martes, 22 de septiembre de 2015

el greco - natividad 1605


Ahora pasamos a ver dos cuadros de los cinco ó seis que hizo el Greco para el Hospital de la Caridad de la localidad toledana de Illescas. Debían formar parte del retablo para el altar de su Capilla mayor, retablo qué, como en otros encargos, también se le encomendó al de Creta a mediados del año 1603 y qué, de las circunstancias que concurrieron en el ya habitual pleito asociado a su posterior retribución, sirvió para un hecho sustancial en materia legal: fué ésta la primera vez en España que unas pinturas fueron declaradas exentas de impuestos, todo ello gracias a la oportuna alegación de su autor, el Greco, ante el alcabalero de Illescas, quién, como era corriente hasta entonces, le exigía el pago del impuesto correspondiente, ó alcábala, como a cualquier operación de compraventa. El pintor más ó menos vino a afirmar que los productos de su quehacer no pertenecían al  mundo artesanal ó industrial, sino a otro mucho más elevado y espiritual y por tanto no sometido a éste tipo de obligaciones puramente mercantiles.

Detalles del referido proceso los podeis leer en el blog Palabras al Bit bajo el título el Greco el primer objetor fiscal.


El conjunto de pinturas destinadas a la bóveda del altar mayor, representan tres momentos claves de la vida de la Vírgen María, la Anunciación, la Natividad de su Hijo, y finalmente su Coronación como reina ya en los cielos. Esta última iría en el centro ó vértice superior y las otras a ambos lados, en los laterales del edificio, y, por ello, las tres tienen un formato elíptico ó circular. La cuarta obra iría en el centro del cuerpo alto del retablo y debía representar la virtud de la Caridad; a ambos lados de ésta el Greco situaría dos estatuas de madera representando la Fé y la Esperanza. Esto es, toda la obra pintada se sitúa en las zonas más altas del presbiterio y, por lo tanto, algo alejada del espectador.  En el centro del altar debería dejar un hueco para una imagen de bulto de la Virgen titular de la Iglesia, qué así sería su figura principal.
Hoy, si la visitais, encontrareis ésta imagen vestida con alguno de los ricos mantos con que ha sido obsequiada a lo largo de los años, por encima de ella un cuadro de segunda fila en lugar de la Caridad del cretense, y ninguno de los otros tres cuadros de la bóveda. Pero, no os alarmeis, tres de las obras,  las de la bóveda, están a buén recaudo en la sacristía adyacente y se pueden admirar bién de cerca, y la Caridad en uno de los dos altares laterales de la iglesia. En el otro además encontraremos un San Ildefonso del Greco maravilloso, una obra llena de realismo y serenidad, donde el que fuera arzobispo de Toledo en el siglo VII y patrón de ésta ciudad, aparece espléndidamente acompañado por el tejido de su hábito, oscuro y de brillos soberbios, y del granate y dorado que reviste la mesa de trabajo. Se trata casi con seguridad de un encargo de algunos años antes a los del altar, y, como en casi todos los retratos, el Greco vuelve a poner los pies en la tierra.

Volvamos a nuestra Natividad y con ella de nuevo al mundo del Greco de estos años: figuras alargadas de vestiduras vaporosas y envolventes, San José, joven, y su mujer María concentrados en la visión de su primogénito totalmente embelesados y sumergidos en una luz blanca e intensa qué, viniendo de lo Alto en un chorro fantasmal, es reflejada por el cuerpecito del bebé y el paño sobre el que descansa en todas direcciones  estableciendo una escena recogida, llena de luz e intimidad. Las manos, en posiciones muy estudiadas, otra vez contribuyen a mantener la tensión espiritual del momento, especialmente la mano izquierda de la madre tomando delicadísimamente el paño del Niño. En la parte inferior, posiblemente para rellenar el hueco que quedaría vacío, introduce la cabeza del buey que según la tradicción encontró la familia en el establo, en posición de escorzo y relativamente grande de tamaño. Queda bién, no desdice 

martes, 15 de septiembre de 2015

el greco - adoracion de los pastores 1597-1600


De una noticia publicada en el diario ABC de Madrid, fechada el 3 de Enero de 1990, he podido saber que esta obra, una de las ocho conocidas sobre el mismo tema llevadas a cabo por el Greco, fué salvada in extremis de las llamas en los años finales de la dictadura de Ceaucescu por unos oportunos soldados cuando el fuego que destruía el contiguo salón de conciertos de su palacio se propagó alcanzando el Museo de Arte de Bucarest donde se encontraba. Afortunadamente el cuadro salió totalmente indemne y vuelve a estar en las salas de este encantador museo rumano.
No tuvieron la misma suerte cientos de cuadros en el pavoroso incendio que destruyó el Alcázar de Madrid en la Nochebuena del año 1734, entre ellos algunos Velázquez, aún cuando uno de ellos, las Meninas, se salvó como el del Greco de Bucarest, en ésta ocasión siendo arrojado por una de las ventanas.


