.
Pero vayamos por partes. Es indudable qué, a pesar del fracaso real derivado del San Mauricio, que le cerraron para siempre las puertas de la Corte española, los éxitos renombradísimos en la capital toledana del Espolio y
del Entierro y el apoyo de algunas personas muy influyentes en ésta
sede eclesiástica, propiciaron la prosperidad de su taller y, sobre
todo, su encumbramiento como el mejor pintor de la ciudad. Mas pronto ó
más tarde, los encargos de peso debían llegar. Mientras, el Greco había
ya alcanzado, como estamos viendo, un estilo propio cada vez más
inconfundible, a través del cual manejaba simultáneamente unas veces la
templanza y casi la ortodoxia italiana ó veneciana y otras, liberándose
de cualquier tipo de atadura formal, geométrica ó cultural, un
maravilloso y complejo estado sobrenatural, irreal y flotante,
lleno de expresión y ternura espirituales. El como había llegado a ello
es preferible dejár a los propios cuadros que lo digan : se pueden
seguir las ventitantas entradas que llevamos sobre ésta conmemoración
para percibir la evolución del cretense. Es cosa común en la mayoría de
los pintores, incluso en el mismo Picasso, el más drástico y veloz en lo
que a dicha evolución se refiere. Pero lo notable en estos genios es que la
propia transformación se está contínuamente produciendo en la mente y
aparece solamente de manera esporádica en sus obras, que unas veces
reflejan con claridad los cambios y otras no. Y ésto es aplicable a
todos los grandes creadores. Así, los aficionados taurinos estallan, ó
,desgraciadamente en éste caso, estallaban en vítores ante ese magistral
natural, siempre esperado, de Curro Romero, los jóvenes de los años 60
quedaban ensimismados al descubrir una obra de arte musical de nuevo
cuño en una de las canciones del nuevo álbum de los Beatles, el mundo
artístico se asombraba al presentar Picasso sus Señoritas de Avignon, ó
el estadio enmudece ante el derechazo de Nadal ó la jugada genial de
Messi. ¿Siempre era así?. Naturalmente no; exceptuando grandes rachas
contínuas que también se han dado, como en Van Gogh y otro pintores, lo
normal es que la progresión mental sea paulatina pero con idas y venidas
en sus productos. En ello el Greco no es una excepción.
- o sea que usted me viene a decir que lo sobresaliente no se da así por las buenas, ¿no?.
eso
es, las obras maestras en cualquier campo, desde la investigación hasta
el cante hondo, no están al alcance del primer advenedizo que llega,
más aún, por lo general requieren mucho sufrimiento.
- oiga, no se me ponga usted así
sí,
la cosa es para ponerse. Hoy la sociedad de consumo, en la que nos
encontramos imbuídos, nos induce a creer que cualquier cosa buena o bella
se obtiene con el solo esfuerzo de pagar, pero ello es solo aplicable a
lo puramente material; más allá las cosas cambian ciento ochenta grados
y al llegar al asunto de la formación y por tanto de la superación
habrá que hablar muchas veces, estareis conmigo, de sufrimiento. A estas
alturas, sus 57 años, el Greco había pasado muchas etapas, alcanzado un
altísimo nivel artístico, había gastado muchísimos pinceles
y todavía evolucionaba hacia las últimas obras de su vida que veremos
más adelante. Y, por supuesto, había sufrido como el que más.
En
el archivo de la misma capilla de San José de Toledo se conserva un
documento en el que consta el contrato, fechado a finales de 1597, entre
el pintor y el capellán mayor Don Martín Ramírez para la ejecución del
altar y retablos, estos últimos tres, central y dos laterales. También
se habla, como no, de las diferencias y desacuerdos surgidos al pago de
los honorarios, cosa común en muchos de los encargos solicitados al
cretense. En su Libro de las Fundaciones, Santa Teresa habla de
ésta capilla como una de ellas, realizada el año de 1568, que realmente
iba para Monasterio-convento de la Regla carmelita reformada, según el
caballero Martín Ramírez, tío del anterior, habíale prometido a la
Santa.
Interesantísimo a éste respecto es el
trabajo sobre la relación de la Santa de Avila con la ciudad de Toledo,
publicado con el título Espacios teresianos en Toledo. Si podeis, leerlo, es muy ameno.
