sábado, 28 de mayo de 2016

pierre bonnard - le grand jardin 1895


mas importante que la famosa Escuela de Bellas Artes parisina fué para Bonnard el paso por la Academia Julián, abierta en 1868, y a la que se incorporó a la vez que proseguía sus estudios de Derecho, un lugar ideal buscado por artistas profesionales y amateurs que no estaban dispuestos a someterse a los rígidos planteamientos de la primera. Entre otras ventajas y contrariamente a ésta, las alumnas eran bién recibidas y, al igual que los hombres, copiaban modelos desnudos del natural. Allí nuestro pintor conoció a Paul Sérusier y a Maurice Denis a través de los cuales se encontraría con la obra de Gauguin y junto a otros artistas jóvenes formaría el grupo de los Nabis del que iremos hablando más adelante. Sérusier había pasado en la Bretaña algunos meses junto al pintor postimpresionista y contagió a todos su entusiasmo por las novedades que había descubierto en la forma de hacer de los últimos años de este ya famoso artista. Del año 1888 es su pequeña y famosa obra el Talismán, ó el Bosque del Amor, que podeis admirar en el Museo d`Orsay de París, y en la qué, aún identificando los elementos que la componen, reduce éstos a simples manchas planas de color, sin ninguna intención de captar la realidad tal y como es, ni siquiera interpretarla como un impacto en los sentidos al modo de los anteriores impresionistas. Denis decía que, ante esta pintura, se sentía liberado de la esclavitud asociada a la copia de la naturaleza, ataduras tales como......ésto tiene que parecer follaje, ....allí las hojas del árbol deben lucir su brillo para que destaquen del fondo y sobre todo reflejen la luz......esa hierba debe parecer alta y densa...ó las vacas deber ser ante todo verdaderas vacas anatómicamente hablando.  Frente a ésto el propio Gauguin insistía: "¿Cómo ve usted los árboles? Son amarillos. Pues bien, ponga amarillo; esta sombra, más bien azul, píntela de color ultramar puro, lo más azul que pueda; ¿esas hojas rojas? ponga bermellón, y lo que ve como verde póngalo del verde más bonito que consiga de su paleta". Y, el resultado es un conjunto de manchas de color en perfecta armonía cromática y perfecto equilibrio de sus tamaños,  y por lo tanto agradable al ojo humano, sin ninguna otra pretensión.
Bonnard es por ahora mucho más austero en el tratamiento del color, pero espléndido en la búsqueda de colores armónicos, y poco a poco va incorporando a sus obras experiencias propias que pueden servir de forma general a cualquier persona de este mundo, esto es, crea un mundo atemporal y simbólico y, al igual que Gauguin en sus obras finales, pone en escena algo muy propio, interior, utilizando recursos sencillos, planos, sin artificios técnicos, sin pretensiones realistas. 


El gran jardín que contemplamos es aún un okiyo-e, de gran tamaño, como el cuadro de la entrada anterior, pero introduce en la escena esos elementos simbólicos como los gallos y gallinas, la mujer de la casa en sus faenas y el mundo idílico de los niños, niños recogiendo manzanas y acompañados por su compañero el  perro. Todo cotidiano, todo asociado a su mundo interno, pero común a miles de asociaciones de este tipo, una mujer que  cuida y controla, unos niños ajenos que viven en su fantasía, unos animales ligados a ellos en mayor ó menor grado, unos manzanos que ya dejan caer su fruto maduro........Sencillo y universal, todo un símbolo, ó un mundo de símbolos sumergido en un paraíso verde, vegetal, jugoso y adorable, el mundo de nuestra niñez despreocupada y tierna, sin penas ni contratiempos. 

Traemos cuatro obras de Bonnard, todas de estos años, asociadas a la recogida de manzanas, que pueden contemplarse juntas en esta exposición, Pintando la Arcadia, exposición itinerante que al día de hoy ha visitado París, Madrid y últimamente San Francisco. Nunca habían sido exhibidas juntas por lo que és una novedad. Se trata de :

