sábado, 30 de marzo de 2013

max beckmann - sociedad parisina 1931



con esta obra iniciamos una mirada a la exposición que tuvo lugar en el Reina Sofía de Madrid durante el último trimestre del pasado año que abarcaba un corto período , la década de los años 30, y en la que tendremos la ocasión de encontrarnos con artistas  muy significativos dentro del complicado panorama cultural que acompañó a un mundo en crisis. El artista , individualista y centrado en lo que sus ansias de libertad de expresión le iban exigiendo como un credo contemporáneo y renovador, se encuentra metido, sin apenas darse cuenta, en las arenas movedizas de los estados y ambientes totalitarios que surgían por doquier. 

Empezamos con Max Beckmann y una de sus más conocidas obras, comenzada en 1925 y posteriormente, cuando parecía una pintura definitiva,  retocado ampliamente en 1931 y 1947, introduciendo nuevos personajes y modificando otros. Por ejemplo, parece ser que entre los nuevos estaría el embajador alemán en París en la parte más inferior de la derecha , con la cabeza entre sus manos en aptitud algo atribulada. Por encima de él está su mujer, vestida con elegancia como el resto de personajes. No es para menos pues se trata de sujetos destacados de la sociedad parisina de la época , y si hacemos caso de lo que nos cuenta su  viuda, Mathilde Beckmann, entre ellos se encontraría el príncipe  Karl Anton Rohan,  cofundador y principal impulsor de la Asociación cultural europea , la  Europäische Kulturbund , y amigo de Max ,quién , por cierto, también estaba entre los miembros de dicha asociación que nació en busca de la codiciada unión europea a través de una revolución pacífica ,de carácter más bién conservadora, y qué, finalmente acabaría sus actividades, en 1934, tras la llegada de los nacionalsolcialistas al poder en Alemania, aún cuando su periódico se mantuvo sirviendo de alguna manera de elemento propagandístico de éste partido.Casi todos sus miembros fueron personas de la alta sociedad, la cultura y las finanzas. Es justamente la figura central qué podemos ver con bigote rubio ; también están representados el banquero de Frankfurt  Albert Hahn, el primero de la derecha, el historiador musical Paul Hirsch, sentado a la izquierda, y  Paul Poiret, el famoso modista francés, de pié justo más a la izquierda. Algo así como si hubiese traído a algunos de los colaboradores de la  Europäische Kulturbund y llenaran el salón hablando y escuchando al cantante del fondo.

Quizá lo que atrae de este gran retrato de Beckmann es, aparte de su enorme expresividad, la actitud de cada uno de sus importantes personajes, mirandose a sí mismos, sin atisbo de interés por los demás y a quienes el pintor aisla totalmente del espectador de la obra, impidiendoles dirigir la mirada hacia él . El resultado, como se aprecia, es la instantánea petrificada de una seria reunión excesivamente rígida o protocolaria. Quizá Beckmann quiso ofrecernos esta sensación de tragedia inminente, ó de tragedia pasada si tenemos en cuenta la fecha de sus últimos retoques, reflejada en la mirada y en la pose de los presentes.

Desde 1930 Max Beckmann pudo disponer de un estudio en el mismo París por lo que residió a temporadas en ésta ciudad desde ese año hasta el comienzo de la segunda Gran Guerra en 1939, compartiendo su tiempo con otras pasadas en la ciudad de Amsterdam. Anteriormente había vivido allí de estudiante a sus veinte años y allí pasó también su primera luna de miel.  Siempre se consideró, incluso siendo ya un reputado pintor en su Alemania natal, un miembro más de la vanguardia francesa de esos años , admirador de Van Gogh al que siempre veneró como tantos otros, y a Cezanne, . Pero además Beckmann quería ser reconocido como tal allí en el París de Picasso y Matisse y dejar su nombre en la historia de la pintura. Por ello quizás , ya con su segunda mujer , Mathilde, ó Quappi, como fué apodada, volvió a residir durante extensos periodos de tiempo en la capital de Francia. El mismo año de 1931, llevó a cabo una exposición individual en ésta ciudad, en la Galerie de la Renaissance , al parecer elogiada por el mismo Picasso. A pesar de todo, éste y otros ilustres pintores de la vanguardia del París de entre-guerras, no acabaron de reconocer plenamente la obra de Max en todo su mérito, quizá algo afectados por prejuicios algo clasistas, Max frecuentaba más las altas esferas que los cafés artísticos, ó quizá derivados de la probervial enemistad franco-germánica. 

Para mí, la obra de Beckmann es inmensa y excepcional. No acabó nunca de someterse al expresionismo alemán (ver exp. de Kirchner) y elaboró un estilo propio de representar la realidad deformada, ó mejor, recreada por su espíritu un tanto dramático y violento tras la experiencia de una guerra, la de 1914, de la que sobrevivió finalmente tras superar una profunda crisis nerviosa. Lo que a Adolf Hitler le llevó hasta la apoteosis final de una guerra mundial, el rechazo inicial como pintor en Dresde y la penosa experiencia de una guerra, a Max Beckmann le supuso entrar por la puerta grande en la Historia de la pintura del siglo pasado. 

Lo mejor es que , además del cuadro que presentamos, veais parte de su obra   aquí.

viernes, 29 de marzo de 2013

john currin - la marroqui 2001


arikha - marie-catherine 1982






esta es la penúltima obra que traemos desde la Fundación Mapfre de Madrid donde tuvimos la suerte de poder contemplar una maravillosa colección de retratos traídos desde el Centro Pompidou de París. Hemos presentado en este blog casi todos ellos y , como veis, en los casos en que se podía identificar al retratado, se ha incluido su foto real, si es que hemos sido capaces de encontrarla. Espero que os guste esta muestra y os aconsejo que , a través de nuestro extensísimo ciber-archivo mundial, aprovecheis para asomaros a la obra de los pintores que aquí aparecen: todos son figuras de primera fila de éste siglo y de los dos anteriores, con gran influencia en el arte y , sobre todo, en la ilustración y el mundo de imágenes que nos envuelve cada día más. Aprovechamos para darles las gracias a todos, algunos todavía viven.

Para terminar, extraída de la página web del Museo Thyssen de Madrid a quién agradecemos su esfuerzo y atención con el arte y su divulgación, me vais a permitir que transcriba una reseña sobre la vida del pintor judío rumano Avigdor Arikha :

 Avigdor Arikha es un resucitado, alguien que ha muerto y renacido varias veces. Cuando era casi un niño fue arrancado de su casa, deportado con su familia y arrojado a los campos de concentración. En aquel trágico calvario falleció su padre y Arikha sobrevivió, milagrosamente, gracias a unos dibujos. Rescatado de las tinieblas, fue llevado en mayo de 1944 al hogar judío en Palestina, Eretz-Israel, y durante cinco años vivió en el kibbutz Ma’aleh Hahamisha, cerca de Jerusalén, trabajando en la granja, estudiando y recibiendo entrenamiento militar. Su educación artística comenzaría un poco más tarde en la Escuela Bezalel. En su nueva patria, en su nuevo hogar colectivo, uno de sus maestros le dio también un nombre nuevo, sustituyendo el viejo apellido familiar Dlugacz, que significa “largo”, por su traducción al arameo: Arikha. La primera resurrección está simbolizada por este cambio de nombre.
La segunda resurrección tendría lugar algún tiempo después. Arikha se alistó en la fuerza de defensa judía, el Haganah, y combatió en sus filas en los turbulentos días del fin del mandato británico en Palestina. El 18 de enero de 1948, cuando formaba parte de la escolta armada de un convoy, resultó gravemente herido por las terribles balas explosivas dum-dum. En su agonía sufrió una extraña experiencia de desencarnación. Luego le dieron por muerto y su “cadáver” fue llevado al depósito, donde una enfermera leyó su nombre en una etiqueta y avisó a la hermana del pintor, quien logró que un cirujano operase al moribundo. Después de la operación, Arikha permaneció todavía en coma durante seis días más, al cabo de los cuales regresó del país del que nadie regresa.
La tercera resurrección no es física, sino espiritual, y se verifica en el ámbito de la pintura. Según ha explicado Arikha muchas veces, a finales de febrero o comienzos de marzo de 1965 visitó en el Louvre la exposición Le Caravage et la peinture italienne du XVIIème siècle. Un cuadro de Caravaggio, en particular, le impresionó profundamente: La resurrección de Lázaro. Allí descubrió de pronto que el arte moderno se había vuelto manierista, como Roma en la época de Caravaggio. Y sintió que su vocación de pintor abstracto se había agotado.
Días después, un 10 de marzo de 1965, Arikha se levantó por la mañana con un deseo irresistible de dibujar del natural, poseído, como él dice, por una tremenda “hambre en los ojos”. Le pidió a su mujer, Anne, que posara para él e intentó hacer su retrato. Fracasó y se sintió desalentado, pero volvió a empezar una y otra vez, con una pasión sin precedentes. Al terminar aquel día había hecho unos treinta dibujos con pincel y tinta sumi, que más tarde destruiría, insatisfecho. Pero la fiebre no se agotaba. Al día siguiente volvió a dibujar, y al otro día, y al otro, y así durante semanas y meses, sobre todo con el pincel y la tinta. Durante ocho largos años, Arikha se dedicó a dibujar del natural, a hacer grabados y a estudiar historia del arte. Al fin, el 20 de septiembre de 1973, a su regreso de una estancia en Israel, sintió repentinamente, con una fuerza explosiva, la necesidad y la capacidad de pintar del natural.
Desde entonces, Arikha se ha mantenido fiel a este trabajo del natural, que es para él el único medio de preservar las huellas de lo vivido. Para Arikha, la obra de arte se acerca más a la verdad de la vida tanto más cuanto más se aleja de cualquier abstracción genérica para centrarse en la individualidad del modelo. Toda la pintura es para él una suerte de retrato. “Cuando pinto una manzana, tiene que ser esta manzana y cuando pinto una cara tiene que ser esta cara, no una cara genérica, no una manzana genérica, sino ésta en particular.” Y como cada momento de la vida es irrepetible, el artista se prohibe volver sobre sus pasos para revisar o enmendar su trabajo. Como en el Fausto de Goethe, la pintura se aferra al instante, suplicándole: detente, eres tan hermoso…


samuel fosso - el jefe (que vendio africa a los colonos) 1997


chuck close - arne 2000



valerio adami - thorvaldsen 1981








bernard rancillac - noël mcghie 1973



erro - stravinsky 1974




valentine hugo - pablo picasso 1934-48

                                                                                    




boris grigoriev - chaliapin 1922

tamara de lempicka - kizette en el balcon 1927



roger de la fresnaye - guynemer 1922





francis bacon - autorretrato 1988

zoran music - autorretrato 1988

                 
                             

                      


herbert boeckl - autorretrato 1948


alberto giacometti - caroline 1965


jacques villon - mujer de rojo 1937


jueves, 28 de marzo de 2013

gino severini - autorretrato 1912

          
                                 

                              


andre masson - roland tual 1922

                                       

                                                        


pablo picasso - el sombrero de flores 1940


pablo picasso - retrato de mujer 1938


picasso - mujer con sombrero 1935


giorgio de chirico - autorretrato con su madre 1919

rene magritte - georgette con boliche 1929

                                     
                                                        



jean pougny - autorretrato 1912


            
                                                  



henry matisse - autorretrato 1900


leonard foujita - autorretrato con gato 1928


maurice vlaminck - autorretrato 1911

            
                         
                                            


kees van dongen - autorretrato 1895