Merece la pena que ennumere los avatares de ésta pintura desde su creación hasta su descanso final en la pinacoteca de Bucarest, ya que ilustra un poco el recorrido tan complicado que siguen muchas de las obras de arte. 

año 1600: el Greco finaliza los trabajos del retablo, incluidas también pinturas y esculturas

año 1808: José Bonaparte acaba disolviendo las órdenes religiosas y el retablo del Convento de María de Aragón es desmontado y posiblemente trasladado al otro convento agustino de San Felipe el Real.

año 1814: los religiosos pueden volver a su convento pero solo se coloca la Anunciación( ó Encarnación, como vimos en la entrada anterior).

año 1835: se produce la famosa desamortización de Mendizabal, pasando los bienes de la Iglesia al poder público: nuestra obra de la Adoración, junto a sus compañeros de retablo es llevada a la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Posteriormente, con todas las demás obras de arte requisadas, pasa a los fondos del  Museo Nacional de Pintura, también llamado Museo de la Trinidad por ocupar las dependencias del Convento de éste nombre.
Pero este mismo año, el rey de Francia, Luis Felipe, aprovechando la coyuntura favorable a causa de la enorme cantidad de obras de arte disponibles en nuestro pais, envía al barón Taylor a España a adquirir todo cuanto pueda. La Adoración cae en su poder, comprada por supuesto, y 

año 1838: pasa a formar parte de la llamada Galería Española del Museo del Louvre, que reúne incontables obras de los mejores pintores españoles, como Velázquez, Goya, Zurbarán, Alonso Cano y el Greco, representado por ésta obra, por la Dama del armiño y un Cristo Crucificado. Allí la Adoración permanecerá 10 años hasta la caída de Luis Felipe

año 1848: la Revolución destrona al Rey y es proclamada la 2ª República,  pero a éste se le permite llevarse su soberbia colección a Inglaterra donde se destierra.

año 1850: muere Luis Felipe en Surrey, Inglaterra, y sus cuadros comienzan a ser vendidos. La Adoración pasa en éste país de unos propietarios a otros y 

año 1888: acaba finalmente en las colecciones reales rumanas

año 1948: queda expuesta en el Museo de Arte de Budapest  

Como he dicho al principio de ésta entrada son varias las Adoraciones conocidas pero en éste blog vamos a presentar solamente tres de ellas, ésta que vemos de Bucarest, la existente actualmente en el MOMA de Nueva York, y, la más conocida y famosa de todas, la que se encuentra en el Prado, obra de sus últimos años.

Pero fijémosnos en este cuadro y comparémosle con todos los demás anteriores que hemos ido viendo a lo largo de ésta Conmemoración del genio de Creta. Ahora tiene 56 ó 57 años y es evidente qué, aunque ya venía anunciando una cada vez mayor individualización y abstracción, es, junto a las demás pinturas que habían de llenar el retablo de María de Aragón, con las que empieza a perder totalmente el recato y a olvidar cualquier traza de clasicismo y ortodoxia. Ya hemos hablado en anteriores entradas de deformidades voluntarias y de abandonos conscientes de referencias espaciales, de independencia de figuras e iluminaciones, en fín, de un cierto retorno a la manera de hacer bizantina, pero ahora tenemos un Greco  sobrado de técnica, que ha demostrado con creces ya hace tiempo su perfecto dominio de la manera de hacer italiana, y que está tomando decididamente una dirección originalísima hacia una mayor emotividad y exaltación, prescindiendo de cánones y demás ataduras. Para ello recurre, ó sigue recurriendo en mayor grado cada vez, a éstos procedimientos:

-apoyo en el contraste luz-sombra para presentar escenas cada vez más dramáticas y sobrenaturales.

-empleo de tonos oscuros, a veces verdaderas negruras, no solo en los fondos para resaltar las figuras, sino en las mismas sombras propias e incluso acompañando a las grandes superficies de color, como túnicas y paños.

-mayor protagonismo de las manos como elementos plenos de sensibilidad y espiritualidad.

