martes, 12 de enero de 2021

antonio maria fabres - la esclava -1886

 

 El año 1893 se fundó en Francia la Sociedad de pintores Orientalistas, siendo el pintor Jean- León Gerome su presidente de honor. Ya desde muchos años atrás, pintores como Eugéne Delacroix ó Jean Auguste Ingres se habían sentido atraídos y seducidos por la magia exótica de los escenarios y los tipos originarios de países desconocidos, lejanos, y esencialmente diferentes a lo que se podía ver en nuestra avanzada civilización occidental. 

El fenómeno fué a más a lo largo de todo el siglo XIX, constantemente alimentado por  nuevos hallazgos, unas veces debidos a viajes y conquistas, Napoleón y su ejército en Egipto, otras gracias a traducciones literarias de renombre como la del Kamasutra en 1883 ó la memorable de las Mil y una noches en 1885. Sea como fuere, la hasta cierto punto rancia sociedad europea de la época encontró en éste mundo nuevo que se le presentaba un divertimento, una expansión que la sacaba de su propia rutina y la descubría un paraíso lleno de luz, color, sensualidad y rareza. De ahí la rápida aceptación por parte del público de la consecuente obra artística y literaria derivada. Los Salones de Exposiciones se llenaron de bellas odaliscas, ricos sultanes, palacios suntuosos, desiertos y palmerales, encantadores de serpientes, y también esclavos en plena subasta. 

Muchos fueron los pintores que en éstos años presentaron obras sobre el tema de la esclavitud, casi siempre llevando la acción a escenarios árabes del norte de Africa ó de Asia oriental, recreándose en paisajes, interiores opulentos, íntimos jardines, maravillosas decoraciones, profusión de elementos arquitectónicos, exóticas y coloridas vestimentas, y aprovechando al mismo tiempo el argumento para ofrecernos bellísimos desnudos de ambos sexos. A continuación os traigo algunos ejemplos, entre los cuales hay uno, el mercado de esclavas de Gerome, en último lugar, que llama poderosamente la atención por la sublime belleza del cuerpo de la esclava a la que vemos de espalda y desnuda; el color de su piel y la delicadeza de líneas no tienen igual.

Jean-Leon Gerome repitió éste motivo en innumerables obras, situándolas en lugares y épocas muy distanciados, pero siempre ensalzando en todas ellas la belleza de la mujer en esas esclavas hermosas, relajadas e ideales.

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Otto Pilny - mercado de esclavos

Fabio Fabbi -  la venta de la esclava blanca   

Horace Vernet -  el mercado de esclavos - 1836

Jean-Leon Gerome - slave market - 1866 

Jean-Leon Gerome - el mercado de esclavas 

 

Naturalmente el arista entusiasta de éstos temas trataba de ofrecer a los ávidos ojos del observador occidental escenas y ambientes casi siempre excesivamente recargados de exotismo y riqueza colorística, siempre lejos de la realidad. Pero ésto es precisamente lo que se buscaba y gracias a ello podemos contar hoy día en nuestros museos con bellísimas obras que marcan toda una época artística.

Antonio María Fabres, nacido en Barcelona y que llegó a ser en 1904, a petición del propio presidente, Porfidio Díaz, inspector general de Bellas Arte de Méjico, es, junto con Mariano Fortuny, uno de nuestros grandes pintores que más trató en sus obras el tema orientalista al que nos estamos refiriendo. Del segundo traigo como ejemplo la Odalisca de 1861, pintada en Roma y que actualmente podeis admirar en el Museo de Arte de Cataluña de Barcelona.

Por su parte Fabres, gran acuarelista en sus primeros momentos, nos ofrece, en su famosa esclava de 1886 que estamos viendo, el contrapunto a la serie de desnudos tan habitual en otros pintores, ya que, en efecto, en ella, como en la mayoría de sus obras, la mujer aparece vestida, y vestida con ropas bellísimas ejecutadas con una excelente técnica pictórica de la que siempre fué poseedor durante toda su carrera artística. Indudablemente Fabres es , para mí, uno de nuestros mejores pintores de estos años de finales de siglo.

La obra encaja perfectamente dentro del contexto de ésta exposición, la mujer siempre objeto de deseo y trueque por parte del elemento masculino, condición ésta tan antigua como el mundo, hasta llegar a su subasta perfectamente formalizada en mercados y ferias. El cartel superior dice: “Rosa de 18 años en venta por 800 monedas”, y la jóven, sujeta con grilletes, muestra uno de sus senos a los compradores y el pintor la pone un gesto incitante y sensual en su boca semiabierta. Años después de su ejecución fué adquirida por el rey Alfonso XIII.

   

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