viernes, 1 de noviembre de 2013

martin rico y ortega - desembocadura del bidasoa 1872



Esta pintura, una de las de mayor calidad en la completa trayectoria del artista, se realizó a partir de una estancia, en el otoño de 1872, en la villa costera guipuzcoana de Fuenterrabía, próxima a la frontera con Francia. Rico fue uno de los primeros en pintarla.Recurrió a una composición horizontal, dividida en franjas paralelas. En ella, la resolución y el cromatismo del primer término resultan novedosos en el paisaje español del momento. Despojada de todo elemento, la arena fangosa aparece pintada en finos tonos malvas, sobre los que destacan los cuidados verdes claros, con algún reflejo rosa, de los charcos que deja la bajamar. La curva formada por estos lleva a un segundo plano en el que juegan los niños, cuyas figuras animan la superficie de la playa. La pendiente hacia el mar aparece indicada con habilidad por las figuras de los pescadores inclinados, la disposición de la barca varada a la derecha y el embarcadero.  En la segunda franja, ocupada por el mar, el pintor acertó a concentrar en un espacio de muy poca anchura la inmensidad de su perspectiva hasta el horizonte, con una veracidad que denota su calidad d paisajista. A la derecha, delimita las aguas la costa francesa de la localidad de Hendaya, con su playa y con la lengua de tierra que termina en la punta de Santa Ana y se adentra en l mar a través de las dos grandes peñas gemelas, Les Deux Jumeaux. Aún pudo el artista agregar, más al fondo, otro saliente de la costa francesa, con otras localidades de veraneo, entre las que destaca Biarritz. Consiguió, con ello, una perfecta sensación de lejanía a la que también contribuye la disposición relativa de las barcas en el mar, reunidas la mayoría junto a la orilla y escalonadas cuidadosamente según una disminución de sus velas acorde con su lejanía. También aumenta la impresión de profundidad el cambio del colorido de las aguas en la estrecha franja del fondo, a partir de las espumas en las que rompen las olas, donde pasan del bellísimo verde claro del primer término a un azul intenso.En el cielo, que ocupa la mayor parte de la superficie del cuadro, las nueves parecen moverse de izquierda a derecha y hacia el primer término por efecto del viento, que inclina también las velas de las barcas,  y su protagonismo se acentúa por los toques rosados de Poniente. En la placidez de esta marina, ponen un acento de cierto dinamismo, que aumenta la veracidad de la composición. El cuadro fue uno de los más sobresalientes del nutrido envío del pintor a la Exposición Universal de 1878 de París (Texto extractado de Barón, J.: El paisajista Martín Rico: (1833-1908), Museo Nacional del Prado, 2012, p. 170).

 (extraído de la página oficial del Museo del Prado :  http://www.museodelprado.es/ )

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