martes, 24 de octubre de 2017

edvard munch - celos 1896


Al abordar el contenido de la obra que ahora vemos, celos, litografía del año 1896, voy a aprovechar para presentar a una de las mujeres con las que Munch tuvo relación y, aunque no fué ni mucho menos la única, sí podemos decir que llenó unos cuantos años de su vida, fué una de sus musas y aparece en muchos de sus cuadros de ésta época, entre las que se encuentra también el presente. Se trata de Dagny Juel, escritora noruega cuatro años menor que Munch, hija del médico oficial del monarca sueco y hermana del primer ministro noruego, educada en un ambiente muy acomodado, si no aristocrático, y que encontramos, junto con su hermana, por primera vez en un cuadro del artista del año 1892, dos hermanas haciendo música. Entusiasta del piano desde muy jóven, tomó lecciones y llegó a tocarlo de forma más que aceptable en reuniones familiares y de amigos. Pronto se despertó en ella el espíritu literario y, sobre todo, una actitud rebelde y contestataria hacia la rancia y rígida sociedad burguesa de su país. Sus contínuos viajes a Berlín con el fín de mejorar su formación musical la hicieron entrar en contacto, de la mano de Munch ó tal vez no, eso está por probar, con el movimiento El cochinillo Negro, del que ya hemos hablado, nombre que tomaba del de la taberna berlinesa  que a la sazón reunía a artistas, escritores y pensadores de la nueva ola alemana, entre los que se encontraban el escritor y dramaturgo sueco August Strindberg, entonces ya en plena tarea renovadora de la escena de su país y máximo exponente de la revolución antisistema, y  el también dramaturgo y poeta polaco Stanislaw Przybyszewski.
Desde el primer instante, Dagny se convirtió en la musa y el espíritu del grupo: todos fueron cautivados por su belleza y su fuerte y moderna personalidad,  y entre ellos, por supuesto, Munch; al igual que casi todos ellos, era una mujer de moral avanzada y pocos prejuicios y gran defensora del amor libre, lo que posiblemente facilitaría las expectativas, fundadas ó no, de cada cual en conseguir sus favores, pero finalmente, la bella eligió y se casó con Stanislaw al final del verano de 1893. Nuestro artista posiblemente la habría amado al menos desde sus primeros encuentros alrededor del año anterior, 1892, fecha de la ejecución de dos hermanas haciendo música, y la representó, aparte del retrato de 1893, en obras como Madonna, el Pecado y, desde luego, su primera versión de Celos, pintura al óleo del año 1895. Dagny moriría asesinada el año 1901 en el Gran Hotel Tiflis de Gerogia por un amante resentido, qué a continuación se suicidó, cuando solo contaba 34 años de edad. 

Así pués es posible que estemos contemplando un triángulo amoroso real con una Dagny simbolizando la belleza y el deseo en pleno idilio, ó al menos dedicación, con alguno de sus numerosos galanes, quizá el mismo Munch, y, en primerísimo plano Stainislaw Przybyszewsk de espaldas a la pareja pero atento y rebosante de celos e indignación. Su expresión no puede ser más elocuente.
La primera de las versiones, la del año 1895 nos muestra también a Stainislaw en la misma actitud desconsolada y al fondo la famosa escena bíblica de Adán, con traje moderno, mientras Eva, Dagny, vistiendo una prenda larga de color rojo-manzana abierta totalmente por delante y con el rostro encendido, toma del árbol la fruta prohibida. La obra pertenece en la actualidad a la colección Rasmus Meyer de Bergen. Más de once versiones de éste tema llevó a cabo Munch, amén de numerosos grabados. Algunas son:

