sábado, 28 de septiembre de 2013

anthony van dyck - cornelis van der geest 1620




es muy posible que hayais visto alguna vez el cuadro del pintor holandés Willen van Haecht denominado el gabinete de pinturas de Cornelis van der Geest del año 1628. Se trata de una obra que representa el momento de la visita de los Duques Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia ,gobernadores por no decir monarcas de los Paises Bajos, a este taller. El,  nieto de Carlos I de España y ella también , al ser hija queridísima del Rey Felipe II, y por tanto primos hermanos.  La escena nos presenta no solo a  esta famoso matrimonio, sentado abajo a la izquierda, sino también, a continuación, al mismísimo Rubens posiblemente ilustrando al archiduque, y en seguida a su izquierda al príncipe Vladyslao Vasa de Polonia con sombrero negro. Algo detrás ,dos personajes más a nuestra izquierda, está también Van Dyck terciando en los comentarios de la obra que está siendo presentada por el mecenas y dueño de la galería, van de Geest, quién, como veis recuerda, como debía ser, al del retrato que estamos presentando de Van Dyck. La pintura que enseñan a los Virreyes es una Virgen con el Niño de Quentin Massys,autor del famosísimo cuadro el cambista y su mujer perteneciente actualmente al Museo del Louvre, nacido en Lovaina y considerado actualmente como el creador de la escuela de Amberes de la que hemos hablado en anteriores entradas y que tuvo entre sus miembros a pintores de la talla de Pieter Brueghel el Viejo, Joachim Patinir, Pieter Brueghel el Joven, Jacob Jordaens, Frans Snyders, y, por supuesto, Rubens y nuestro querido Van Dyck.

El cuadro muestra bien a las claras la clase de personaje que fué Cornelis van der Geest, recibiendo una visita de las mas altas personalidades de la nación en aquellos momentos, la cual posiblemente no sería la única. Un enorme salón repleto de pinturas ,las más de ellas perfectamente reconocibles, de esculturas y objetos de diversas clases, además de personajes del mundo del arte ,de la ciencia y de la alta sociedad de la ciudad. Es el retrato de la ciudad que era en aquel momento Amberes, centro artístico, comercial y cosmopolita de la Europa del Norte. Y Cornelis uno de sus más importantes comerciantes, en especias de modo principal, y mecenas. Cuando el joven pintor Rubens volvió de  Italia en 1610, recibió inmediatamente el encargo por parte de éste para llevar a cabo un tríptico que debía figurar en la Iglesia de Santa Walpurga de Amberes y que significó para el pintor un gran empujón en su prestigio. De esta obra podemos admirar hoy La elevación de la Cruz en la catedral de ésta ciudad. Con el tiempo llegaron a ser grandes amigos.

Van Dyck lo retrata como vemos el año 1620. Hemos hablado poco del retrato en esta temprana época de la vida de Van Dyck, pero no hay que olvidar que casi una tercera parte de sus obras durante la misma lo son , y, entre ellos no podía faltar una personalidad tan importante en la vida artística de la ciudad. Hoy sería un hombre en la madurez, 43 años, pero recién acabada su juventud. Entonces se era ya un individuo casi entrando en la senectud tal y como muestra el retrato. Y ,otra vez nos vemos obligados a repetir los mismos elogios que hicimos al contemplar el Retrato de un anciano ,pintada dos años antes. Y otra vez volvemos a los ojos.


Definitivamente, Van Dyck en esta obra vuelve a obsequiarnos con una mirada, sea de quién sea, repleta de humanidad, nostalgia y vida. Parece que en sus ojos se esta representando toda su vida pasada y nos la está contando a nosotros. Otra vez la relación directa y enormemente efectiva con el espectador. Otra vez ese análisis profundo de la personalidad, del alma del personaje. Y todo con las pinceladas precisas, sin escatimar en los detalles más realistas, como esas ojeras, esos ojos lacrimosos y perfectamente desiguales, el cabello más bién ralo y pobre, y en fín, con total sencillez y espontaneidad. En resumen, otra obra maestra más que anticipa su futura carrera como retratista en la Inglaterra de Carlos I. Muy alto estaba colocando el listón a tan temprana edad para poder ser superado posteriormente. Quizá esta es de esas obras de juventud que se mantienen casi como insuperables y en cierto modo constituyen un reto constante en la propia superación del pintor.    


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