martes, 26 de mayo de 2015

el greco - la virgen y el niño con sta. martina y sta. ines 1595-1600


 las siguientes tres entradas recogen otras tantas obras del Greco pertenecientes a la capilla de San José de Toledo. Todas ellas, más una Coronación de la Virgen, es obligado presentarlas aquí, no sólo por su calidad y belleza sino por pertenecer a una nueva etapa en su carrera: la de los nuevos grandes encargos que no se producían desde el del entierro del Señor de Orgaz de 1586, esto es, hablamos de casi diez años de plena producción de Taller pero carentes de obras de envergadura. Casi simultáneamente a éste, va a llevar a cabo otros tres proyectos más, de los cuales iremos hablando más adelante: el altar de Talavera la Vieja, el Colegio de Doña María de Aragón en Madrid y el Hospital de la Caridad en Illescas.

Pero vayamos por partes. Es indudable qué, a pesar del fracaso real derivado del San Mauricio, que le cerraron para siempre las puertas de la  Corte española, los éxitos renombradísimos en la capital toledana del Espolio y del Entierro y el apoyo de algunas personas muy influyentes en ésta sede eclesiástica, propiciaron la prosperidad de su taller y, sobre todo, su encumbramiento como el mejor pintor de la ciudad. Mas pronto ó más tarde, los encargos de peso debían llegar. Mientras, el Greco había ya alcanzado, como estamos viendo, un estilo propio cada vez más inconfundible, a través del cual manejaba simultáneamente unas veces la templanza y casi la ortodoxia italiana ó veneciana y otras, liberándose de cualquier tipo de atadura formal, geométrica ó cultural, un maravilloso y complejo estado sobrenatural, irreal y flotante,  lleno de expresión y ternura espirituales. El como había llegado a ello es preferible dejár a los propios cuadros que lo digan : se pueden seguir las ventitantas entradas que llevamos sobre ésta conmemoración para percibir la evolución del cretense. Es cosa común en la mayoría de los pintores, incluso en el mismo Picasso, el más drástico y veloz en lo que a dicha evolución se refiere. Pero lo notable en estos genios es que la propia transformación se está contínuamente produciendo en la mente y aparece solamente de manera esporádica en sus obras, que unas veces reflejan con claridad los cambios y otras no. Y ésto es aplicable a todos los grandes creadores. Así, los aficionados taurinos estallan, ó ,desgraciadamente en éste caso, estallaban en vítores ante ese magistral natural, siempre esperado, de Curro Romero, los jóvenes de los años 60 quedaban ensimismados al descubrir una obra de arte musical de nuevo cuño en una de las canciones del nuevo álbum de los Beatles, el mundo artístico se asombraba al presentar Picasso sus Señoritas de Avignon, ó el estadio enmudece ante el derechazo de Nadal ó la jugada genial de Messi. ¿Siempre era así?. Naturalmente no; exceptuando grandes rachas contínuas que también se han dado, como en Van Gogh y otro pintores, lo normal es que la progresión mental sea paulatina pero con idas y venidas en sus productos. En ello el Greco no es una excepción.

- o sea que usted me viene a decir que lo sobresaliente no se da así por las buenas, ¿no?.

eso es, las obras maestras en cualquier campo, desde la investigación hasta el cante hondo, no están al alcance del primer advenedizo que llega, más aún, por lo general requieren mucho sufrimiento.

- oiga, no se me ponga usted así

sí, la cosa es para ponerse. Hoy la sociedad de consumo, en la que nos encontramos imbuídos, nos induce a creer que cualquier cosa buena o bella se obtiene con el solo esfuerzo de pagar, pero ello es solo aplicable a lo puramente material; más allá las cosas cambian ciento ochenta grados y al llegar al asunto de la formación y por tanto de la superación habrá que hablar muchas veces, estareis conmigo, de sufrimiento. A estas alturas, sus 57 años, el Greco había pasado muchas etapas, alcanzado un altísimo nivel artístico,  había gastado muchísimos pinceles y todavía evolucionaba hacia las últimas obras de su vida que veremos más adelante. Y, por supuesto, había sufrido como el que más.

 En el archivo de la misma capilla de San José de Toledo se conserva un documento en el que consta el contrato, fechado a finales de 1597, entre el pintor y el capellán mayor  Don Martín Ramírez para la ejecución del altar y retablos, estos últimos tres, central y dos laterales. También se habla, como no, de las diferencias y desacuerdos surgidos al pago de los honorarios, cosa común en muchos de los encargos solicitados al cretense. En su Libro de las Fundaciones, Santa Teresa habla de ésta capilla como una de ellas, realizada el año de 1568, que realmente iba para Monasterio-convento de la Regla carmelita reformada, según el caballero Martín Ramírez, tío del anterior, habíale prometido a la Santa. 

 Interesantísimo a éste respecto es el trabajo sobre la relación de la Santa de Avila con la ciudad de Toledo, publicado con el título Espacios teresianos en Toledo. Si podeis, leerlo, es muy ameno.

Después, sus sucesores y albaceas no fueron tan espléndidos y se quedó en pequeña capilla. Habían de ser obligados para el retablo mayor el patrón San José y La Coronación de la Virgen. Los otros dos restantes a gusto del pintor, y el Greco, como ya hemos indicado, escogió a San Martín de Tours y a la Virgen con el Niño, santa Inés y santa Martina. La primera de éstas santas con el cordero tal y como suele ser habitual, agnus( Inés) en latín es cordero, patrona de los adolescentes, siempre virgen, incluso a pesar de ser condenada por el emperador Diocleciano a vivir en un prostíbulo. Santa Martina, patrona de Roma, es representada con la palma del martirio y un león, también como atributo usual, pués se cuenta qué, trás varios tormentos, acabó en el circo con las fieras pero éstas solo se limitaban a lamerle las llagas de anteriores sufrimientos. Según se afirma en la obra sobre el Greco de Cossío, en nota adiccional, hasta el año 1910, cuando se publicaron los inventarios de sus obras, no se pudo comprobar que se trataba de Santa Martina. Siempre se supuso, y así lo hizo el propio Cossío en la edicción original, que se trataba de Santa Tecla, compañera de viajes de San Pablo.
Este cuadro, junto con el de San Martín fueron adquiridos por la Galería Nacional de Washington, y cedidos temporalmente para ésta exposición.

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