-celos-1907
-celos-1913
-celos en el jardín-1933-1935

edvard munch - el grito 1895

"Lo que hay que sacar a la luz es el ser humano, la vida", escribió Munch. Un texto crucial, definitivo para comprender su obra a partir de ese momento en el que vuelve sus ojos hacia el interior del alma humana y pone lo que ve en cada rostro y en cada ambiente. Pero, además, se vale de la palabra para mejor explicarlo. En efecto, el pintor noruego nos ha dejado más de 13000 páginas escritas de su mano en donde expone y comenta de todo: desde poemas , relatos de viajes, artículos aparecidos en diversas publicaciones ó retazos con manifiesta intención literaria y dramática, hasta diarios íntimos, innumerables cartas y, por supuesto, comentarios explicativos de muchas de sus obras, ofreciendo así una base clarísima para conocerle, a él y a su extenso legado artístico.
Muchos de estos textos se dieron a conocer al público poco después de su ejecución, otros solo los hemos conocido muchos años después, pero el correspondiente a la obra el grito de 1893, y de la cual presentamos ahora una versión litográfica, fué el primero en ser publicado en revistas de Arte de Francia y Estados Unidos, anticipando ideas sobre su futura ejecución; así, duante su célebre convalecencia en Niza el año anterior, 1892 nos dice:

"...Iba caminando con dos amigos por el paseo, el sol se estaba poniendo, el cielo se volvió de pronto rojo. Yo me paré, cansado me apoyé en una baranda, sobre la ciudad y el fiordo azul oscuro no veía sino sangre y lenguas de fuego. Mis amigos continuaban su marcha y yo seguía detenido en el mismo lugar temblando de miedo y sentía que un alarido infinito penetraba toda la naturaleza".

Este texto es casi tan famoso como el cuadro al que dió lugar, perdonarme el que lo traiga una vez más aquí, pero es, como veis, tremendamente explicativo. Lo que para otros sería una hermosa puesta de sol, a Munch, el súbito enrojecimiento de la tarde, imaginar lo que habeis sentido ante esa cabalgata de colores escarlata, le paraliza y le sume en una verdadera desesperación existencial...."temblando de miedo y sentía que un alarido infinito penetraba toda la naturaleza". A esta evidencia expuesta por el propio autor sobre el significado de el grito podríamos añadir, por supuesto de una manera un tanto personal, otra consideración qué ayudaría a desvelarlo y qué no sería otra que el propio rechazo de Munch, tantas veces manifiestado a estas alturas en obras y escritos, por la hipocresía, estilo anticuado de vida y falta de autenticidad en sus principios éticos y morales de la sociedad de entonces, inquietud que posiblemente provocaría en el artista un constante desasosiego, una sensación de opresión, qué , en sus particulares condiciones anímicas de las que venimos hablando en entradas anteriores, le produciría verdaderos momentos de desesperación; está queda perfectamente reflejada en ese grito de protesta, esa explosión de malestar contenido que desparrama por toda la obra, desde la siniestra figura del primer término al paisaje circundante y los cielos ondulantes y terriblemente alterados.
Con el título Desesperación, Munch llevó a cabo un cuadro el año 1892  que claramente antecede a éste otro del grito: el mismo escenario y colores parecidos pero mucho más relajado y , a continuación, otra versión similar, ésta vez mostrando ya un rostro abatido.
De el grito hizo el pintor varias versiones, todas muy similares por lo que no vamos aquí  a irlas ennumerando. La más famosa es la primera de ellas que se encuentra actualmente en la Galería Nacional de Oslo, del año 1893, donde además podemos contemplar otras dos más posteriores. 

