martes, 9 de diciembre de 2014

el greco - el martirio de san mauricio 1580 -1584


ahora estamos ante un cuadro clave en la evolución artística de nuestro pintor, digamos una obra que viene a ser algo así como un punto de inflexión en su posterior desarrollo. En efecto, el Greco se examinó ante la Corte del País más poderoso del planeta y obtuvo un sonoro fracaso. El Monarca , Felipe II, rechazó de plano la obra aunque quizá no tanto al pintor. De cualquier forma nuestro hombre vió cerradas las puertas de tan ansiado porvenir y volvió a Toledo, la ciudad que en aquel momento  le acogía y además con éxito manifiesto, al fín y al cabo sus obras del retablo de Santo Domingo el Antiguo y, sobre todo, el Expolio, acababan de impresionar a muchos notables de la ciudad.
Imaginar cuán diferentes habrían sido su vida y su obra si hubiese obtenido el beneplácido del Rey : posiblemente estaríamos hablando de un artista-funcionario a las órdenes de su señor, limitado en su libertad artística sin duda, y rodeado, y puede que hasta contagiado, de pintores traídos en su mayoría de Italia pero ciertamente mediocres comparados con su genio y calidad.  Y si no véase la obra que finalmente sustituyó a la del Greco, de mano de Rómulo Cincinato, y que podeis contemplar en el altar al que estaba destinada en el Monasterio del Escorial. Es otra cosa, repleta de convencionalismos y de posturas y ademanes de receta, herencia de lo que se llevaba en aquellos momentos en la Italia posrenacentista. Pero sobre todo, nada tiene que ver con la pintura que ya hacía el Greco en Toledo y que hoy vemos como algo originalísimo y por supuesto bello y avanzado. Bueno, simplemente comparar  la representación de la Gloria en la parte superior de ambos cuadros. No hace falta que añada más, ¿no es verdad?.
Pero entonces nada era así, el artista podía ser personalísimo en su técnica y estilo pero !ojo!, había ciertas reglas inmutables que nadie, ni el más afamado de los pintores, se podía saltar por las buenas, y más si se trataba de pintura religiosa.
Tan solo unos meses después de haber entregado su Expolio al cabildo de Toledo, se le ordenó, por el mismísimo Felipe II, que llevase a cabo una pintura para uno de los altares de la Iglesia del Monasterio del Escorial la cual debía representar el martirio de San Mauricio con toda su legión. Cuatro años después, el 17 de Agosto de 1584, el Rey hacía entrega de la obra al prior del Monasterio. Un tiempo excesivo para lo que era normal en el Greco lo que viene a decirnos que se esmeró sobremanera en su ejecución; quiso enseñarle al Monarca todo lo que era capáz de hacer y le salió la cosa al revés para bién nuestro y de la Historia del Arte. Pero, ¿qué fué lo que falló?.

Bién, hay que decir de entrada que ésta obra estaba entre las calificadas como "desmedidas" por todos los detractores del Greco de antes y de hasta hace muy poco. Pensemos que ha estado muy extendida la afirmación de verle como un pintor de dos caras, la una ponderada y dentro del orden establecido y la otra descabellada, y que la segunda se fué apoderando del pintor cada vez en mayor grado a medida que avanzaba en edad. Para nosotros ahora esta tendencia "anómala" es precisamente lo mejor y más maravilloso del estilo pictórico del cretense e indudablemente lo que le define y diferencia del resto de los pintores de su época.
Qué cosas no le gustarían sin duda alguna a Felipe II son fáciles de deducir, y aquí me he apoyado en la deliciosa obra de Manuel B. Cossio, el Greco, que os aconsejo leais con detenimiento y tranquilidad. En el capítulo dedicado a ésta pintura dice cuatro cosas acertadísimas sobre ésta circunstancia de la no aceptación real:  
"...como aceptar por bueno el martirio de un santo, cuyo martirio era lo único que no aparecía en el cuadro, y esto, allí, en el Escorial, donde pinturas de Tibaldi, Zuccheri y del mismo Tiziano mostraban siempre a otro santo, San Lorenzo, más o menos dolorido y exánime, pero invariablemente en el centro de la composición y sobre idéntica enrojecida parrilla?".

Sin embargo el Greco, y aquí está su genialidad, considera más importante el hecho por parte de Mauricio de ser capaz de convencer a toda una legión que acepte el martirio, que el suyo mismo, y así, ocupa el plano principal y más destacado con el Santo dialogando tranquilamente con sus generales con serenidad y valor infinitos. El resto ya se sabe y está en segundo plano, algunos cuerpos ya decapitados y él apoyando uno a uno a los que morirán en breve, sin que en ningún momento aparezca su propio martirio como le hubiera gustado al Monarca. Esto en la España de la Contrareforma era totalmente inadmisible, no decía nada a nadie, ningún alma podía emocionarse ni sentir en su interior lo sublime de la entrega de la vida por la defensa de la religión y de la idea de Dios. En una palabra, le faltaba lo principal, la fuerza de la imagen.

Cossio se refiere luego a las otras tres causas probables del rechazo:

..."del pronunciado acento de caracteres y actitudes, desnudo y ropaje : de la frialdad del color y de la plenitud de la luz lunar al aire libre".

El propio Cossio define a los personajes que conversan tranquilamente como tipos "de aspecto familiar", y en efecto lo serían para aquella época, pues sus caras y actitudes están sacados, no de la heroica y gloriosa sucesión de modelos renacentistas, verdaderos esterotipos en muchos casos, sino de la calle, de las plazas toledanas, de los campesinos que venían cada semana al mercado ó bién de caballeros, orfebres, artesanos, comerciantes, todos ellos castellanos llenos de la herencia de una raza ya por entonces bastante curtida en mil avatares y empresas. Esta asimilación del alma castellana en los caracteres aparece en el Expolio ó en el grupo de apóstoles de la Asunción de S. Domingo el Antiguo y volveremos a verla en el inminente cuadro del Entierro del Señor de Orgaz. Pero la cosa se salía de los cánones. Demasiado atrevido para una obra de un altar nada menos que en el Escorial. Y qué pensaría Felipe de lo desmesurado de la proporciones corpóreas, "desviación anómala" en la que insistía aquel pintor cada vez de forma más descarada. Aquí Cossío dice: 
"....desmesurada longiud de San Mauricio y sus compañeros...."
y más adelante:
"....las figuras alargadas no son una ni dos sino todas. No hay dos ni cuatro piernas de atormentado desnudo, sino una larga serie de ellas que ocupan todo el cuadro,y en las cuales es mayor todavía la rebuscada fidelidad naturalista que el retorcimiento; son piernas sin disfraz, igual que las caras, tan impropias de héroes y mártires clásicos......". 

Y la luz y el color, son ya la gota que colmó el vaso: ..."intensa y fría luz con que las figuras están iluminadas, y de la crudeza del amarillo cromo y del azul ultramar, los dos colores dominantes del cuadro...la frialdad y crudeza de la luz y del color no se limitan, como antes, a ensayos parciales: inundan todo el cuadro....".

El cuadro quedó relegado a un lugar secundario del Monasterio, la Sacristía de Coro, pero actualmente podemos contemplar sus 448 x 301 cms., en toda su grandiosidad, en las Salas Capitulares, inundado de la luz que le habría faltado sin duda en su destino original. El Rey, generoso a pesar de todo, pagó por él al Greco una fuerte suma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario