Nos queda por ver la obra que debía ser, como hemos adelantado en la entrada anterior, la que presidiera desde lo alto el altar del hospital de Ntra. Sra. de la Caridad de Illescas. Es pués un cuadro que debía ser visto desde muy abajo y a ello obedece un poco su composición, alargada y gruesa en su parte inferior, con el soberbio vestido de la Vírgen repleto de pliegues llenos de luz blanca y ejecutados con pinceladas larguísimas, independientes y aparentemente descuidadas. Cada vez el estilo del maestro es más suelto, más nervioso, casí desbocado, pero si observamos con detenimiento la variedad de tonos granates y rojos adecuados a la configuración de cada pliegue y la seguridad y soltura con que están aplicados llegamos a la conclusión de que ni mucho menos se trata de una ejecución descuidada sino, por el contrario, es reflejo de una maestría total. Además cada vez economiza más el detalle y si no ver la forma en que resuelve el velo de Nuestra Señora con unas pocas y finísimas líneas ténuemente pinceladas sobre la pintura seca.
Ella acoje bajo su manto protector algunos personajes de medio cuerpo vestidos de época haciendo referencia a la virtud de la Caridad como se pedía.
Y aquí vuelve a repetirse la historia. Como le pasó en el Expolio, volvemos a encontrar al Greco metido en pleito con sus patronos por lo inadecuado de su trabajo: a qué viene representar unos caballeros, ...."personas señaladas y conocidas de la dicha ciudad de Toledo con unas lechuguillas grandes abiertas con mucha yndecencia", y proponen llamar a otro..."busque un buén pintor en la villa de Madrid, y asiente y consiente con el Haga y pinte un quadro de la virtud de la charidad muy bueno y qual conbenga para poner en el dicho retablo....".
Esto es, no les gustó la introducción de personas de cierta distinción en una representación de esta virtud, donde debería haber gente menesterosa, tullida, necesitada de caridad.
A todo ello contestó el pintor..."que es cosa digna de ponderar que tengan por yndecentes para aquel lugar lo que toda la christiandad usa...".
En efecto, era uso común llevar a los cuadros de éste tipo personas corrientes y de toda condición y sobre todo, vestidos con normalidad y a la moda del momento.
Hasta donde llegaron las forcejeos entre los administradores del hospital, que además, según se estipuló en el contrato, debían ser los tasadores de la obra una vez realizada, y el pintor, no está del todo claro; al parecer, según dice el catálogo de la exposición que se llevó a cabo en el Museo del Prado el año 1939, ..."en Mayo de 1607 acabó el pleito condenando al Hospital.....", pero añade ..."pero tal vez después de muerto el Greco, quiso al cabo salirse con la suya y un Orbaneja trocó los caballeros rogantes en pobres tullidos, ancianos con muletas y cuello cortos y vueltos".
Además el Greco recibió, todavía un año después, muchos menos ducados de los que inicialmente se le había prometido. Quizás, ójala fuese así, nunca llegó a ver su obra profanada de éste modo .
Por fortuna, tampoco nosotros, ya que todo volvió a su ser trás su feliz restauración, junto a sus compañeros del retablo, el año 1937 en plena Guerra Civil, tras haber corrido el riesgo de su total perdición.
En efecto, parece ser que al estallar el conflicto se les llevó a una cueva cercana para su salvaguarda pero, enterado Madrid, envió primeramente a funcionarios de la Junta de Incautación para su traslado a la capital qué, fueron rechazados por los propios vecinos de Illescas; hubo que recurrir a las fuerzas del orden, milicianos y guardias y, eso sólo tras exigirles su perfecto embalaje y protección como condición previa a su salida de la villa. De este hecho se dice la siguiente anécdota:
Cuentan que uno de los milicianos dijo: Hay que ver que pérdida de tiempo, salvar estos cuadros en lugar de estar en el frente matando fascistas. ¡¡Son del Greco¡¡¡ le dijo otro miliciano, al parecer mas cultivado, a lo que contestó el primero ¡¡¡¡Muy bien, por un camarada se hace lo que sea¡¡¡¡¡¡¡.
En Madrid fueron a parar a los sótanos del Banco de España y, unos meses después se comprueba que, debido a las condiciones inadecuadas del lugar, se están enmoheciendo y echándose a perder. Entonces acaban por fín en el Prado, donde se lleva a cabo su restauración que descubre, en el de la Caridad, la verdadera versión del Greco en su parte inferior, tal y como hoy la estamos viendo.
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