Después,
sus sucesores y albaceas no fueron tan espléndidos y se quedó en
pequeña capilla. Habían de ser obligados para el retablo mayor el patrón
San José y La Coronación de la Virgen. Los otros dos restantes a gusto
del pintor, y el Greco, como ya hemos indicado, escogió a San Martín de
Tours y a la Virgen con el Niño, santa Inés y santa Martina. La primera
de éstas santas con el cordero tal y como suele ser habitual, agnus( Inés) en
latín es cordero, patrona de los adolescentes, siempre virgen, incluso a
pesar de ser condenada por el emperador Diocleciano a vivir en un
prostíbulo. Santa Martina, patrona de Roma, es representada con la palma del martirio y un
león, también como atributo usual, pués se cuenta qué, trás varios tormentos, acabó en el circo con las fieras pero éstas solo se limitaban a
lamerle las llagas de anteriores sufrimientos. Según se afirma en la
obra sobre el Greco de Cossío, en nota adiccional, hasta el año
1910, cuando se publicaron los inventarios de sus obras, no se pudo
comprobar que se trataba de Santa Martina. Siempre se supuso, y así lo
hizo el propio Cossío en la edicción original, que se trataba de Santa
Tecla, compañera de viajes de San Pablo.
Este cuadro, junto con el de San Martín fueron adquiridos
por la Galería Nacional de Washington, y cedidos temporalmente para ésta
exposición.
Insistiendo en la gran capacidad que alcanzó el Greco y su taller
para llevar a cabo cuadros de devoción en serie de un mismo tema,
tomamos como referencia otra vez la obra que sobre el cretense escribió
Manuel B. Cossío en la que habla de cinco Oraciones del Huerto de las
que sabe su localización, pero a pié de página se añade una nota
indicando que, sin embargo, en el catálogo del libro el Greco and his school de
Harold Wethey, aparecen citadas hasta trece, entre las que se
encuentran todas las de Cossío. De ellas varias están hoy en paradero
desconocido. Ente unas y otras hay sin embargo pequeñas diferencias qué,
como en la de la iglesia de Stª María de Andújar, la que se encuentra
en el Museo de Bellas Artes de Budapest, ó la del de Lille, todas
realizadas en años posteriores a la aquí traemos del Museo de Arte de
Toledo (Ohio), como veis, no son tan pequeñas, disponiéndose en todas ellas la escena en dos mitades, superior, con Cristo y el ángel, e inferior, en la que
sitúa a los apóstoles, y que quizá presentan cierta dulcificación del
mismo paisaje y cielo, no así de la luz espectral, que mantiene, y que produce esa sensación irreal y sobrenatural que busca ya en todas
sus obras y a la que nos va teniendo cada vez más acostumbrados. La de
la Galería Nacional de Londres, también como ésta de hacia 1590, y que
proviene del convento de las Salesas Nuevas de Madrid, es muy similar a
ella aunque pienso que inferior en calidad pictórica, armonía y
espiritualidad.
Estas mismas consideraciones se podrían
hacer con muchas de sus series de cuadros religiosos de encargo
realizados sobre estos años y posteriores que se encuentran dispersos en
Museos, iglesias, colecciones públicas ó simplemente en domicilios
particulares desconocidos ó no. Así son innumerables sus San Francisco,
más de 130, (piénsese que en la ciudad de Toledo existían más de una
docena de conventos de ésta orden), la mayoría enteramente de sus
ayudantes, Santo Domingo, San Pedro, la Magdalena, Cristos, acompañado por
María su madre ó no, con la Cruz ó sin ella, parejas de
Santos............en fín, lo que se fuera pidiendo. Para ello contaría
con aprendices y ayudantes entre los que destacan tres personas:
-Francisco
Preboste, del que tenemos referencias por figurar en cartas donde el
Greco le otorga poderes para representarle en asuntos relacionados con
la gestión de sus obras y que llega a ocuparse de parte de la
administración del negocio. Italiano nacido en 1554, es decir trece años
más joven que el cretense, cuya firma es desconocida por no aparecer en
ninguna de las obras salidas del Taller, pero que se sabe con certeza
colaboró en muchas de ellas e incluso algunos autores actuales sugieren
que fué en la mayoría de las de devoción hasta comienzos del siglo XVII.
Aún nombrado por el pintor como criado en algún documento,
realmente no lo fué en el sentido que hoy tiene para nosotros esta
calificación, pues, aparte de los poderes a los que nos hemos referido,
confía en él, junto a su hijo Jorge Manuel, para llevar a cabo trabajos
importantes e incluso da muestras de esta confianza en documentos
públicos. Así pues, estamos hablando más de un compañero y colaborador
que de un simple ayudante y menos aún de un criado a su servicio.