-introducción contínua del escorzo en las figuras buscando posturas a veces inverosímiles.

-aumento de la intensidad de los focos ó puntos de luz.

-mayor angulosidad de líneas en el dibujo de los cuerpos que llegará a producir verdaderas deformaciones no naturales.
-carencia de apoyos para muchas de las figuras, que parecen flotar, característica derivada de la independencia y desubicación de las mismas.
- rigidez y vaporosidad de las ropas, sin ningún esmero en la perfección de pliegues y dobleces

-colores muy luminosos reflejando intensamente la luz irradiada, pero fríos, duros, siempre entre los de su repertorio, aunque logrando un bellísimo equilibrio en cada escena.

         - hoy ha venido en plan catedrático, no?


No era mi intención, sí, demasiadas varas para medir el trabajo de un genio como el Greco, qué nos está en estos años sumergiendo en un mundo casi espectral, irreal y maravillosamente profundo y, al mismo tiempo, en su labor de empresario del taller, sirve encargos todavía uno tras otro, sin descanso.
En ésta obra, ciñéndose a las dimensiones demasiado alargadas del cuadro, compone una escena muy agrupada pero ideal para dividirla en dos partes, cielo y tierra e iluminarla con un solo foco de luz que naturalmente emana del Niño y que traspasa todos los ámbitos. A su vez los ángeles que proclaman en su filacteria la grandeza de Dios parecen enviar al portal, bastante elaborado ésta vez, rayos de luz celestial, recurriendo incluso a aberturas en el techo de éste por los que se cuela y luego se desparrama; en otro pintor ésto último parecería una ingenuidad tirando a torpeza, pero en el Greco, dentro de la irrealidad de la escena, parece casi obligado el que los cielos envíen su luz en cascada de ésta manera .
También vemos un jóven San José, a la manera del de la Capilla que lleva su nombre, que ya comentamos algunas entradas atrás, y, dos personajes que parecen dialogar detrás, en segundo plano, y que podrían muy bién ser el propio pintor, a la derecha, y Miguel Angel Bounarroti, tal y como algunos historiadores proponen.

lunes, 14 de septiembre de 2015

el greco - la anunciación 1597-1600



Casi simultáneamente con los trabajos de la Capilla de San José, el Greco recibió el encargo de llevar a cabo el retablo mayor de la iglesia del Colegio de la Encarnación de Madrid.  Se trataba de un seminario de la orden Agustina. Trabajos de esta envergadura no le habían de faltar en estos años postreros de su vida de pintor. También es conocido como Colegio de doña María de Aragón, nombre de una dama al servicio de Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe II y dueña de honor de la infanta Isabel Clara Eugenia, dama qué fundó y corrió con todos los gastos del colegio en cuestión. En un documento encontrado de fecha 20 de diciembre de 1596, el Greco da poder a su colaborador Francisco Preboste para que " .....por mí y en mi nombre y como yo mismo representando mi propia persona me podais obligar y obligueis a que aré el dicho retablo y le daré hecho y acabado e asentado dentro de los dichos tres anos...........". Así pués el pintor se comprometía a hacer retablo y pinturas y su colocación en el mismo en el plazo de tres años en lo que sería un seminario de agustinos.

La composición del retablo y los cuadros con los que fué decorado por el Greco no ha estado ni mucho menos claro hasta el hallazgo, nada menos que ya en el año 1985, de una relación de éstas obras en la llamada casa de la Inquisición de Madrid, hoy convento de las Reparadoras. Estas pudieron haber permanecido allí desde que se cerró el Colegio-convento de la Encarnación con José Bonaparte en 1809 y, siendo la relación mencionada del año 1814, creo que debemos tomarla como buena. Según ésta, el retablo estaría formado por tres calles verticales con dos cuadros en cada una de ellas y aún había una séptima obra, es posible que de pequeño tamaño como remate superior,  de la que se ha perdido el rastro.

