Si hay pintores en los que en el desarrollo de su tarea artística la estrecha colaboración familiar ha sido definitiva, es el caso de Mary Beale, prestigiosa pintora inglesa, nacida en Marzo del año 1633 en el condado de Suffolk de padre rector, pintor aficionado y miembro del Gremio de Pintores Tintoreros londinense. También su marido, Charles Beale, con quién casó a sus 18 años, siendo comerciante de telas, era muy aficionado a la pintura, y de sus hijos, Bartolomé fué pintor y posteriormente médico y Charles dedicó su actividad principal a las miniaturas.
Al lado de su padre pronto comenzó a destacar como pintora y la cercanía del pueblo de St Edmunds, donde trabajaban un grupo de buenos artistas, entre los que se encontraba el holandés Peter Lely, le dió alas para impulsar su carrera. Sir Peter Lely llegó a ser pintor de cámara del rey Carlos II de Inglaterra y excelso retratista de la alta nobleza. y acogió a Mary como su pupila, a quién admiraba, lo cual era recíproco, hasta tal punto que algunas de sus obras fueron auténticas copias de retratos hechos por éste pintor.
Lo cierto es que con apenas 20 años, ya casada y establecida en Londres, nuestra pintora era una verdadera retratista profesional. Hasta 1660 no le faltaron encargos cada vez desde estamentos más altos de la sociedad londinense, de forma que su taller fué pronto un centro de gran actividad artística donde su propio marido se convirtió en un verdadero estratega y organizador, desde el aprovisionamiento de materiales al registro y contabilidad de las obras, incluso ayudando a Mary, al igual que sus dos hijos, en muchas de ellas, haciéndose al mismo tiempo con un círculo selecto de amistades que propiciaba su cada vez más extendida fama.
Como dato curioso, al parecer, durante el año 1677, hubo de llevar a cabo nada menos que 83 encargos. Se cuenta que cobraba 5 libras por un retrato de cabeza y 10 de medio cuerpo, lo cual significaba un buen ingreso constante; en fín, este dato anecdótico nos da una idea del bienestar económico de la familia, bonanza que comenzó a decaer algunos años antes de 1680 al irse perdiendo poco a poco en la sociedad la moda del retrato y también por los excesivos gastos que conllevaba su vida de relación, cenas, desplazamientos ctr. Entre sus dos hijos, su marido y ella misma, trabajando conjuntamente y además tomando algunos estudiantes como alumnos en el estudio, consiguieron no obstante salir adelante.
Murió en 1699 trabajando hasta el último día y está enterrada en la iglesia anglicana de Saint James en Trafalgar Square. Dejó un escrito titulado Observaciones, que se considera un verdadero tratado sobre técnica pictórica.
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