Ahora pasamos a ver dos cuadros de los cinco ó seis que hizo el Greco para el Hospital de la Caridad de la localidad toledana de Illescas. Debían formar parte del retablo para el altar de su Capilla mayor, retablo qué, como en otros encargos, también se le encomendó al de Creta a mediados del año 1603 y qué, de las circunstancias que concurrieron en el ya habitual pleito asociado a su posterior retribución, sirvió para un hecho sustancial en materia legal: fué ésta la primera vez en España que unas pinturas fueron declaradas exentas de impuestos, todo ello gracias a la oportuna alegación de su autor, el Greco, ante el alcabalero de Illescas, quién, como era corriente hasta entonces, le exigía el pago del impuesto correspondiente, ó alcábala, como a cualquier operación de compraventa. El pintor más ó menos vino a afirmar que los productos de su quehacer no pertenecían al mundo artesanal ó industrial, sino a otro mucho más elevado y espiritual y por tanto no sometido a éste tipo de obligaciones puramente mercantiles.
Detalles del referido proceso los podeis leer en el blog Palabras al Bit bajo el título el Greco el primer objetor fiscal.
El conjunto de pinturas destinadas a la bóveda del altar mayor, representan tres momentos claves de la vida de la Vírgen María, la Anunciación, la Natividad de su Hijo, y finalmente su Coronación como reina ya en los cielos. Esta última iría en el centro ó vértice superior y las otras a ambos lados, en los laterales del edificio, y, por ello, las tres tienen un formato elíptico ó circular. La cuarta obra iría en el centro del cuerpo alto del retablo y debía representar la virtud de la Caridad; a ambos lados de ésta el Greco situaría dos estatuas de madera representando la Fé y la Esperanza. Esto es, toda la obra pintada se sitúa en las zonas más altas del presbiterio y, por lo tanto, algo alejada del espectador. En el centro del altar debería dejar un hueco para una imagen de bulto de la Virgen titular de la Iglesia, qué así sería su figura principal.
Hoy, si la visitais, encontrareis ésta imagen vestida con alguno de los ricos mantos con que ha sido obsequiada a lo largo de los años, por encima de ella un cuadro de segunda fila en lugar de la Caridad del cretense, y ninguno de los otros tres cuadros de la bóveda. Pero, no os alarmeis, tres de las obras, las de la bóveda, están a buén recaudo en la sacristía adyacente y se pueden admirar bién de cerca, y la Caridad en uno de los dos altares laterales de la iglesia. En el otro además encontraremos un San Ildefonso del Greco maravilloso, una obra llena de realismo y serenidad, donde el que fuera arzobispo de Toledo en el siglo VII y patrón de ésta ciudad, aparece espléndidamente acompañado por el tejido de su hábito, oscuro y de brillos soberbios, y del granate y dorado que reviste la mesa de trabajo. Se trata casi con seguridad de un encargo de algunos años antes a los del altar, y, como en casi todos los retratos, el Greco vuelve a poner los pies en la tierra.
Volvamos a nuestra Natividad y con ella de nuevo al mundo del Greco de estos años: figuras alargadas de vestiduras vaporosas y envolventes, San José, joven, y su mujer María concentrados en la visión de su primogénito totalmente embelesados y sumergidos en una luz blanca e intensa qué, viniendo de lo Alto en un chorro fantasmal, es reflejada por el cuerpecito del bebé y el paño sobre el que descansa en todas direcciones estableciendo una escena recogida, llena de luz e intimidad. Las manos, en posiciones muy estudiadas, otra vez contribuyen a mantener la tensión espiritual del momento, especialmente la mano izquierda de la madre tomando delicadísimamente el paño del Niño. En la parte inferior, posiblemente para rellenar el hueco que quedaría vacío, introduce la cabeza del buey que según la tradicción encontró la familia en el establo, en posición de escorzo y relativamente grande de tamaño. Queda bién, no desdice