-también
contó con la ayuda de su propio hijo Jorge Manuel, de quién no vamos
aquí a entrar a valorar su calidad como artista y mucho menos a verle
como un discípulo de su insigne padre, que por supuesto lo fué, pues de
él aprendería el oficio, pero está tan lejos artísticamente que no
merece la pena establecer comparaciones . Solo nos limitaremos a decir
que es seguro intervino también en muchas obras parcial y totalmente,
que figuraba como pintor, escultor y arquitecto y que debió nacer en los
primeros años de la estancia del Greco en Toledo. Tras la muerte del
Greco continuó la producción del Taller y ahí sí hubo de superarse para
seguir el ritmo de encargos, aún cuando, incluso en algunas obras datadas en
estos años, es difícil la asignación rotunda a Jorge Manuel.
-del
tercero de estos colaboradores, Luis Tristán, ya debemos hablar como de
un pintor excelente, con obras magníficas muy por encima de las de
Jorge Manuel, nacido en Toledo y que estuvo pocos años en el Taller del
maestro, entre 1603 y 1606. Pasó años de su aprendizaje en Italia donde
recibió influencias del mismo Caravaggio, muy patentes en muchas de su
obras. En nuestro Museo del Prado se pueden admirar algunas de ellas y
os aconsejo no os perdais su Santa Mónica y Santa llorosa, ambas
fechadas en 1616.
Ahora
volver a la obra que nos acompaña en la que asoman una vez más algunos
rasgos pertenecientes a la forma de hacer bizantina, principalmente en
la disposición independiente de las escenas, apóstoles durmiendo dentro
de un nicho incrustado en la misma nube que soporte al ángel ó al
traidor Judas con el piquete lejos, formando parte de un paisaje
presidido una vez más por la luna envuelta en nubes irreales. Como viene siendo habitual el
cretense trata de situar la escena desubicada de lugar alguno, haciendo
caso omiso de la perspectiva, la relación natural de dimensiones entre
unos y otros objetos o la procedencia y efectos de la luz; cada nicho del cuadro
tiene su propia iluminación: así, Judas y sus acompañantes a la derecha
se acercan a colmar su traición bajo la luz pálida lunar que se abre
paso a través de lúgubres nubes, mientras que los apóstoles durmientes
la reciben de la que emana de la misma oquedad nubosa en los que les ha
situado el pintor; por otro lado el ángel la recibe de lo alto al mismo
tiempo que la hermosísima nube blanco-azulada, totalmente irreal pero
hermosísima, situada por encima y, finalmente, Jesús es alcanzado por un destello sobrenatural que convierte el rojo de sus vestidos en los blancos espectrales únicos del Greco.
El
escenario donde el Hijo implora a su Padre que le libre de su final
fatal nada tiene que ver con el jugoso bosquecillo de olivos que debía
ser Getsemaní, al contrario, éste se convierte en un árido paisaje
rocoso, casi lunar, donde la única vegetación consiste en dos pequeñas
ramas, eso sí, parece que de olivo. El conjunto resulta pués seco y
triste, casi sombrío, como debieron ser aquellas últimas horas de libertad del Maestro. Nuestro pintor no hubiera podido representarlas mejor.
El Greco, ya desde su etapa
italiana, se apoyó con frecuencia en la utilización de figuras de barro,
de yeso y de cera, moldeadas por supuesto por él mismo, para crear y estudiar
posturas para sus obras; la cosa no era ninguna novedad, sino una
práctica muy empleada por los pintores de la época. El mismo Tintoretto
lo empleaba con asiduidad: figurillas de estos materiales y hasta de
cartón, que vestía y situaba en pequeños escenarios creados por el mismo
e iluminados a conveniencia para estudiar los efectos de luces y
sombras, colores, diferentes planos, contraluces, escorzos y, en fín,
todo lo conveniente para trasladarlo al lienzo directamente ó a estudios
previos.
En Toledo, donde poco a poco iba siendo conocido y
demandado, el de Creta tuvo por fuerza que especializarse. Digamos que
fué convirtiendo su taller en una verdadera factoría capaz de atender
cuantos encargos le salieran. Mucho más rápida sería la ejecución de
éstos si se contaba de antemano con modelos para cada caso, y mejor aún
sí, una vez definido un prototipo, éste se copiaba casi exactamente
igual variando alguno de sus elementos en función de la clase y
procedencia del encargo en cuestión. El pintor sevillano Pacheco,
contemporáneo del Greco, le visitó varias veces en su taller toledano y
pudo comprobar algunos de estos procedimientos, cosa que ni gustó ni
valoró, tratándose de un pintor que, como Leonardo, preconizaba el
estudio directo del modelo natural: " si puedes acudir a la fuente , no
eches mano de la vasija". Quizás no comprendía qué, en manos de nuestro
pintor, esas toscas representaciones artificiales se transformaban en el
lienzo en pura belleza y expresividad.
