sábado, 28 de diciembre de 2013

joaquin sorolla - mar y rocas de san esteban, asturias 1903



cuando Sorolla lleva a cabo esta obra desde la costa asturiana, ya es un pintor ,como se dice, consagrado. Aunque os suene esta palabra un poco a rancio, se utilizó mucho en el ambiente artístico de hace más de un siglo para definir el triunfo, económico principalmente, de alguien dedicado a esos menesteres, la realidad es que se puede perfectamente aplicar a nuestro pintor pero en otro sentido mucho más importante: en efecto, estaba plenamente consagrado a su gran vocación, la pintura, y llevaba así desde su más tierna infancia. En cuanto a lo otro, el reconocimiento social y económico, también lo había alcanzado, más el primero que el segundo, para bién suyo y de su familia.

-¿a estas alturas del blog nos viene usted ensalzando la gran vocación de otro pintor? eso es casi norma general aplicable a casi todos los destacados,¿ no cree?

-Perdón, efectivamente este primer párrafo podría sobrar, todos los grandes sin excepción han sentido una pasión irrefrenable hacia su arte y empleado en él cada minuto , y, sin embargo, al hablar de Sorolla lo primero que me viene a la cabeza es, como con Picasso, su contínuo hacer, incluso antes de su asombrosa calidad en el dibujo y en el uso del color.
Ahí lo tenemos, con tan solo quince años, recién matriculado en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, llegando a las ocho de la mañana, hora del comienzo de las clases, con la carpeta ya llena de paisajes del natural tomados en esa misma madrugada por la ciudad y alrededores.

Y aquí viene la faceta que hace inexcusable su presencia en esta exposición dedicada a la pintura al Aire Libre: su amor por esta práctica que le fué inculcada en estos años de aprendizaje en Valencia y principalmente a través de uno de nuestros mejores paisajistas de ese siglo, Ignacio Pinazo Camarlench, profesor de Joaquín, enamorado de la Naturaleza y de la observación de primera mano de la vida de la ciudad. Toda su preciosa influencia la recibió, sin perder ni un ápice, nada menos que el mejor y más aventajado, con diferencia, alumno de la clase, quién, por entonces, ya era capaz de hacer un bodegón como el que traemos aquí del año 1878, cuando contaba 15 años de edad.

De todos los pintores que hemos venido viendo, Monet y Van Gogh incluídos, Sorolla queda como el más entusiasta pintor del aire libre, como lo demuestra el hecho de realizar grandes obras de corte, que remedio, enteramente historicista,  en plena calle, eligiendo escenarios a la luz natural  como mejor manera de plasmar el ambiente del acontecimiento. Casi siempre aborreció el trabajo de estudio y toda la vida le veremos cambiarlo por las salidas al aire libre, ya fuera un rincón de la ciudad, las doradas playas valencianas ó incluso el ruedo de una plaza de toros, como hizo al llevar a cabo  el dos de Mayo de 1808, obra con la que obtuvo su primera medalla, ésta de segunda clase, en su debut en la Exposición Nacional de Bellas Artes del año 1884. Incluso en ésta ocasión se ayudó de cohetes y pólvora para mejor observar los efectos del humo. Pero el empleo de materiales ,aperos y efectos especiales, llevados todos al escenario al aire libre, fué en él tónica general.

A partir de 1900 comienza a llevar a cabo paisajes por toda la geografía española, y así,  recorre durante la primavera de los años 1902 a 1904 la costa norte peninsular. Cuando pinta el cuadro que estamos viendo residía en el pueblecito de San Juan de la Arena, en la misma desembocadura del Nalón. Frente a esta localidad, al otro lado del río, en San Esteban de Pravía pinta esas rocas en un mar encrespado. De esos años traemos algunos otros paisajes norteños de gran calidad y frescura, todos hechos por supuesto in situ buscando directamente esa luz especial que envuelve la acccidentada costa septentrional de España, y todos del año 1903:

  -paisaje de Asturias
  -paisaje con figuras en Asturias
  -rebaño de gansos
  -estuario del Nalón
  -prado de asturias-san esteban de pravia
  -paisaje de Asturias

 

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