viernes, 1 de noviembre de 2013

martin rico y ortega - la aguadora 1875



El 28 de mayo de 1875, Martín Rico llega a Toledo y permaneció en la ciudad al menos hasta el 15 de agosto. Durante esa temporada de, al menos, casi tres meses, pintó cinco óleos, entre ellos este, y realizó un cuaderno de dibujos.El artista estudió la composición de esta obra en un boceto, que incluye la parte central, es decir, la portada, la reja, la aguadora y los asnos.  La portada es muy similar a la que tenía en la época la casa de Samuel Leví, tesorero de Pedro I, luego ocupada por los marqueses de Villena. Por su parte la reja remata en un escudo flanqueado por bichas afrontadas que tomó de la que existe en el  interior del patio de la misma casa, donde también realizó dibujos. En ese mismo patio, al que volvería para pintar un cuadro allí en su segunda campaña toledana en 1893 estudió las jaulas de los pájaros.Además de realizar el boceto, Rico estudió de modo independiente la figura de la aguadora, una de las características niñas que acostumbraba a pintar, aunque cambió el tipo y la expresión en el cuadro definitivo. Estudió el asno, cargado con alforjas y analizó asimismo la cabeza del perro que, tras ensayar diferentes actitudes, representó de frente, como la niña.El artista enriqueció el esquema de la portada de principios del siglo XVI con los remates de sendas esculturas tomadas de la Puerta de los Leones de la catedral, que estudió minuciosamente en sus dibujos. Añadió una ornamentación de cardinas en los capiteles y la imposta que analizó en dos dibujos muy precisos en su valoración de las sombras y las luces y en el deterioro por la erosión del listel inferior del friso.  Asimismo estudió distintos tipos de clavos, de los que realizó una combinación en la pintura para resaltar su volumen sobre la puerta, aún más acusado por la incidencia de luz. La vegetación, en las macetas dispuestas en la reja y en el balcón , suaviza la aridez de la pared encalada. El gusto por los accidentes producidos por el paso del tiempo es muy visible enlos restos de estucos, la aparición del tapial bajo el encalado perdido, a la derecha, el deterioro de los sillares de la esquina y, sobre todo, el de la imposta y las dos medias columnas, una sin basa y otra sin la mitad inferior de su fuste. La luz muy intensa del mediodía estival resalta extraordinariamente las sombras arrojadas por ménsulas y aleros, dibuja con precisión las de las jaulas y valora, intensificándolas, la amplia variedad de texturas del muro. Llevado por su deseo de mostrar el aspecto más propio de la ciudad, el artista agregó, en el escaso espacio equivalente a la cuarta parte en vertical del cuadro, una calle hacia el fondo en perspectiva, por la que desciende un clérigo con manteo y sombrero de teja y a la que se asoma una joven desde una puerta. También aquí la riqueza decorativa del alfiz, los balcones, los canecillos de los aleros, las rejas y las ménsulas de hierro y, sobre todo, la estrechez de la vía y el aspecto de las arquitecturas, evocan el carácter antiguo de la ciudad.Se trataba de mostrar la riqueza monumental de las ciudades españolas a través de un motivo humilde que permitía exhibir una belleza olvidada y como suspendida en el tiempo, rescatada por el artista para un coleccionismo capaz de apreciar aquellos esplendores como era entonces el norteamericano. Además, la extraordinaria precisión del dibujo, fruto del análisis previo en estudios preparatorios y mostrada con claridad en todos los detalles, especialmente en los borriquillos y en las cántaras; la delicadeza del cromatismo, patente en los suaves tonos rosas de los escudos y de los fustes y en los verdes de las jaulas; y el cuidado puesto por el artista en la ejecución, sobre una pequeña tabla, hacen de esta obra una referencia capital de la producción del pintor (Texto extractado de Barón, J.: El paisajista Martín Rico: (1833-1908), Museo Nacional del Prado, 2012, pp. 182-184).

 (extraído de la página oficial del Museo del Prado :  http://www.museodelprado.es/ )
 

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