Trás el fracaso de la exposición de Berlín de 1892, vuelve de nuevo en diciembre del siguiente año a exponer en la capital alemana. Aunque apenas vende nada, sí obtiene algún dinero de la venta de entradas, pués el escándalo del año anterior atrajo gran cantidad de público. Pero lo importante de ésta exhibición de cara al futuro desarrollo de su obra, es el ser éste el primer lugar en el que Munch decidió exponer algunos de sus cuadros formando una secuencia, esto es, formando un grupo con una característica común y bajo un solo título, en aquella ocasión el amor ó el despertar del amor. En ésta ocasión los cuadros se dispusieron a lo largo de las paredes del vestíbulo. El mismo artista, siempre volviendo a sus escritos, hace hincapié en la conveniencia de presentar éstas formando un friso contínuo en el que se desarrolle una idea central y en el que, a ser posible, se establezca un ritmo de líneas horizontales y verticales, una uniformidad de color e, incluso, una correlación en el tamaño y tonos de los marcos, con el fín de ofrecer al espectador una mejor comprensión del significado de su obra. Es pués la primera vez que presenta la que será tarea principal de casi todos sus siguientes años:
la elaboración de sus famosos Frisos de la Vida de los que hablaremos en sucesivas entradas. Aquí en Berlín lo formaron seis cuadros entre los que se encontraba la Voz , obra del año 1893, y, fuera de ésta secuencia, Munch presentó el Grito de 1893. Y aquí debemos hacer un pequeño paréntesis para hablar de un noruego importante para la vida artística de ésta nación e importante también para el propio pintor. Se trata de Olaf Schou, pintor a medias, industrial a medias y mecenas y protector de artistas en toda regla y a quién Munch debe mucho, anímica y económicamente, al haber recibido su apoyo, su reconocimiento y su dinero que le solucionó en muchas ocasiones los momentos difíciles. Entusiasta de su obra, llegó a tener hasta 11 de sus cuadros, con títulos tan notables como  Muchachas en el muelle 1901, la Danza de la vida 1899-1900, Madonna 1894-95 ó, también, el Grito de 1893. Todas ellas, en un lote de 116 obras de arte de diferentes autores, hizo se donaran a la Galería Nacional de Oslo el año 1909. De salud muy débil qué posiblemente le impidió su realización como pintor notable, murió en París en 1925.
  
Volvemos finalmente a la otra obra mencionada, la Voz, también conocida como Noche de verano, qué se encuentra hoy día en el Museo de Arte de Boston y en la que aparece una vez más su playa de Aasgaardstrand, ahora simplificada al máximo al igual que el resto del cuadro: troncos de árboles rectos acompañan al reflejo del sol ó de la luna en la verticalidad mientras el borde de arena tenuemente coloreado y una figura de mujer que nos mira de frente marcan la horizontalidad. Los detalles son tan simples como las dos rocas que insinúa en la arena, la pequeña barca en el mar ó las ramasde la parte superior.

jueves, 19 de octubre de 2017

edvard munch - baile en la orilla 1899-1900


Desde comienzos del nuevo siglo, tras la muerte de su padre en noviembre de 1899, Munch entró en una nueva fase de su vida, un periodo lleno de inquietud, desasosiego y miedo, que le llevaron en algunas ocasiones a pensar en el suicidio como única salida. Envuelto en sus pánicos personales sobre la muerte  a lo que se sumaba su pesimismo sobre la aceptación e incluso el valor y la calidad de su obra misma y a un agravamiento de su salud física y mental,  la desesperación le llevó a manifestar públicamente en el llamado Manifiesto de Saint Cloud un cambio total de rumbo:
....."se acabaron los interiores mostrando gente leyendo ó mujeres cosiendo, en el futuro será gente que respira, siente emociones, sufre ó ama".....
Las siguientes obras en consecuencia , de las más famosas, el Grito de 1893, Madonna de 1894-95 ó Ansiedad de 1984, reflejan totalmente esta nueva forma de representar la vida misma. Sin embargo ésta agitación interior no inhibe su inquietud artística como lo demuestra su contínuo ir y venir, la frecuencia de exposiciones de sus obras, sólo ó en grupo y, sobre todo su constante trabajo. Nada menos qué, entre 1892 y 1909, expuso !106 veces! en países como Alemania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, Escandinavia, Estados Unidos, Francia, Italia y Rusia. En las siguuientes entradas hablaremos especialmente de la de1902 en Berlín y de la gran retrospectiva del año 1905 en Praga. 

El año 1900 en el que Munch finalizó la obra que estamos viendo, pasó unos meses en un sanatorio suizo recuperándose de su inestabilidad mental, del progresivo alcoholismo y de problemas respiratorios quizá heredados, acordaos de las dos muertes por tuberculosis en su propia familia. Un año antes había visitado, entre otros lugares, Roma y Venecia donde participó en su famosa Bienal.
Al igual que en su obra Dos seres humanos que ya hemos comentado, el pintor toma otra vez su querida playa de Aasgaardstrand, ésta vez apareciendo al fondo de la penumbra de los bosques y representa en ella una escena que a primera vista puede parecer simple y sin intención: dos figuras femeninas con vestidos claros y luminosos bailan con sus cabellos al viento y otras permanecen de pié con vestidos negros y rojo. Podría ser un simple complemento de un paisaje más pero es el tema central. Ni el entorno ni la escena humana carecen de intención, todo pertenece al mundo de Munch que irá produciendo y repitiendo emociones profundas de nuestra vida cuadro tras cuadro.

