lunes, 17 de noviembre de 2014

el greco - cristo crucificado- coleccion liberbank 1573-74


otra pequeña obra, 30x20 cms, también al temple sobre tabla, qué bién podría ser una copia recordatorio ó de presentación a sus clientes potenciales. Los estudiosos la datan entre 1573 y 1574, fechas en las que el pintor seguía en Roma pero ya no vivía en el Palacio Farnesse del que había sido expulsado según se desprende de una carta de su mano quejándose del trato recibido y alegando no ser en ningún modo culpable de las acusaciones que contra él se esgrimían. La naturaleza de las mismas no se conocen , aunque algunas especulaciones han llegado casi, a fuerza de repetirse, al grado de verosimilitud, como la de la famosa crítica a Miguel Angel al serle encargado el trabajo de tapar algunas desnudeces del grandioso Juicio Final de la Sixtina. (..."si se echase por tierra toda la obra, él( el Greco) podría hacerla con honestidad y decencia y no inferior a ésta en buena ejecución pictórica"... palabras del pintor que encendieron los ánimos de artistas, críticos y hombres de letras de aquella ciudad que todavía veneraba al gran florentino.)

Sea como fuere, el Greco se vió de pronto fuera de la comodidad y ambiente selecto del Palacio y debió instalarse por su cuenta pues, ahora sí, se conocen muchos trabajos de su mano de estos años, unos firmados y otros no. Sí está comprobado su ingreso en la Academia de San Lucas, condición indispensable para ejercer por su cuenta el oficio de pintor y abrir taller y recientemente se ha encontrado una corta biografía del médico romano Giulio Mancini en la que se confirman datos como la llegada del pintor a la Ciudad Eterna y, lo más importante, habla muy positivamente de su trabajo como pintor verdaderamente asentado y con encargos (..."había llegado a un gran dominio en su profesión"..).

Realizados durante su estancia en el Palacio Farnese hay casi unanimidad en adjudicar a la mano del cretense cuatro obras : el retrato de Giulio Clovio, el famosísimo Soplón, ambos en el museo napolitano de Capodimonte, la vista del Monte Sinaí que ya presentamos en entradas anteriores, hoy en el Museo de Heraklión, y , al parecer, la Curación del ciego de Parma. De estos años romanos existen también como de su mano algunos retratos excelentes, anticipando ya todo lo bueno que nos dejará más adelante en esta difícil disciplina artística. Entre ellos destacan dos, amén del ya indicado de Clovio :
el de Vincenzo Anastagi y el llamado retrato de un arquitecto, ó retrato de un hombre,que podría ser Andrea Palladio.

Y ya en nuestra obra, volvemos a encontrarnos, como en el cuadro anterior de la Anunciación, con un Greco distinto, repleto de espiritualidad y dramatismo, donde un Cristo ya muerto preside desde la cruz una atmósfera etérea y sobrenatural de densos nubarrones iluminados fantasmagóricamente, anticipo de sus futuras vistas toledanas y ,también, de muchos otros famosos Cristos crucificados, todo ello con pinceladas nerviosas y sueltas, apenas sin dibujo, llenando luces y sombras en tonalidades crudas y ásperas, sin apenas color, solo luz procedente de la misma Gloria que Jesús acaba de alcanzar.

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