según parece Van Dyck fué miembro de la congregación de la Virgen que dirigían los jesuitas en su iglesia principal de Amberes, hoy iglesia de San Carlos Borromeo. Rubens recibió el encargo de la decoración de su retablo, techo y capillas laterales, y llevó al joven con él. Hoy se han perdido todos estos cuadros, al parecer hasta un total de treinta y nueve, a consecuencia de un incendio acaecido en 1718. Una pena, habría sin duda obras, por supuesto con el sello inconfundible de Rubens, que nos estarían hoy deslumbrando, pero sin duda lo estaríamos también con multitud de detalles del discípulo. El que traemos aquí, al parecer fué pedido explícitamente al joven Van Dyck para la iglesia de los Dominicos de Amberes.
La abundancia de temas religiosos salidos del Taller del maestro y de forma independiente del propio taller de Van Dyck, no debemos olvidar que desde 1615 compartía estudio con su amigo y compañero Jan Brueghal el jóven, donde no les faltaban tampoco encargos, es con seguridad consecuencia del empeño surgido en el seno de la monarquía y nobleza española y en la propia Iglesia Católica de llenar de imágenes y escenas religiosas templos ,conventos y cuantos lugares pudiesen ser objeto de ello, como una forma más de oponerse a la Reforma luterana iniciada un siglo antes. Los Hausburgo españoles sostenían por entonces una lucha sin cuartel contra la expansión de la nueva doctrina protestante y la Compañia de Jesús, dentro del mundo católico, era su más enardecida colaboradora. A ello contribuyó también el uso de la prensa de imprimir, establecida desde hacía años en la ciudad por Christophe Plantin, y, aún cuando en ocasiones fué objeto de recelo por parte de las mismas autoridades religiosas, lo cierto es que fué un instrumento eficaz de propaganda católica con sus bellas e ilustrativas imágenes llenas de la más pura ortodoxia evangélica.
Este cuadro de 1618 esta estructurado como veis en torno a las miradas que se establecen entre Jesús, agotado y salvajemente impelido a proseguir su camino hacia una muerte lenta y horrible, y nada menos que su propia madre en calidad de testigo directo. Cuatro curtidos hombres, soldados de Roma seguramente, tratan de cualquier modo de poner en pié al reo quién obligatoriamente por ley debe hacer todo el trayecto hasta la cruz sean cual sean sus condiciones físicas. La escena debió dejar sin habla a los que la contemplaron hace ya más de dos mil años, como lo haría hoy, y Van Dyck es lo que también intentó al llevarla a cabo. Sin embargo, para mi gusto, éste no es precisamente uno de sus mejores cuadros religiosos. Es excesivamente diagonal, esceso de líneas diagonales desde la zona inferior izquierda a la superior derecha, el madero, los brazos de los sayones, las picas y lanzas, la figura iluminada del primer plano......y ésto ensucia la propia composición. Además, ojo, es solo mi opinión, la expresión de Madre e Hijo , aún teniendo cierta ternura, no están a la altura del joven pintor.
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