 También durante el año 1900 se celebró la Exposición Universal de París, donde se expusieron 150 obras del entonces ya famosísimo escultor parisino Auguste Rodin. A dicha exposición acudió un oftalmólogo alemán de Lübeck quién pasaba por ser uno de los mas importantes coleccionistas de obras de arte del continente, Max Linde, que quedó extasiado con la obra del escultor a quién pudo conocer personalmente y del que adquirió algunas de sus obras y entre ella nada menos que su famoso Pensador para ponerlo directamente en el jardín de su residencia. Pués bién, Munch tiene precisamente un cuadro titulado El Pensador en el jardín del Dr. Max Linde del año 1906 que se encuentra actualmente en el Museo Rodin de París. ¿una casualidad?.
Aparte de sus traumas mentales hemos señalado sus problemas respiratorios, pero además el pintor tuvo un problema de pérdida de visión en su ojo izquierdo provocado al parecer en una riña, anomalía que no influyó afortunadamente en el desarrollo de su obra artística, aún cuando pudo influir en la  hemorragia de su otro ojo el año 1930. Casi con seguridad, de este contratiempo procede su relación con el famoso oftalmólogo de Lübeck. Y lo importante viene ahora : Max Linde se convirtió en un gran mecenas para Munch y, entre sus encargos está el de un friso, una sucesión de cuadros, para la habitación de sus hijos; irían uno a continuación de otro, todos óleos y conservando una altura casi homogénea como exigía este tipo de decoración; nuestro pintor seleccionó 11 con alturas entre los 90 y 92 cms.
Naturalmente Edvard aprovechó la ocasión para representar otro de sus famosos Frisos de la Vida, de los que nos extenderemos en próximas entradas. Aquí solo diremos que Baile en la orilla formó parte de esta serie y también  Día de verano del año 1904-1908, obra ésta última con historia : deshecho el friso muy poco después , pués al parecer no fué totalmente del gusto del mecenas, cada cuadro tomó un rumbo y éste volvió de nuevo al pintor quién le añadió la dos figuras que aparecen a su izquierda. En 1930 fué adquirido por la Galería Nacional de Berlín, pero ,considerada una obra "degenerada" por el gobierno nazi, fué confiscado pero no destruído, pasando a la colección particular de uno de sus jerarcas, Hermann Göring, quién lo vendió en 1939 a un particular de Oslo. Este cuadro y los 10 restantes debían cumplir otra condición indispensable: la de ser adecuados para estar a la vista constante de unos niños, y Munch puede que cumpliera solo a medias ésta claúsula y de ahí su casi rechazo, aún cuando encuadró todas las obras en el tema del "despertar del amor" sin abordar los tres siguientes "amor-plenitud y fin", "miedo al vivir-soledad" y "muerte". Día de verano sí era originalmente un inocente paisaje y quizá los demás,  pero el que nos trae Baile en la orilla, aún pareciéndolo, contenía mucho más: en la paradisíaca playa, dorada por un crepúsculo boreal, bailan dos muchachas llenas de alegría de vivir, de plenitud física y henchidas de deseos de futuros amores, pero, a su lado Munch coloca dos figuras vestidas de negro y otra de rojo, sentada, que introducen la duda, la amargura, el fín del amor y la decadencia. Todo se desarrolla en esa hora mágica del crepúsculo que todos habremos sentido muchas veces, dentro de un paisaje idílico que construye a base de pinceladas sinuosas que acomoda para seguir el ritmo y movimiento de las danzantes.


