sábado, 18 de abril de 2015

el greco - santiago el mayor de peregrino 1586-1588


Obra que procede de la Iglesia de San Nicolás de Toledo donde estaba colocada en la parte superior del altar dedicado a Santa Bárbara. La imágen esculpida de la Santa ocupaba el lugar central y estaba acompañada a ambos lados por sendos cuadros ,también del Greco, de San Agustín y San Francisco.
Como veis,la imágen del apóstol se encuentra dentro de una hornacina pintada y sus pies descansan sobre un pequeño pedestal. Da la impresión de que el cretense ha querido realzar mediante este artificio pictórico el relieve de la figura, es decir, hacerla destacar, y para ello, además, utiliza colores muy cálidos, especialmente el dorado luminoso que llena la hornacina al que le acompaña el maravilloso ocre-anaranjado del manto.
La obra recuerda la iconografía bizantina. El atuendo de peregrino no es ninguna originalidad del pintor, simplemente obedece a la forma de representación que ya se venía haciendo del Apóstol desde el siglo XII : identificar al Santo con sus propios devotos que acudían en peregrinación a Santiago de Compostela en el extremo occidental de Europa, y que iría evolucionando incrementando los atributos u objetos del caminante a medida que estos eran incorporados a su ajuar: túnica corta, esclavina, bordón con calabaza, sombrero de ala ancha, zurrón y concha. Imágenes de Santiago con este atuendo son incontables dentro y fuera de nuestro país.

el greco - inmaculada concepción con san juan evangelista 1580-86


Toledo era en estos años, indiscutiblemente, la capital eclesiástica de España, título que arrastraba desde su primer apogeo a raiz de la dominación visigoda. Ya entonces se convierte en centro de la corte y, tras el abandono del arrianismo y la adopción del Cristianismo en el III Concilio toledano del año 589, en la sede de esta nueva Iglesia que posteriormente pasa a ser metropolitana y lugar de residencia del Arzobispado. Hasta dieciocho Concilios se llegan a celebrar en la capital. Reino de Taifa durante la ocupación musulmana, es reconquistada por Alfonso VI en 1085. Judios, musulmanes y cristianos convivirían pacíficamente  durante los siglos siguientes, llegando a erigirse catorce sinagogas e innumerables iglesias, muchas de ellas mezquitas reconvertidas, como la misma catedral, cuyas obras sobre la base de una existente, comienzan a llevarse a cabo inmediatamente despues de la toma de la ciudad por Alfonso VI. 
Para complementar estos datos he extraído el siguiente párrafo del estudio llevado a cabo por María José Lop Otín y titulado Iglesia y vida urbana. Las ciudades del Arzobispado de Toledo a finales del Medievo, y donde dice hablando de la catedral:

"el verdadero peso, no obstante, no descansaba en su contundente aspecto externo, sino en el poderoso cabildo catedralicio que albergaba, compuesto por 14 dignidades, 40 canónigos mansionarios, 20 canónigos extravagantes, 50 racioneros, unos 200 capellanes, 40 jóvenes clerizones y una amplia nómina de servidores y oficiales laicos. Todos ellos se encargaban de hacer realidad el gran número de iniciativas religiosas, asistenciales y culturales, que hicieron al templo primado estar muy presente  en la vida de la ciudad de Toledo y ser un auténtco referente para sus habitantes. Los principales  componenetes de este influyente cabildo eran, sin duda, los cuarenta canónigos mansionarios,cuya fuerza se dejaba sentir claramente entre los habitantes de la ciudad de Toledo. Su superior formación cultural, su pertenencia a las principales familias de la ciudad, su tren de vida elevado, el peso de sus fortunas, marcan el catácter elitista de éste grupo dentro y fuera del estamento eclesiástico." 


Sin embargo el Greco llegó a esta capital cuando ya llevaba bastantes años de decadencia. En efecto, ya no era capital del Reino, al trasladar Felipe II la corte a Madrid, y su población, especialmente la perteneciente a las clases más influyentes, había disminuído sensiblemente. Ademas su floreciente industria textil, como la de casi toda España, iba aceleradamente a la baja, y, por otro lado , la Inquisición funcionaba ya con todo rigor, mientras franciscanos, jesuítas y dominicos  disputaban entre sí de contínuo. El ambiente clerical dominaba toda la escena; según un censo del año 1591 ascendían a 739 el número de clérigos seculares y a 1492 el de los regulares, lo que representaba nada menos que el 5 por ciento de la población de una ciudad que contaba con 26 parroquias, 36 conventos y monasterios y 18 ermitas.  Y,  por encima de todo, Toledo era el gran centro universal de la Contrarreforma, con el consabido enaltecimiento de la imaginería religiosa que ya hemos comentado anteriormente. Iglesias , monasterios, capillas y particulares demandaban un sinfín de objetos artísticos que debían ser capaces de transmitir de la forma más eficaz posible la emoción y contenido espiritual de escenas evangélicas, vidas de santos y mártires , devociones nuevas y tradicionales y dogmas proclamados como verdades de fé inalterables. Piénsese en el elevado índice de analfabetismo y la escasez de libros de la época y por lo tanto en el poder de las imágenes para enseñar, transmitir y catecatizar.

