es difícil penetrar en los mundos internos de Dalí, condición indispensable para intentar dar una explicación a cada uno de los elementos, siempre abundantísimos, de sus obras. Elementos qué, además, las más de las veces el pintor los incluye aislados en su significado del resto y de la obra total, esto es, cada uno vive por su cuenta en el cuadro. Esto da lugar a pensar que Dalí no tendría posiblemente muchas veces una idea precisa de todo lo que iba a sacar a escena, ni como ni en que orden irían actuando y , me atrevo a decir, ni siquiera del título, que maduraría durante su concienzudo desarrollo. No quiere esto decir que todas sus obras surrealistas puedan haber seguido este proceso y veremos también muchas con una idea central común y con todas sus partes subordinadas en su significado a la misma.
Esta obra de 1929 nos mete de lleno en el surrealismo daliniano y puede tratarse de una de sus primeras obras en la que se vislumbran luces de optimismo y de liberación de sus miedos, traumas y temores que llenan sus cuadros en los años inmediatamente anteriores. Aquí todos ellos, envueltos en el estilo academicista, relamido por los últimos brotes del modernismo aún imperante, asisten atónitos a la llegada del hada mágica que poco a poco los irá eliminando ó, al menos, sublimando : Gala.
Elena Ivanovna Diakonova , diez años mayor que Dalí, nació a las orillas del Volga, en la ciudad rusa de Kazán y tras estudiar en Moscú con resultados brillantes, vino a parar a sus 18 años a un sanatorio suizo para curarse de una tuberculosis. Allí conoce al futuro escritor surrealista Paul Eluard, joven de su misma edad con el que rápidamente congenia y con el que se casará tres años después, en 1917, en plena Guerra europea. Ambos se integran en el movimiento literario y artístico surrealista del París de posguerra, adonde acude Dalí el año 1929 de la mano de Buñuel, quién le pone en contacto con Eluard y André Bretón, una de las cabezas de éste movimiento. El pintor queda prendido en la poderosa personalidad de la joven rusa y poco a poco la va incorporando en su profunda espiritualidad, como lo demuestran las constantes citas en sus escritos. Pero el paraíso se hace realidad cuando el verano de ese mismo año, accediendo a la invitación del pintor, René Magritte y su esposa, Goemans, el marchante, con la suya, Paul Eluard y Gala con su hija y por último Buñuel, aparecen en Cadaqués.
Aquí comienza pués una nueva etapa en la vida de Dalí que inmediatamente se refleja en su obra pintada y escrita y que durará nada menos que toda la vida. En adelante serán Dalí y Gala.
Y ésta obra que estamos viendo es, como hemos dicho, uno de sus primeros frutos. Sus terrores, sus miedos sexuales en forma de cabeza de león, sus caras monstruosas, el buitre, se desvanecen y desprenden por la parte superior del monumento. Las manos, instrumentos indispensables y directos de la representación del subsconsciente, aparecen decrépitas, deformadadas y embebidas en la corriente ascendente liberadora, próximas ya a su liberación y regeneración que se anuncia con la llegada providencial de Gala. El mismo Napoleón y la famosísima Mona Lisa se encuentran empequeñecidos, aislados y envueltos en curvas femeninas que provienen a su vez de formas art-nouveau ya decadentes que a su vez arrancan de las rocas, las ruinas eternas y abotargadas en el tiempo inmemorial y en la propia muerte que anuncian los cipreses.
Y Gala lo comparte todo, se encuentra en el mismo maremagnun viscoso y pétreo que se retuerce hacia arriba, apareciendo aquí y allá. El mismo Dalí dice :
"Quería eregir un monumento a la mujer niña, y esta mujer niña era Gala. Sacrificarle en holocausto todos los terrores pueriles del 1900 de mi infancia. Quería que este cuadro fuese como un alba en el estilo de Claudio de Lorena pero con la morfología del Modern Style, correspondiente al más intenso mal gusto barcelonés".
A Claudio de Lorena lo hemos ya visto en este blog como autor de numerosos cuadros representando amaneceres hermosísimos que acontecen casi siempre en escenas de muelles junto al mar. Ver Puerto con Villa Médicis en la exposición Arquitecturas Pintadas. En efecto Dalí enmarca su bello monumento a Gala dentro de un amanecer prometedor, lleno de los buenos augurios y promesas que su encuentro con su nueva compañera sin duda le va a deparar. Y, al fondo, a contraluz, aparecen las pequeñas figuras del Angelus de Millet del cual hablaremos en una próxima entrada. Como vemos, vuelve a arremeter contra el Modern Style, el gusto decadente de moda, uno más de los atributos a eliminar en el arte que había denunciado en el famoso Manifiesto Antiartístico Catalàn, Manifest Groc, manifiesto amarillo por el color de su portada, de 1928, publicado junto a Lluís Montanyá y Sebastiá Gasch y en el que se llegó a calificar de estrecho y pútrido al ambiente cultural y artístico catalán ,y, entre los entes denunciados, figuró hasta el Orfeón Catalán, con su repertorio manido de canciones.
Un apunte final que puede ser cierto : en la parte superior, junto a la cabeza de león-terror hacia el sexo, introduce una jarra, sí, es una jarra, ver su barroca y amanerada asa. Al parecer Dalí representaba con jarras su propia virginidad, él fué virgen hasta la llegada de Gala, y el hecho de aparecer una piedra justamente encima que ha provocado su rotura, puede interpretarse como la pérdida de esa virginidad. La jarra de marras lleva dos caras, ¿de hombre y de mujer?, ¿Dalí y Gala, ella con su bigote?. Es posible, lo dejamos a la interpretación de cada uno .Con la obra de Dalí hay primero que ver y después que leer en sus numerosos escritos, en su correspondencia, ó en su Diario Intimo del que ya hablaremos.