edvard munch - la niña enferma 1896



En la entrada correspondiente a Atardecer, del año 1888, ya hicimos mención de una de sus más importantes obras con el mismo nombre que la que ahora presentamos, la niña enferma, y que Munch llevó a cabo el año 1886 y presentó en la exposición de Otoño de ese año en Cristianía. También hablamos del rechazo frontal de toda la sociedad de esa ciudad noruega. Una obra qué, aún siendo tan temprana, manifiesta ya algo del estílo y técnica que desarrollará más adelante: colores poco intensos, pincelada muy brusca, fijaos en la oscura cortina de la derecha, indefinición de líneas y cierto nerviosismo en la propia ejecución, incluso se pueden apreciar cortes en muchas zonas de la parte superior del cuadro; suficiente para que la crítica de su tiempo lo tachara de simple bosquejo, lleno de imperfecciones y garabatos. Para desanimar a cualquiera, pero no a nuestro pintor que sabía bien lo que hacía y porqué lo hacía. En efecto, Munch sólo quiere transmitirnos uno de sus sentimientos más dolorosos y profundos que lo acompañarían siempre: la pena derivada de la muerte de sus seres más queridos, y, en éste caso, de su propia hermana Sophie cuando solo contaba 15 años. Para ello se vale de una escena de su convalecencia, escena traída de su propia memoria, pués contaba con solo un año menos, 14, y ésta visión sería constante durante muchos largos y tristes días. Así, emplea un tono general verdoso grisáceo y lo contrasta con firmeza con la blancura de la gran almohada qué ilumina toda la escena. El color rojizo del pelo de Sophie es el elemento singular indispensable para completar cromáticamente la obra. Los vasos y botellas medicinales ayudan a entender lo que está pasando. Cuentan que Munch conservó toda la vida la silla en la que murió ó convaleció su hermana, en su estudio.
Frente a todo, la placided y belleza del rostro vuelto de la enferma, introducen una sensación de tranquilidad y resignación. En palabras de la estudiosa  Patricia Donahue, "es casi como si la niña, sabiendo que no se puede hacer más, estuviera consolando a una persona que ha llegado al final de su resistencia"; se está refiriendo a la que probablemente es la tía Karen, quién se ocupó en cuerpo y alma de la familia trás la muerte de la madre Laura.  Se sabe el nombre de la modelo de quién Munch tomó el rostro de Sophie: Betzy Nielson.

La obra se aparta de la tendencia habitual de los pintores de su tiempo, mucho más apegados al naturalismo, al enfrentarse a éste mismo tema, tema muy recurrido como reflejo de la virulencia con la que la tuberculosis afectaba a la población en esos años. Véase, por ejemplo, el cuadro de Christian Krogh del año 1881.
Munch llevó a cabo hasta cinco versiones diferentes, y del rostro de la jóven muchas más, casi siempre grabados, dibujos a lápiz ó litografías. En el Tate Gallery de Londres podeis ver una versión de 1907 mucho más dentro del estilo del pintor en aquellos años pero qué, para mi gusto, no tiene la delicadeza de su primera versión de 1886.

El que vemos ahora es un dibujo a lápiz de gran belleza en el que la cabeza queda enmarcada en una almohada blanca. Traigo dos versiones más, una litografía del año 1896 que se encuentra en la Galería Nacional de Arte de Oslo y otra del mismo año del Munch Museum de la misma ciudad.
Al morir su padre en 1889, Munch hubo de ocuparse forzosamente de la economía de su familia lo que le llevó,  siendo más bién escasas las ventas de cuadros en exposiciones, a extender el volumen de sus obras y hacerlas más asequibles al público en general, y la mejor forma de conseguir ésto, eran las copias en serie, es decir, el grabado. En 1894 se inició en Berlín con éxito en este arte que ya nunca abandonaría, y en el que llevó a cabo innovaciones muy importantes; pronto extendió sus prácticas a la litografía, pero siempre utilizó todas las técnicas de grabado, punta seca, xilografía ó  grabado en madera, grabado en metal, combinándolas entre sí y complementándolas a  conveniencia con acuarela, lápiz ó gouache. Muchas de sus obras más significativas llevan aparejadas sus versiones en grabado de un tipo ó de otro. Así, entre las primeras está Madonna del año 1896, versión en litografía de la obra al óleo de un año antes.

lunes, 16 de octubre de 2017

edvard munch - dos seres humanos 1899


El verano de 1888, año de aquella primera  exposición individual de Cristianía que le permitió residir en París con tres becas sucesivas, Munch se desplazó a la pequeña ciudad costera de Aasgaardstrand, en la salida del fiordo de Oslo, donde, casi consecutivamente, pasaría los veranos hasta qué,  cuando el bolsillo al fin se lo permitió, el año 1897, compró allí una pequeña casita que ya había alquilado en ocasiones anteriores. La villa, desde hacía mucho tiempo, había sido escogida por muchos artistas como lugar ideal para disfrutar de sus templados veranos y pintar. En estos momentos Munch  está  posiblemente en la fase mas productiva de su carrera artística y son innumerables los cuadros que hacen referencia de un modo u otro a este lugar.
Especialmente su hermosa playa, bañada por el sol septentrional en la que los majestuosos pinos se adentraban en la arena, atrajo de una forma especial a Munch quién extrajo de su visión los mínimos detalles esenciales para incluirles fundamentalmente en una sucesión de obras muy similares que fué realizando repetitivamente a lo largo de muchos años. Esta parquedad de elementos presente cada vez mas en toda su produccción artística, podemos comprenderla mejor tras leer lo que al respecto encontramos en uno de sus numerosos escritos:

"Yo pintaba las líneas y colores que afectaban a mi ojo interno, pintaba de memoria sin añadir nada, sin los detalles que ya no estaban ante mí. Este es el motivo de la simplicidad de los cuadros, su obvia vacuidad. Pintabaa las impresiones de mi infancia, los colores apagados de mi infancia, los colores apagados de un día olvidado"
(Edvard Munch)

He contado hasta diez versiones del cuadro que nos trae, Dos seres humanos, realizados con diferentes técnicas y siempre con el mismo escenario de la playa de Aasgaardstrand.  Algunas serían:

-la del MOMA del año 1899, xilografía

-la del Instituto de Arte de Chicago del año 1899, xilografía en un bloque cortado en tres secciones sobre papel japones color marfil.

-otra de la misma institución fechada en 1894, grabado a punta seca en cobre sobre papel

- otra en colección privada del año 1898-1900, óleo sobre lienzo

- la del Instituto de Arte de Mineapólis de 1896, grabado a punta seca y tinta marrón oscuro

en fín, seguiría trayendo versión tras versión. Los grabados de Munch abarcan un período de más de cincuenta años, desde 1894 hasta 1944. En Alemania entró a colaborar con Jugendstil,  "estlio joven ó estilo de la juventud", nombre que recibió todo el movimiento modernista de éste país,  y con su publicación periódica Pan ó Jugend; este movimiento apoyó el desarrollo de las artes de todo tipo y su aplicación a la producción industrial según los ideales que en estos años finales de siglo propugnaban John Ruskin y William Morris, dedicando al grabado en general una gran atención. En 1895 uno de los fundadores de éste movimiento, Julius Meier-Graefe, publicó un portafolio conteniendo 8 trabajos de Munch, punta-seca y grabados, y , entre ellos posiblemente estaba el que estamos viendo, dos seres humanos de 1899 que actualmente se encuentra en el Museo Munch de Oslo, ó quizá una de sus versiones. Pero, antes de seguir, permitidme que insista en la extraordinaria destreza y perfección que alcanzó el pintor desde sus grabados más tempranos, tanto con la punta seca, para series más cortas, como con el grabado en metal y madera e incluso la litografía. Para no extenderme en éste tema, os doy una referencia contenida en la página Ningyoprints que cataloga al artista noruego como uno de los  grandes  innovadores en este arte.


Para éste grabado en madera, xilografía, que vemos, Munch empleó una técnica novedosa consistente en dividir el bloque de madera en tres partes, simplemente cortándolas en la forma que le conviniera, en éste caso la figura del hombre y la línea de la costa ó borde del mar por un lado, una pieza, la mujer por otro, otra más y el mar la tercera, esto es tres bloques; después se tinta cada uno por separado con los colores deseados y se unen como un puzzle para prensar. Esto le permitía colorear a su gusto cada obra. Como veis un recurso excelente.

