viernes, 10 de noviembre de 2017
edvard munch - las niñas en el puente 1904
En una de sus frecuentes estancias en Åsgårdstrand, en el verano de 1893, Munch comenzó a elaborar algunas ideas y esquemas que le conducirían años después a la creación de una serie de cuadros, casi todas del mismo tema, de importancia en el desarrollo de su obra. Me refiero a figuras estacionadas sobre uno de los muelles existentes en las cercanías de la playa de dicha localidad, figuras unas veces de muchachas, otras con mujeres ya maduras, hombres...., unas veces apoyándose en la baranda, otras ocupando todo su ancho, en fín, disponiéndolas de varias formas pero siempre conservando el escenario, el mismo punto de vista y, casi en todas, la misma perspectiva.
Entre 1901, fecha de la primera de sus versiones, aunque algunos autores la datan en 1899, y hoy en la Galería Nacional de Oslo, y 1933, llevó a cabo más de una docena. Perteneciente al Kimbell Art Museum, Fort Worth, Texas, por cierto un bellísimo y excelente edificio producto de la colaboración de dos grandísimos arquitectos del siglo pasado, nada menos que Louis Kahn y Renzo Piano, traemos ahora la titulada las niñas en el puente de 1904, en la qué una de las niñas, la más cercana, se vuelve a mirarnos, e inmediatamente nuestra mente se va a otra obra anterior y famosa, el grito de 1893, con parecida perspectiva pero contraria, y en la que Munch ha sustituido la desesperación por la tranquilidad, el optimismo y la nostalgia de una hermosa salida de luna en la aplacible Åsgårdstrand.
La primera, la de la Galería Nacional de Oslo, es aparentamente similar, pero las tres niñas permanecen apoyadas sin mirar y, sobre todo, la obra es mucho más relajada en su ejecución, su pincelada muchísimo mas tranquila y suave, esto es, mucho menos dramática. Digamos que la que traemos se acerca mucho más al expresionismo.
En mujeres en el puente , de 1903, qué pertenecea la Galería Thielska de Estockholmo, contrapone unas figuras de ancianas con vestimentas negras a la belleza y plenitud de un grupo de jóvenes muy agrupadas de las que se separa y vuelve una, más madura, y de nuevo nos mira directamente. Centra el punto de vista y dora cálidamente las cabezas y vestidos del grupo como recibiendo los últimos rayos de sol mientras la luna, otra vez, surge en el cielo de fondo. El resultado, como veis, es hermosísimo y optimista, aunque no deja de transmitir cierta inquietud el contraste tan evidente entre las dos generaciones a las que da cita en la obra.
Por último mostramos ésta versión ya del año 1933 del Munch Museo de Oslo, donde aparecen algunos hombres y que nos parece mucho más simplificada y plana de pincelada, aún poseyendo más luminosidad y colorido.
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