De Pacheco son estas palabras tras uno de sus encuentros en el taller:
"
Dominico Greco me mostró una alacena de modelos de barro de su mano
para valerse de ellos en sus obras, y, lo que excede de toda admiración,
los originales de todo cuanto había pintado en su vida, pintados al
óleo en lienzos más pequeños en una cuadra que por su mandato me mostró
su hijo."
Aquí tenemos a uno de sus San Pedro del
que sin duda existiría en algún momento en las estanterías del taller
una pequeña copia-modelo, origen de otras varias con el mismo tema y de
los cuales traemos aquí éste del Museo Cau Ferrat de Sitges y cuatro
más; verlos y observar las diferencias entre unos y otros:
-museo Soumaya Mexico city
-Bowes museum, Barnard Castle
-sacristia catedral Toledo
-hospital Tavera de Toledo
por
supuesto no son exactamente iguales pero como veis presentan una serie
de elementos esenciales que se conservan invariablemente : la
disposición de las manos entrelazadas, la posición del rostro hacia lo
alto, las llaves( excepto en uno de ellos), cierta iluminación vaporosa
encima de la cabeza, el rompimiento con paisaje, siempre a la izquierda,
con el sepulcro, la figura del ángel irradiando una luz sobrenatural y
otra figura, probablemente de María Magdalena y, en fín, hasta las ramas a derecha e izquierda del santo.
De
las cinco, para mi gusto, es la que aquí traemos la más bella y
expresiva; como su nombre indica es, efectivamente, un San Pedro que ha
llorado a lágrima viva, ojos lacrimosos y nariz roja, arrepentido de su
cobardía especialmente, pero también de la imposibilidad de contar ya
con otra oportunidad para dar la cara por su Maestro, que es
precisamente el detalle que envenena esta tan conocida y frecuente
flaqueza humana; máxime en éste caso si pensamos que San Pedro le daba
ya a Jesús, en manos de gente que le odiaba, por perdido irremediablemente. Pero
el Greco ha querido ofrecer a todos los cristianos toledanos de finales
del siglo XVI un rostro lloroso pero al mismo tiempo tranquilo y ya
reconciliado : difícil papeleta que quizá está resuelta gracias al labio
entreabierto que ablanda la tensión muchísimo y llena de paz la
expresión de Simón Pedro.
Nuestra obra como ya se ha
dicho pertenece al Museo Cau Ferrat de Sitges y adquirida por el pintor
Santiago Rusiñol, quién fué uno de los mas fervientes admiradores del
Greco a finales del siglo XIX. Tras su famoso viaje en carro por la
Cataluña profunda de finales de siglo en compañía del también pintor
Ramón Casas y el escultor Enric Clarasó a la búsqueda de su artesanía
popular y la riqueza escondida en sus paisajes, acabó asentándose en
París donde entró en contacto con Zuloaga el año 1889, esto es,
precisamente con una de las personalidades que más ha luchado para
reivindicar la figura del Greco. A partir de ahí ambos hicieron suya en
común esta causa publicando artículos y cartas que enviaban
periódicamente a colegas y escritores de éste lado de los Pirineos
convirtiendo al pintor de Creta en uno de los referentes más notables
del Modernismo catalán. Cuando tuvo la oportunidad de adquirir dos obras
del Greco descubiertas como tales en París, no la dejó pasar y se trajo
para España , a su casa-estudio de Sitges, Cau Ferrat, éste de Las
lágrimas de San Pedro y una Magdalena penitente con la cruz. La llegada
en procesión con los dos cuadros presidiendo se recordó durante mucho
tiempo como una de las más alegres festividades entre las que allí
anualmente, las famosas Fiestas Modernistas, se celebraban.
El
año 1933 fué convertida esta casa en Museo y allí permanecen estas obras del
Greco arropadas por una selección de cuadros de los más importantes
pintores de aquella generación que tanto hizo para que hoy sea admirado y
valorado. Allí hay obras de Rusiñol, Casas, Picasso, R. Pichot, Mas i Fontdevila, Zuloaga, Regoyos, Enric Clarasó, Manolo Hugué, Pau Gargallo......