Tras llegar a un acuerdo entre el Museo del Prado y la Frick Collection de New York el pasado año, finalmente nueve obras de pintores españoles han viajado desde el famoso museo de Manhattan para ser expuestas temporalmente en la pinacoteca madrileña.
a lo largo de las siguientes entradas los iremos viendo y comentando; siempre constituye una gran satisfacción y sorpresa para los que no somos expertos en el arte el encontrarnos con obras desconocidas para nosotros pintadas por los grandes maestros.
Henry Clay Frick, hijo de emigrantes y oriundo del estado de Pensilvania, aprovechó el momento de gran empuje industrial de la segunda mitad del diecinueve y pronto se afianció en el negocio del carbón y del acero, de manera que la C. Frick Coke Company una década después ya controlaba casi el ochenta por ciento del mismo.Aficionado al arte desde jóven, su fortuna posterior le permitió convertirse en un gran coleccionista cuando aún no había entrado en la cuarentena. Con el fín de albergar su cada vez más copiosa colección de arte, Henry se hizo construir una gran mansión en New York, nada menos que en la Quinta Avenida de Manhattan, que se asegura costó alrededor de 5 millones de dólares del año 1913, y que fué su lugar de residencia hasta su muerte en 1919. Su viuda continuó viviendo allí, aún cuando él ya había legado en su testamento todo el inmueble y su contenido al Estado con la finalidad de que fuese un Museo permanente, lo que es hoy la famosa Frick Collection.
Como otros grandes coleccionistas de arte estadounidenses de la época, Henry viajó por Europa , visitó sus más destacados museos y entró en contacto con el mercado de obras, adquiriendo muchas de artistas de gran relieve como Rembrandt, Renoir, Ingres o Vermeer. Tambien visitó España en dos ocasiones y a su colección fueron a parar las nueve obras que aquí veremos.
Este
autorretrato del pintor Murillo lo adquirió bastantes años después de
su primera visita en 1893 y fué su primera adquision de una obra
española. Por entonces el pintor sevillano ya era bién conocido y
admirado en su país y Henry se sumaba con creces a ésta devoción. El
artista estaba alrededor alrededor de los treinta años de edad y su
atuendo es sencillo, al contrario de su otro autorretrato pintado
dieciséis años más tarde, obra que pertenece a la National Gallery de Londres
y en la que, lógicamente más maduro, ofrece una imagen más digna y
acompañada por sus útiles del oficio, pinceles y paleta. De cualquier
forma en ambas obras Murillo quiso hacer resaltar su condición de
hidalguía y su orgullo de ser un pintor, un artista célebre y
considerado, Tal es así que en ambas obras su figura, como veis se
encuentra enmarcada dentro de un óvalo en trampantojo simulando una
piedra en mal estado que descansa sobre otra; si en el nuestro el
conjunto es más descuidado, en el de la National Gallery es equilibrado y
mucho más formal. Tras su muerte se le añadió la leyenda que veis en su
base, identificándolo como Maximi Pictoris Hispanilati.
Murillo
le tuvo siempre en grandísima estima y lo conservó hasta su muerte.
Adquirido después por Frick, su familia lo mantuvo durante más de cien
años como un cuadro querido y valorado hasta su pase al Museo en 2014,
donde hoy lo podemos admirar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario