sábado, 29 de noviembre de 2014

el greco - la adoracion del nombre de jesus 1577-1580


 cuando el Greco llegó a Toledo hacía tan solo unos años que se había librado la batalla de Lepanto. Sus ecos estaban todavía recientes y la sensación de seguridad que se había extendido por toda la Cristiandad era palpable en todos los ambientes. Acciones de gracias, fiestas conmemorativas y oficios religiosos fueron constantes en aquellos años en todos los municipios y por supuesto esta alegría también se manifestó artísticamente. Seguramente habreis visto más de una vez representaciones de esta famosa batalla entre la Liga Santa y el Imperio Otomano en las que casi invariablemente aparece la Virgen del Rosario presidiendo y acompañando desde lo alto a los hombres que en defensa de la civilización cristiana luchaban abajo. En efecto el día de la victoria de Lepanto fue declarado fiesta de la Virgen de la Victoria por el papa Pío V, y cambiado por el de la Virgen del Rosario por el Papa Gregorio XIII en 1573.

Ver las obras al respecto de Pablo Veronese, Lucas Valdés, Juan de Toledo ó Francesco Brizio, y estas otras conmemorativas de Lázzaro Baldi y del Tiziano.

Hay un estudio de la historiadora e historiadora del Arte por la Universidad de Alcalá de Henares Eva María Martínez Cortés en el que deduce que el mismísimo rey Felipe II utilizó representaciones pictóricas de batallas navales  acontecidas durante su reinado como medio de propaganda para enaltecer la fé cristiana en plena Contrarreforma y su propio poder. Los medios se extendían a grabados, ilustraciones en libros e incluso camafeos. Y entre esas batallas no faltó ésta de Lepanto.

Pudo así el rey encargar la obra que vemos ahora al pintor cretense y habría sido de éste modo la primera obra encargada por el Monarca a nuestro hombre,  aunque éste hecho no está probado. Tampoco se sabe el año de su realización, pero es casi seguro anterior al, éste sí, primer encargo real, el Martirio de San Mauricio que podemos ver en el Escorial. Sea como fuere lo probable es que el pintor pusiese sus esperanzas en su incorporación al servicio de la Corte en cualquier cosa que le diese a conocer relacionado con el poder imperial y sus gestas, y ésta obra llamaría la atención, sinó del propio Rey, sí de allegados suyos en visita a Toledo, aunque también lo pudo pintar en alguna de sus estancias en la capital del Reino. 

 La obra ha recibido distintos nombres,  Adoración del Nombre de Jesús, como figura en ésta Exposición, Alegoría de la Liga Santa, quizás el más adecuado, la Gloria, el Juicio Final e incluso el sueño de Felipe II. En primer plano podemos ver al dux de Venecia, Alvise Mocenigo, quién aparece de espaldas, como empieza a ser habitual en muchas obras del cretense, al papa Pío V junto a dos de sus cardenales, al hermanastro de Felipe II, Don Juan de Austria, capitán general de la flota,  vestido de general romano y por último , de rodillas y de negro total, guantes incluidos, al propio Rey en oración y bajo un aspecto un tanto mediocre y como si hubiese sido encajado en la obra a última hora. Es decir, están los líderes de las tres potencias que se unieron a duras penas para formar la Liga Santa en contra del Turco: Venecia, amenazado su próspero comercio mediterráneo e incluso la mismísima ciudad, el Papa que veía peligrar la Cristiandad entera y su propio estado terrenal, y finalmente el Monarca más poderoso en aquel momento  amenazado por tierra y mar a lo largo de muchos kilómetros de costa.

Todos ellos elevan su mirada hacia la gloria donde aparece el nombre de Jesús rodeado de ángeles dispuestos en actitud de adoración y magníficamente pintados, con pincelada suelta, apenas sin contornos, plenos de movimiento y ligereza. La originalidad y sutileza del Greco se aprecia en todos sus detalles e incluso llega a ocultar parcialmente por una nube a dos de ellos a la izquierda, pero lo hace de tal manera que apenas se aprecia. Para mi gusto el conjunto superior de la Gloria es lo mejor del cuadro y sus cinco ángeles delanteros están entre los de mejor gusto y ejecución de toda su obra.

El conjunto  está, por otro lado, armonizado magistralmente por medio de tonos rojizos y, sobre todo, por ese color dorado que envuelve toda la escena, desde las ropas hasta los fondos y paisajes y animando ligeramente los blancos de las nubes. En fín, el resultado como veis es una obra bellísima y muy original, que parece se sale del estilo que hemos encontrado en las ya vistas anteriormente de éstos primeros años en España. Recuerda un poco sus primeros iconos en cuanto a la ausencia de localización precisa y la independencia de sus elementos, esto es, la colocación de unos temas al lado de otros sin relación alguna entre ellos ni nexo de unión, pero por su calidad en todos los aspectos ,es ya la obra de un pintor maduro y genial.

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