En 1912 Bonnard compró una pequeña casa en Normandía, región que ya
había frecuentado anteriormente en bastantes ocasiones y le atraía
enormemente. Estaba situada en la localidad de Vernon, a orillas del
Sena, y llevaba dos años alquilándola hasta que finalmente decidió
hacerla suya y la dió hasta un nombre, Ma Roulotte, esto es Mi Caravana. Allí se llevó sus bártulos y, por supuesto, a Marthe
y además compraron una pequeña barca de remo para dejarse llevar por
los meandros y las islas que se forman en esa parte del curso bajo del
río francés.
Muy pocos kilómetros separan Vernon de Giverny, lugar
que había elegido otro pintor, Monet, para residencia habitual; aún
siendo importante la diferencia de edad entre ambos, Bonnard 45 y Monet
alcanzando ya los 77, pronto surgió entre ellos una gran amistad.
Al
año siguiente Bonnard hizo un viaje a la ciudad alemana de Hamburgo
acompañado de su amigo y pintor Vuillard. La ciudad del Elba era en esos
años de finales del siglo XIX y principios del XX un gran polo de
atracción para jóvenes pintores relacionados en mayor o menor grado con
la vanguardia artística gracias a los esfuerzos de Alfred Lichtwark,
gran historiador de arte y mecenas germánico, quién a través de su
famosa promoción "colección de imágenes de Hamburgo", escenas de la ciudad
pintadas por ellos mismos, les daba ocasión de desarollarse y llevar a
cabo su obra artística, además de facilitar su encuentro con marchantes ó
coleccionistas locales.
El cuadro que vemos ahora
representa una escena muy popular en el Hamburgo de esos años; se trata
de un conocido punto de la ciudad frente al lago Alster, muy concurrido
donde se celebraban bailes, cenas ó simplemente se sentaba la gente a
tomar algo y charlar. A su lado estaba el edificio del Uhlenhorster Ferry
que
fué destruido durante la pasada gran guerra. También existía un
atracadero para los transbordadores de recreo así como embarcaciones más
pequeñas. En el cuadro de Bonnard se ven muchas barcas a remo y a vela,
ya en la semipenumbra del crepúsculo, mientras el primer plano esta
totalmente ocupado por la terraza espléndidamente iluminada repleta de
público. Como veis, Bonnard descuida y elimina casi totalmente la línea y
el detalle, limitándose a rellenar de luz este primer plano y el
resultado es efectivísimo: la sensación de penumbra se ve potenciada en
el lago por la luz delantera y, vicebersa, la luz se torna más intensa
gracias a la oscuridad que impera en el lago.
Ver otro cuadro de Bonnard muy similar, picnic, posiblemente del mismo lugar, pero intensísimo de colores cálidos. Para mí, de lo mejores de estos años.
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