Entre las devociones estaba el de la Inmaculada Concepción de María, madre de Jesús, al que alude el cuadro que estamos viendo, y que en ese momento estaba  en pleno proceso de exaltación, aún cuando sus orígenes se remontaban bastantes siglos atrás. Al parecer ya estaba en la tradición de muchos lugares del este europeo en el siglo VI, que lo celebraban como día festivo bajo la invocación de Concepción de María, y fué paulatinamente pasando al resto del continente hasta llegar a la figura del monje franciscano Duns Scotus, quién  defendió con firmeza que la Virgen había sido concebida sin pecado original. Como veis el concepto es puramente filosófico- teológico: si se trata de la madre de Dios, entendido madre como origen terrenal, no puede "contaminar" al mismo Dios con un pecado , ni siquiera heredado, ha de ser totalmente limpia. Pues bién, este concepto tan oscuro y filosófico dió origen a multitud de controversias y enfrentamientos. En vida de nuestro cretense aún faltaba mucho para ser declarado dogma por la Iglesia pero la Contrarreforma lo tomó como piedra de toque en su exaltación de la Virgen María en contra de las ideas protestantes.

El Greco, sin embargo, no pintó demasiadas Inmaculadas, y mucho menos series sucesivas de taller como hizo con algunos de los Santos. En ellas, como en la mayoría de las de pintores de la época y posteriores, se apoya para su representación en la simbología y rasgos tradicionales transmitidos a lo largo de los años. En 1649 Francisco Pacheco describiría estas características con toda precisión :

"se ha de pintar en la flor de la edad de esta Santísima Señora, de doce á trece años, hermosísima, de lindos y graves ojos, nariz y boca perfectísima, y rosadas mejillas, los bellos cabellos tendidos, de color de oro; con túnica blanca y manto azul … coronada de doce estrellas compartidas en un círculo claro entre resplandores; debajo de los pies la media luna con las puntas hácia abajo, porque estando sobre el convexo para que la alumbre, adórnase con ángeles y serafines enteros, que tienen algunos atributos: algunos ponen el dragón hollada su cabeza por el santísimo pie de la Vírgen".

la apariencia de la Señora está tomada del Cantar de los Cantares de la Biblia, "Tota pulchra es, amica mea, et macula non est in te" (Cant 4,7) le dice el amado a la amada, y desde antiguo se identificó a esta mujer con la Virgen, viéndola como la jovencita adolescente de cuerpo entero, con las manos juntas en el pecho y el cabello largo y suelto. Las estrellas y la luna y el Dragón proviene del Apocalipsis de San Juan, apóstol y evangelista que incorpora nuestro pintor al cuadro: 

"Y allí apareció una maravilla en el cielo, una mujer vestida con el sol, y la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas” (Ap. 12,1).


Lo cierto es que apenas hay Inmaculada pintada en la que no aparezca de un modo u otro la luna, nuestra hermosa luna, símbolo además en muchas culturas de pureza. En la del Greco que vemos está a la derecha en la zona inferior, muy separada de la figura de María, flotando en un cielo con nubes deliciosas como él solo sabe hacerlas, formando parte de un paisaje en el que aparecen dispersas construcciones y objetos simbólicos recordando algunos pasajes de la letanìa mariana. Azules, rojos y dorados, envueltos en sus etéreos grises, llenan la obra cuyo punto central es, por supuesto, la cabeza cubierta y las manos en oración, evocando un admirable recogimiento y bondad. El azul tenuemente iluminado y el vaporoso volúmen del manto dan a la figura de la Virgen una prestancia y belleza inigualables.

Comparémosla con la del Museo Thyssen, también del Greco, del año 1608-1614, y con otras Inmaculadas famosas:


-Murillo- la Colosal -1650
-Zurbarán- 1630
-Velázquez -1618 National Gallery
-Alonso Cano (?)- 1618-1620
-Tiépolo 1767-69
-Rubens 1628-29 Museo Prado