- niños jugando con una cabra 1899 -pola museum of art Kanagawa-Japan

-recogiendo manzanas - pola museum of art Kanagawa-Japan

-la recogida de manzanas 1899 -museo de Orsay , París

-y esta que vemos, el gran jardín 1895 

jueves, 26 de mayo de 2016

pierre bonnard -crepúsculo -la partida de croquet 1892


 a apartir de las grandes exposiciones sobre este pintor durante los años 1984 y 1985 en París, Washington, Zurich y Frankfurt-am-Main, la figura de Bonnard empezó a ser considerada como de primera magnitud dentro del panorama pictórico del siglo XX, siglo en el qué, desde el comienzo, y como continuación de lo que venía aconteciendo ya desde la segunda mitad del XIX, la vanguardia del arte se vió vertiginosamente impulsada por una contínua y sucesiva aparición de movimientos, de formas de interpretar y desarrollar el hecho artístico. Este párrafo podía aplicarse a una gran cantidad de artistas sin más que sustituir el nombre de Bonnard por el suyo y da idea de la celeridad del arte moderno y también por supuesto de la tendencia al anonimato inmediato al que generalmente relega provisionalmente a sus creadores.
En  el momento en que nuestro pintor está llevando a cabo esta obra, Crepúsculo, 1892, otros pintores en Europa están ocupados aún con el Impresionismo, el Post-impresionismo, el Simbolismo, el Art Nouveau y están a punto de dar sus primeros pasos el Fauvismo, el Expresionismo, el Cubismo y la misma Abstracción.

Si Bonnard tiene entonces 25 años, Degas está en los 58, Cezanne en los 53, Monet en los 52, Renoir en los 51 y  Gauguin en los 44, mientras que Matisse solo tiene 23, Mondrian 20, Kandinsky 26, Munch 29 y Klimt alcanza ya los 30. Las demás promesas son todavía niños, Malevich tiene 14, Kirchner tiene 12, Klee 13, Picasso 11, Braque 10 y Chagall cuenta con tan solo 3 añitos.

En definitiva un continente en plena ebullición artística que ha dado la espalda definitiva al academicismo dogmático e impecable y sigue múltiples caminos.

Cuando realiza esta obra, Bonnard había conseguido hacía tres años ser admitido al fín en la famosa Escuela de Bellas Artes francesa y allí conocería a Edouard Vuillard, un año más jóven que él, quién abandonaría enseguida esta institución por no ser de su gusto el rígido plan de estudios que la caracterizaba. Ambos muchachos habían pasado por famosos liceos de París y ambos decidieron pronto dedicarse a la pintura como vocación en contra de sus propios padres, quienes querían algo más formal . Vuillard debería haber seguido los pasos de su progenitor y hacerse militar y Bonnard la de Leyes, carrera que empezó, acabó a los 21 años y en cierto modo, pues no acabó de pasar cierta prueba oral, la ejerció algún tiempo en diversos empleos, el Registro Civil y como ayudante del fiscal del distrito del Sena. 
Un año antes, en 1891, mientras hacía su servicio militar, había ganado un concurso para un cartel anunciador de un famoso champán, el famoso France - Champagne, y este pequeño éxito no solo le dió ánimo para dar el paso definitivo hacia su verdadera vocación, sino que hizo cambiar de parecer a su padre quién empezó a ver de otro modo el porvenir de su hijo y le dió libertad absoluta.  El cartel tuvo un gran éxito en el mundillo artístico y al parecer influyó en el mismísimo Toulouse-Lautrec y sus maravillosos carteles; de hecho se hicieron grandes amigos. Recibió algo de dinero por él, poca cosa,, pero suficiente para estimularle a vivir de la pintura.
La partida de croquet podría ser perfectamente un cartel anunciador añadiéndole algunas palabras necesarias para su fín, y extraìdo, por supuesto, de entre las estampas japonesas : colores planos y fríos, sin profundidad ni perspectivas, sin luces y sombras. Un bellísimo ukiyo-e, a pesar de su tamaño nada pequeño, 130 x162 cms,   en una gama perfectamente armonizada de verdes donde el estampado a cuadrícula de alguno de los trajes establece indirectamente un orden y estabilidad en toda la apacible representación de ese instante suspendido, parado en mitad de la tarde, y en la que el pintor, todavía soltero, nos presenta a su familia:  empezando por la izquierda, su cuñado ,su padre agachado, su hermana Andrée y una amiga. Están en el jardín de la casa que su familia poseía en el departamento francés de Isere, junto a la Saboya, exactamente en el llamado Grand-Lemps. La obra fué presentada en el Salón de Independientes parisino de ese mismo año de 1892.

