sábado, 16 de diciembre de 2023

Isabel la Católica dictando su testamento -1864


Muchos de vosotros también la conoceréis por "el testamento de Isabel la Católica", como es conocida esta obra habitualmente.

El año 1864, para la Exposición Nacional de Bellas Artes, Rosales se decidió por una obra de grandes dimensiones, nada menos que 287 x 398 cms. Aunque ésta le había llevado casi año y medio de trabajo dado su tamaño, no hubo en la tarea ni las vacilaciones, ni las demoras y vueltas atrás que envolvieron algunas de sus obras anteriores, como la ya comentada anteriormente de Tobías y el Angel. El resultado fué algo realmente sensacional que produjo un gran impacto en el mundillo artístico de esos años.

En efecto, se trata de la confirmación plena del realismo en su forma de hacer, realismo que procedía directamente de su admiración por los grandes pintores españoles del siglo de Oro, especialmente de Velázquez. Definitivamente abandona lo poco que quedaba de aquellos gestos de influencia nazarena y adopta una postura artística propia y definitiva que ya lo acompañará durante el resto de su carrera artística.

Pero quizá lo más notable de todo fué la gran influencia que la aparición de ésta obra tuvo en sus propios compañeros de Roma y en muchos grandes artistas españoles posteriores y que llevaría desde ahí, sin interrupción, hasta el realismo social que inundó el arte y la literatura europeas.

Dos años antes ,en la de 1862, ya había sido galardonado con una medalla honorífica por su Niña sentada en una silla con un gato (ó  Nena); en esta que vemos, sin discusión, recibió la Primera medalla. Al año siguiente la obra fue adquirida por el Estado para el Museo Nacional o de la Trinidad, y posteriormente, trás su disolución, al del Prado. En 1867 fué presentada en la Exposición Universal de París y obtuvo la Primera medalla de Oro para extranjeros. Ese mismo año nuestro pintor pudo lucir la escarapela roja que distingue a todos los homenajeados con la famosa Legión de Honor que otorga la república francesa.; no se puede pedir más.

Su composición es muy simple : la cama con dosel de la Reina moribunda, magníficamente iluminada, llena todo el centro del cuadro, y todos los acompañantes lo bordean a derecha e izquierda en la sombra, exceptuando dos figuras; en el lado izquierdo la figura sedante de su esposo, Fernando, que destaca en brillantes bermellones con su hija, futura Juana I de Castilla; detrás, y, a la derecha, la figura de otro noble, ataviado con brillante capa en verdes y oro y blanquísimas y luminosas medias blancas en diálogo con el tono del hábito del que parece ser el Cardenal Cisneros, en aquel momento Arzobispo de Toledo y confesor de la reina.

Hasta aquí la composición; pero fijémonos en cada uno de los rostros, inmóviles y sumidos en una gran tristeza, que Rosales ha resuelto de forma breve y concisa, con una pincelada breve y harto eficaz, sin ninguna pretensión. Solo en el de Isabel se detiene más en los detalles de su fisonomía, mostrando una hermosa languided y serenidad ante su trance final.

En fín, precisamente de ésta obra podreis encontrar en la web un sinfín de estudios y comentarios.  


 

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