Las pinturas visitaron suscesivamente varios aposentos hasta acabar en el Museo de la Trinidad que albergó obras de arte provenientes de la desamortización de Mendizabal. En 1872 dicho museo se fundió con el del Prado y nuestras buscadas pinturas acabaron felizmente su periplo. Hoy podemos ver cinco de ellas, pués la sexta, La Adoración de los pastores, que presentamos en la siguiente entrada, fué vendida y se encuentra desde 1948 en el Museo Nacional de Arte de Bucarest. Estas cinco obras son :

Anunciación, Bautismo, Crucifixión, Resurrección, y Pentecostés, todas de formato vertical alargado adaptándose a la disposición del retablo en cuestión. Todas fieles exponentes del estilo escueto, austero, centrado en las figuras y en los efectos lumínicos y atmosféricos del cretense en esos años de finales de siglo, excepto quizá el que estamos viendo de la Anunciación, más relajado y claro de luz y color. Todas además se pueden contemplar juntas en la misma sala del Museo de Prado, formando un conjunto único y maravilloso para deleite del observador; lástima que falte la guinda que sería La Adoración de los Pastores de Bucarest.....!.
Se conocen de nuestra  Anunciación dos pequeñas obras, aproximadamente 114 x 65 cms., que pueden ser copias de encargo ó modelos del Taller. Una la podemos ver en el Museo Thyssen de Madrid y la otra en el de Bellas Artes de Bilbao. El cuadro permaneció en el entonces reciente Prado tan solo once años, pues en 1883 fué cedido a la Biblioteca-Museu Víctor Balaguer de Vilanova i la Geltrú, donde estuvo expuesto  nada menos que 98 años.

La figura de la Virgen niña, y en especial el bellísimo semblante de su rostro, vuelve a ser el elemento en el que se concentra toda la espiritualidad y ternura de la escena, que el de Creta sitúa en un entarimado de madera sobre el que descansa un reclinatorio con un libro, escenario común en cuadros de éste tema, pero que él reduce a la mínima expresión, como queriendo hacer formar parte ya a la Vírgen del mundo celestial. Así, la totalidad del espacio, a excepción de los retazos de sala terrenal referidos, es ocupada por la Gloria y sus celestiales moradores, ángeles de diferentes rangos y uno principal , el arcángel, que cruza sus brazos en señal de adoración a la que ya es madre del Señor, recientísima, pues acaba de concebir en sus entrañas al Niño. Ver como ella acompaña el gesto de aceptación con sus manos, delicadas y finas como viene siendo habitual, ya tanto se trate de masculinas como femeninas.
Se trata pués de una Encarnación de María, pués ésta ya ha consentido. Una Anunciación presentaría un ángel todavía emisario de Dios, en actitud en cierto modo dominante, con un brazo levantado dando a conocer a la Niña lo que Dios le pide, y a ésta con los brazos recogidos, turbada y ligeramente girada, quizá asombrada de haber sido elegida para tamaña empresa, y aún sin consentir. Ejemplo de ésta última la tenemos en la pequeña Anunciación, del Greco, que posee también el Museo del Prado y que ya vimos en ésta misma exposición.

Por último, llama la atención la introducción por el pintor de una zarza con lenguas de fuego que por supuesto habreis reconocido como un símbolo, una referencia a algo relacionado con aquel momento capital del Evangelio que éste quiere hacer resaltar. Es indudable que el Greco, por su origen y sus años de formación artística en Creta, conocería de sobra el elemento de la zarza ardiente que no se consume, la zarza qué, según el Antiguo Testamento, vió Moises en su ascensión al monte Sinaí, y que haría alusión a la permanencia virginal de María en su concepción, embarazo y parto, tal y como define la doctrina cristiana. Numerosas veces se representa en obras de la época y muy anteriores, aunque el cretense solo lo muestra en ésta que estamos viendo. Ver la obra de su coterráneo Michail Damaskinós (Iraklion, Creta, Monasterio de Santa Catalina), donde vemos la zarza en la parte inferior izquierda, y también el tríptico de Nicolas Froment existente en la catedral de Aix-en-Provence, donde son la Virgen con el Niño quienes descansan directamente sobre ésta.
En otras ocasiones son los mismos textos los que con claridad relacionan éste símbolo con la castidad sin más:

“Es la Virginidad el Monte Sinaí de Arabia donde
Moyses vio la zarza que ardía y no se quemava: porque
la naturaleza rodeada de fuego de concupiscencia se
conserva pura con la castidad; y como en aquel monte
habitava Dios, y hablava a su pueblo ofreciéndoles
premios si guardavan sus leyes, así los virgenes son
templos de su divina Magestad”

Pero el hecho de que aparezca en una sola obra del Greco ha inducido a pensar a algunos estudiosos qué, tal vez ha querido éste hacer alusión de forma directa a la mismísima señora que encargó la obra y el altar, doña María de Aragón. En efecto, según lo poco que se ha podido saber de su vida, doña María hizo voto de castidad a edad muy temprana y rechazó muchos pretendientes, aún cuando nunca entró en convento alguno, cosa no muy bién vista en la sociedad de momento, pués definía una situación virtuosa sí, pero independiente y libre, al no depender ni de marido alguno ni de ninguna Orden que la mantuviese controlada. Sea como fuere nuestro pintor pudo muy bién poner la zarza en reconocimiento de las virtudes de su patrona.