miércoles, 25 de mayo de 2016

pierre bonnard - mujeres en el jardín-1890 -91



permitidme que comience el primer comentario sobre esta exposición aludiendo a lo que sobre el pintor Vincent Van Gogh figura en una de las entradas de este blog, los descargadores de Arlés - 1888, de la exposición Impresionistas y Aire libre; en sus últimos párrafos se habla de la influencia qué, sobre este pintor, tuvieron los grabados japoneses y el descubrimiento por su parte de muchas de sus cualidades en los cálidos y luminosos paisajes del mediodía francés. Van Gogh llegó incluso a versionar una obra del pintor japonés Utagawa Hiroshige, el puente Ohashi en Atake bajo una lluvia repentina, xilografía del año 1857, con el título de puente bajo la lluvia del año 1887. Por supuesto, al igual que muchos artistas, snobs y entusiastas de la época, se hizo, en colaboración con su hermano Theo, con una buena colección de estampas japonesas, ukiyo-e, que ambos presentaron en una exposición, el año 1887, en el café Tambourin de Montmartre.
Os traigo esta excelente página que contiene una buena colección de grabados japoneses y que permite apreciar su diversidad y evolución.

La influencia de lo japonés en la vida artística y en la decoración y el gusto de la sociedad europea de estos años de la segunda mitad del XIX es extensísima, los grandes salones se llenaron de sus estampas, el uso del kimono se puso de moda y hasta se tomaba en muchas casas el té con todo el ceremonial del país del Sol Naciente.
El Impresionismo y el Neo-impresionismo se vieron notablemente afectados por la forma simple y precisa y a la vez natural y descriptiva de esta forma de hacer y, no solo Van Ghog sino Maurice Denis (Easter mystery, 1891), Paul Gauguin (a seashore, 1887), Edgar Degas ( antes de la carrera, 1895), Claude Monet (Orchand in bloom, 1879), Toulouse-Lautrec (aux Ambassadeurs, 1894), Renoir (childrens'  afternoon at Vargemont, 1884) ó Whistler (Annabel-Lee, 1890) participaron en mayor ó menor grado de este entusiasmo.

Bonnard en este aspecto no fué ni mucho menos una excepción. Con la apertura comercial del Japón al mundo occidental, se inició un flujo contínuo de toda clase de objetos de arte, enseres de uso cotidiano, muebles, grabados, obras literarias, formas de vestir y costumbres y, en general, todo aquello originario de un país tanto tiempo cerrado y oculto, que generaba una irresistible atracción en la sociedad culta y refinada de la época. En definitiva Europa y América lo redescubrieron y lo oriental se puso de moda. El llenar sus salones del exotismo y belleza que indudablemente lo caracterizaba fué prioridad. El jóven Bonnard se vió influenciado por esta nueva marea y, al parecer, llegó a acudir varias veces a las llamadas cenas japonesas qué mensualmente se celebraban por iniciativa del más entusiasta comerciante y recolector de arte japonés del momento,  Samuel Bing, en las que se reunían coleccionistas, críticos y por supuesto pintores y en las que se usaban palillos al estilo oriental y se bebía el clásico sake. También adquirió, como muchos otros pintores de primera línea, algunos grabados en madera.

Como la mayoría de los Nabis, su actividad no se limitaba a la pintura, pués también diseñaba muebles, estampados para tejidos y ropa, todo tipo de murales y decoraciones, incluidas las relacionadas con la escena; llegó a hacer marionetas, ilustrar folletos, libros y anuncios publicitarios y, como vemos, pintar biombos. En efecto, los paneles que estamos viendo, Mujeres en el jardín, iban a formar parte de las cuatro hojas de un biombo, pero éste no llegó a existir nunca como tal. Quedó lo mejor, los paneles, que van pintados sobre papel y éste pegado al lienzo, y en los qué Bonnard representa cuatro mujeres al más puro estilo ukiyo-e :

Mujer con vestido de lunares, Mujer sentada con gato, Mujer con vestido de cuadros, Mujer con esclavina, todas ellas en un jardín. Como veis, se deleita en las curvas de los cuerpos, incluidos los de los animales, en los pliegues y ondulaciones de los vestidos y prescinde, como los japoneses, de sombras y escenarios en perspectiva; además trata el color con una delicadeza y armonía sublimes. La alegría y desenfado de las figuras caracteriza sus obras de estos momentos. Del año 1891 es su obra Dos perros jugando y también Mujeres con perro y cuyas figuras bién podrían formar parte de alguno de los paneles que estamos viendo. Ligereza, sinosuidad de líneas, sencillez y economía, cualidades tomadas todas ellas de los grabados japoneses.