martes, 6 de febrero de 2018
ignacio zuloaga - la tia luisa 1906
Si se puede hablar de optimismo y alegría de vivir en toda una sociedad como la europea ó, más extensivamente, en todos los países ya industrializados, los años de finales del siglo XIX y de la primera década del XX vienen marcados por esta manifestación consecuencia de un creciente bienestar económico y una gran euforia derivada de los numerosos adelantos técnicos qué, aún teniendo sus raíces muchos lustros atrás, empezaban a dar auténticos y palpables frutos de forma, por fín, extensiva, no solo en las clases pudientes sino en la cada vez más numerosa burguesía y clases medias establecidas en los grandes núcleos de población.
El uso de la electricidad como fuente de energía e iluminación, la salida a la venta de los primeros automóviles con motor de combustión interna en 1885, cuando ya las locomotoras a vapor recorrían muchos kilómetros por toda Europa tras la inaguración de la línea Liverpool - Manchester en 1826, los avances en el desarraigo de enfermedades gracias a las vacunas, la conservación y transporte de alimentos con garantías, la mayor difusión de información impresa en forma de periódicos y revistas y finalmente el uso, aunque todavía limitado, del agua corriente en viviendas, son algunos avances que afectaron a nuestros parientes lejanos de finales de este siglo XIX complicado y socialmente inestable.
La moda en el vestir seguía su curso, siempre evolucionó a buén ritmo, pero en estos años, especialmente la femenina se hace visualmente mucho más alegre, optimista y liberada. Tienden a desaparecer los apretados corsés y otras formas molestas de realzar la figura, el avance también en la manufactura de los tejidos prodiga prendas mas ligeras, cómodas y funcionales, y el colorido y el uso de complementos se generaliza.
Entre estos complementos el sombrero es prenda imprescincible e importante y su uso se hace extensivo tanto en las damas de toda condición como en los caballeros. Zuloaga se vió inmerso en aquel París exuberante de vida y alegría y en la obra que vemos del año 1906 cultiva con delicadeza el detalle en el vestir y especialmente en la belleza de los sombreros. Aunque suele insistir en la mantilla española a la hora de llevar a cabo muchos de los retratos que le fueron encargados a lo largo de su vida, es en las obras de estos años donde más utiliza esta otra prenda para realzar la belleza femenina.
Así, nos sorprende con uno negro e indefinido pero lleno de sensualidad y movimiento en la Carta de 1898, vuelve a emplear esta clase de tocado en Parisienses dos años después adornando dos elegantes damas, en el que una de ellas casi con seguridad es la misma modelo que aparece en esta de la tía Luisa, comprobarlo. Del año 1907 traemos españolas y una inglesa en el balcón, la inglesa la de la derecha por el color mucho más pálido de su piel y luciendo un sombrero contagiado de los tonos oscuros y fríos de la obra. En fín, como Zuloaga hubo pocos con la facilidad y elegancia con la que "tocaba" las cabezas de sus modelos; ver tambien Retrato de actriz, 1909, Señora de Patino, ó retrato de Annie Bourdin.
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