domingo, 13 de septiembre de 2015

el greco - la purificación del templo 1609

san Ginés (Madrid)

el greco - expulsion de los mercaderes 1595-1600

coleccion Frick

a continuación traemos dos obras muy similares representando la expulsión de los mercaderes del templo según el conocido pasaje evangélico, y que el Greco llevó a cabo en estos años de su madurez. La primera de ellas, la titulada la purificación del templo, se encuentra actualmente en la madrileña iglesia de San Ginés, en pleno centro, en la calle del Arenal. La segunda, la expulsión de los mercaderes, es algunos años anterior a ésta, y pertenece a la conocida Colección Frick de Nueva York. ¿Porqué las traigo aquí?.

Bién, además de por la presencia de una de ellas, la de San Ginés, en la exposición del Centenario que estamos repasando en éste blog, presencia muy celebrada en gran parte por el desconocimiento que se tenía de esta importantísima obra entre el público en general, por comparalas entre sí, y ambas con la que ya presentamos anteriormente, la que pertenece actualmente a la Galería Nacional de Washington y que el Greco había llevado a cabo entre 1567 y 1570, y donde la influencia del Tintoretto especialmente y la profusión de colorido en las vestiduras ó la utilización de la perspectiva en sus arquitecturas denotan el contacto directo con la Escuela veneciana.
Han pasado treinta años en la vida del Greco y otra vez aparece uno de esos temas recurrentes a lo que nos tiene ya acostumbrados pero que nos permiten ver con claridad su propia evolución como pintor; casi los mismos caracteres, casi la misma distribución y composición, casi el mismo......pero todo es distinto y especialmente su técnica, la naturalidad y el realismo de sus personajes, su actitud y presencia en la escena. Por otro lado esta el color y su forma de aplicarlo en el lienzo. Es asombroso el cambio. Verlo, por favor; ampliar todo lo posible los dos cuadros, el de Washington de 1570 y el de la Frick de 1600 (ya sabeis, separar en pestaña aparte la imagen y aplicar +). Una vez más ,la técnica moderna hace maravillas, gracias a lo cual estareis viendo las pinceladas tal y como las fué aplicando el cretense y principalmente las últimas, claro sobre oscuro, que definen el carácter final de cada objeto. ! que diferencia ! verdad? .Podeis ver los raspones de colores claros y blancos a los que recurría en sus obras maduras(Frick), efectivísimos y dados con gran soltura y seguridad .Descubrid como ha ido alargando las pinceladas, desde las cortas, puntuales,  casi inseguras del de Washington hasta estas seguras y efectivas del Frick. Admirar es éste último la dulzura y serenidad del rostro de Cristo ó comparar las cabezas del anciano agachado en la parte inferior derecha...!que cambio!. En fin, sobran palabras, las imágenes son ya son suficientemente elocuentes.

La pena es no haber encontrado una imagen suficientemente ampliada del de San Ginés, que nos habría mostrado los cambios acaecidos en tres años más al menos, pero sí observamos de forma evidente en él una utilización de tonos más oscuros especialmente en los huecos pero también en la propia elaboración del color y la introducción de algunos personajes nuevos, como las dos figuras de la izquierda, un niño desnudo y otro personaje casi en escorzo que, algo fuera de escala, trata de oponerse al movimiento general del grupo de mercaderes. También vemos que el cretense ha prescindido ya de fondos exteriores y en su lugar encierra la escena  con un retablo con columnas corintias agrisadas y lùgrubes. Además introduce una estatua apolínea en la hornacina de la izquierda, qué constituye una verdadera novedad en estas series de las expulsiones.

Esta pequeña obra, la segunda, de la Frick, fué propiedad hasta 1909, año en que fué adquirido por el potentado norteamericano Henry Clay Frick, de Aureliano de Beruete, que lo había comprado en 1899. Y aprovecho para recomendaros la visita, si vais a Nueva York, de esta soberbia colección de obras de arte que Frick acumuló en su propia residencia siendo magnate del acero. Se abrió al público en 1935 y contiene obras de los más importantes pintores europeos y dos cuadros más del Greco:
un San Jerónimo del año 1600 y el retrato de Vicenzo Anastagui,  italiano caballero de Rodas que participó con gran heroismo en el sitio de Malta allá por el año 1565.