lunes, 18 de noviembre de 2013

camille corot - the quai des paquis, geneva 1842




volvemos a encontrarnos con Corot. Siempre es una satisfación hacerlo, nunca decepciona este pintor francés. Es agradable, correcto, luminoso, espontáneo y maravilloso en el color.
Aquí lo tenemos el año 1842 en Suiza, país que visitó en numerosísimas ocasiones, tras la fugaz estancia en 1825 de camino a Italia. En aquella ocasión recaló en Ginebra donde ahora vuelve a encontrarse diecisiete años después.

Entonces llevó a cabo un pequeño cuadro titulado los Alpes al sol donde aparecen éstos al fondo iluminados por la luz del ocaso, ó el alba, trás una de las orillas del lago Leman. También aparece en el que vemos aquí , el muelle de Paquis, pero más en el centro del día y por lo tanto mucho más luminoso y de colores más vivos. En él se pueden ver unas fortificaciones existentes entonces y demolidas tan solo unos años después y los muros inclinados del muelle. Corot no ha perdido la oportunidad de hacer destacar las contraventanas azules del torreón , casi casamata, del pequeño fortín y el resto es un bellísimo y simple contraste de luces y sombras en los tonos que nos tiene acostumbrados. Observar como un tenue sepia invade todos los demás colores, montañas, agua, cielo, árboles, nubes, suelo, sombras....., y entona por lo tanto toda la obra.

El nombre de Paquis se aplicaba a unos pastizales que inicialmente llegaban hasta el mismo lago y que irían poco a poco desapareciendo a medida que la ciudad crecía. El lugar se convirtió en un laborioso barrio de pescadores y alfareros tan pronto como las defensas fueron una garantía de seguridad ante posibles ataques desde el lago. En nuestro cuadro ya no queda ni rastro de ellos. Por estos años, en 1831, el famoso escritor francés Chateaubriand se instaló en el Hotel des Etrangers. Hoy todo forma parte de uno de los más animados barrios de la ciudad con sus numerosos bares, hoteles, restaurantes, boutiques y discotecas. Y, por supuesto, sigue conservando el nombre : Les Pâquis District. Pero todavía en la época en que Corot pintó este rincón, el lago de Ginebra y su extensísima costa, estaban entre los más bellos y naturales paisajes de Europa y el mismo pintor lo hace así saber en una de sus cartas.


Del año 1834 es otra pintura de la misma ciudad, Ginebra, vista de parte de la ciudad, para mi gusto algo más pobre en todos los sentidos que el que estamos viendo ahora. Infunde, eso sí, una gran sensación de tranquilidad y reposo con sus aguas quietas y su luz amarillenta envolviendo la fachada de la ciudad al otro lado del lago, donde destaca por encima la silueta de la catedral de San Pedro. Algunos estudiosos ven en la pintura de Corot no solo esta tranquilidad y equilibrio perfecto de la composición sino tal vez algo de ingenuidad, resultado según expresan de su corazón generoso y algo tímido debido a su balbuceantes inicios en su carrera artística. En efecto, según hemos indicado, Corot no se liberó totalmente del influjo paterno hasta los 26 años, e incluso después, ya un soberbio y reconocido pintor, no lo fué nunca del todo por su propio padre, que jamás le tuvo en la consideración de un pintor brillante como era. Se cuenta incluso qué, cuando en 1939 recibió la Legión de Honor, éste pensó que era a él a quién le iba dirigida la alta distinción del Gobierno francés. Como ejemplo de esa bondad de corazón hay dos hechos muy significativos: el primero se refiere a la ayuda de 10.000 francos que dispensó sin más a la viuda del pintor Millet sabiendo que se encontraba en dificultades económicas; y el segundo hace constar que cedió una casa que poseía en Valmondois, al norte de París, al ya anciano y casi ciego Daumier, cuando supo que iba a ser desalojado por su casero.

Este año de 1842, cuando lleva a cabo nuestra obra, visitó además de Ginebra, Friburgo ,la cuna de su propia madre, Montreux y Vevey y viajó por el extraordinario paisaje del Oberland bernés.
Entre 1852 y 1857 Corot visitó Suiza cada año e incluso ganó una medalla de oro en la exposición cantonal de bellas artes de Ginebra el año 1857. De ahí la cantidad de obras repartidas en Museos y colecciones particulares por toda la nación helvética. Hay que tener en cuenta qué, al igual que con los compañeros de Fountainebleau, también aquí formó un círculo de pintores, tanto en Gruyére como en Dardagny. En la primera de estas localidades llevó a cabo la decoración del salón barroco de su castillo medieval, junto con el pintor Daniel Bovy, a la sazón nuevo propietario junto a su extensa familia, y otros pintores locales.


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