El tema puede ser la incomunicación, ó , tal vez el amor. Un hombre y una mujer, ella ensimismada mirando el mar, él con una postura de ligero acercamiento a ella, y ahí queda la cosa. Como en éste tipo de relación humana, puede ocurrir ó ,mejor, está ocurriendo entre ambos algo......espera, rechazo, amor.....La escena se desarrolla en una  playa pedregosa como la de Aasgaardstrand, de la que hemos hablado. No necesita más comentario.

edvard munch - madre e hija 1897


El año 1889 Munch lleva a cabo su primera exposición individual en Cristianía, y, si tres años antes su obra la niña enferma había sido duramente vituperada por la crítica, ahora sería aceptado y elogiado con entusiasmo por gran parte de los visitantes, hasta el punto de obtener una beca de viaje para estudiar en París. Allí estudió con el pintor académico Léon Bonnat, quién ,por cierto, se formó en la escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, y vuelto a su país trás la muerte de su padre, consiguió una nueva renovación de la beca en 1890. Tras dos meses en un hospital de El Havre curándose de unas fiebres reumáticas, volvió a Cristianía consiguiendo una segunda renovación.Vuelto de nuevo ya en 1892, expuso por segunda vez en la capital noruega, ésta vez de nuevo con mucha controversia y rechazo, pero consiguió la atención de Adestel Normann, noruego presidente de la Asociación de Artistas de Berlín, quién le invitó a exponer allí: el resultado fué otro fracaso mayor aún, hasta tal punto que hubo de desmontar la muestra tras una sola semana de exhibición. Munch no se desanimó y alquiló una galería, puso como reclamo una gran bandera noruega en el exterior y expuso su obra de forma libre e independiente. La cosa no le fué del todo bién, y el año 1894 fué encontrado errante por las calles de Berlín sin haber comido en tres días y sin pensión por falta de pago. Contaba ya con 47 años de edad.

Evidentemente Munch no había triunfado, aún cuando no era un perfecto desconocido ni mucho menos. A pesar de tener muchos detractores tanto en Noruega como en Berlín, también era estimado por muchos de los suyos y  una parte de la Asociación Berlinesa  incluso llegó a desligarse de ésta como protesta, aún cuando ni uno solo de aquellos que trabajaban en la capital alemana salió en su defensa. La famosa Sezession berlinesa, bajo la tutela de Max Liebermann, nunca fué capaz de emitir comentario alguno que le revindicase, pero un pequeño grupo de artistas y escritores alemanes y noruegos lo acogieron en la pequeña taberna berlinesa "el Cochinillo negro" donde habitualmente se reunían. Todas las grandes figuras más pronto ó más tarde precisan de algún que otro empujón, y Berlín y parte de sus intelectuales se lo dieron a nuestro pintor quién, casi inmediatamente llevó las obras del "fracaso" para exhibirse en Colonia, Dusseldorf, y finalmente Berlín otra vez, donde comenzó a vender ya algunos cuadros. 
 Poco a poco va desprendiéndose de las maneras meramente naturalistas primero y a continuación de las impresionistas, tratando de llevar a sus lienzo las situaciones humanas mas hondas que reflejen los estados de ánimo que más comunmente se presentan en la vida: la soledad, el amor, la angustia.........Para ello, como vemos en la obra que tenemos, Madre e hija, comienza prescindiendo del detalle, véanse las manos, sus formas son escuetas pero correctas, fijaos en el aplomo de las figuras y el cuidado que pone en la autenticidad de las posturas, especialmente la de la madre; establece colores planos pero ricos en matices mediante una acumulación de pinceladas sueltas y desordenadas sin importarle demasiado la dirección de éstas que cruza y entrecruza a discrección pero con intención, pejem.: así consigue darle relieve y autenticidad al vestido de la madre. Finalmente se vale del propio paisaje, con su color, pincelada y luz, para reforzar lo que quiere que nos expresen ambas figuras. La figura de la hija esta mucho más llena de vida y seguridad, nos mira de frente con audacia, va de blanco brillante y su rostro queda enmarcado en el cielo azul oscuro del atardecer; la madre necesita estar sentada, vuelve su cabeza llena de pensamientos y recuerdos, su rostro esta arrugado y de color mucho mas pálido, en definitiva es una mujer triste rodeada del verde mate del crepúsculo. En la tarde que se desvanece no falta la luna llena, rotunda y casi espectral, que acentúa aún más la melancolía de la escena. El contraste entre lo que representan ambas figuras es evidente  y expresa el paso del tiempo por la vida, de la juventud a la decadencia, el ciclo vital de toda la naturaleza.