Según estudios modernos basados en análisis del ADN, el origen del pueblo gitano, término derivado de egiptano, al pensar errónemente durante mucho tiempo en raices egipcias, se sitúa en una zona entre Pakistán y la India, desde donde, forzados probablementes por conflictos armados e invasiones, se fueron desplazando hacia el oeste alcanzando Europa donde poco a poco se fueron asentando. De comienzos del siglo XV tenemos abundancia de datos que lo confirman.
Si inicialmente fueron en España bién recibidos y aceptados, pronto su rechazo a de la normativa impuesta y su forma de vida tendente a cierta inclinación a la no integración y dificultad de relación con sus vecinos, derivó en la aparición de leyes y disposiciones en su contra, muchas de ellas contradictorias, hasta llegar en 1749 a ser sin escrúpulos perseguidos en la llamada Gran Redada. La Constitución de 1812 sin embargo alivió la su situación al ser reconocidos plenamente como ciudadanos españoles con todos los derechos. Hoy día, trás algún retroceso producido durante el régimen franquista, su situación vuelve a ser estable.
Teresa San Román, nuestra eminente antropóloga, escribe a propósito de ellos:
los gitanos nunca cambiaron su cultura, su orden social, por decreto. Ha sido la evolución del mundo, el cambio de la propia España lo que les ha hecho modificar su vida. A pesar de las prohibiciones y limitaciones, han sido tratantes de ganado hasta que aparecieron en el campo el tractor y la emigración; han sido cesteros hasta que el plástico absorbió en gran parte el mercado; han sido nómadas hasta que tuvieron que refugiarse en la ciudad para poder subsistir.
La imagen del campamento gitano, como el que aparece en el cuadro de Fillol que vemos, se asocia invariablemente en nuestra mente a esta etnia, y aunque hoy en día su sedentarismo ya casi no es tal, sus valores, sus principios y sus relaciones familiares a los que se aferran en busca de la permanencia de una orgullosa identidad como pueblo, siguen provocando en general un sentimiento, si no de rechazo, sí de recelo ó desconfianza.
La ley gitana aplicada dentro del grupo con severidad puede ser el asunto de fondo que se refleja en esta obra, donde la rebelde es rechazada y censurada por todos y cada uno de sus miembros probablemente por el incumplimiento de alguna de sus rígidas normas. Podría tratarse de la manifiesta discriminación, una vez más, que existe entre ambos géneros al obligar a la futura esposa a someterse a la prueba del pañuelo el día antes de su boda para probar su imprescincible virginidad.
Antonio Fillol es uno de nuestros grandes exponentes del realismo social en la España de principios del siglo XX y se vale de su arte para denunciar muchas de las injusticias y atropellos qué, en la mayoría de los casos, se cometen contra la mujer; algunas de sus obras son sencillamente aterradoras como el sátiro de 1906 , donde una niña violada se somete a una rueda de reconocimiento policial, ó la que más tarde presentaremos, la bestia humana, de 1897.
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